Simone de Beauvoir: la mujer que todo lo quiso

Conversaciones con Simone de Beauvoir - Alice Schwarzer

Triacastela (Madrid, 2024)

 

Pocos libros tan oportunos, para quienes les interesa la historia de las ideas, como estas conversaciones con Simone de Beauvoir (1908-1986), en cuya segunda charla asoma la cabeza J.P Sartre. El grueso del libro está compuesto por las seis conversaciones que, entre 1972 y 1982, mantuvo la periodista alemana con la escritora francesa. A lo largo de esos años, puede observarse la evolución del ideario que sostuvo, su clarificación, si bien resulta una constante en su obra la utilización de conceptos diáfanos, la claridad de ideas.

Los temas, en esencia, son dos: la trayectoria vital e intelectual de la autora, su relación con Sartre ("El acontecimiento más importante de mi vida es el encuentro con Sartre", página 49) y sus ideas sobre el feminismo, tras la publicación de El segundo sexo, (1949), que tanto impacto ha causado (en 1976, se habían vendido, solo en los Estados Unidos, un millón de ejemplares, y en esa fecha, la autora opinaba que "sigue siendo muy válido como fundamento teórico y las feministas lo utilizan abiertamente", página 87). Dichas ideas siguen todavía hoy coleando, aunque fuera recibido con hostilidad, el libro y su autora, no solo por los conservadores, sino también por los comunistas, o por autores como Mauriac y Camus. A esta parte central del libro, se añade –se trata de materiales muy útiles– una Introducción de Alice Schwarzer; una Nota, de 1983, de Simone de Beauvoir, en la que certifica que las conversaciones son un testimonio "muy preciso" de sus ideas en esos años; y un Epílogo a la edición española, de José Lázaro, el editor, de lectura imprescindible, que nos muestra la otra cara de la escritora, la menos amable, y afirma, además, que "no es raro que los buenos libros de conversaciones con escritores sean la mejor introducción posible a los gruesos tomos de sus Obras completas" (página 124), idea que comparto. En cambio, la Bibliografía final (páginas 125 y 126) tendría que haberse cuidado un poco más y proporcionarnos algunos datos sobre la recepción de la escritora en España. Por ejemplo, ya que se citan las memorias (¿se trata de las Memorias de una joven formal?) y su libro sobre La vejez, deberían haber aparecido en la Bibliografía, tanto la edición original como la primera versión al castellano, de la misma manera en que se hace con otros libros suyos. Saber que aparecieron en Sudamericana y que sus traductoras fueron nada menos que Silvina Bullrich y Aurora Bernárdez, respectivamente, no son datos baldíos.

A pocas afirmaciones se le han dado tantas vueltas como a la idea de que "no se nace mujer, se llega a serlo", que ha acabado convirtiéndose en una sentencia, casi indiscutible. Me permito enmendarla un poco, y que los dioses se apiaden de mí, aunque albergo la esperanza de que alguien se me haya anticipado en el matiz: `Se nace mujer y se llega a serlo, pero de maneras muy diferentes´.

Los conceptos de "el eterno femenino" ("el eterno femenino es una mentira", página 74), de "feminidad", que Simone de Beauvoir rechaza, por rancios, cómo no podía ser de otra forma, se siguen usando, pero creo que casi siempre de manera irónica, paródica, crítica. Recuérdese, al respecto, la gran novela de Álvaro Pombo, de 1993. Otros temas aparecen en el libro: la transexualidad: "ninguna mujer puede afirmar sinceramente que está por encima de su sexo" (página 15); su postura contra la prohibición del aborto (página 16); su vinculación al feminismo radical: defendía la necesidad de un movimiento feminista autónomo de los partidos de izquierdas; sus ideas sobre la maternidad y la educación de los hijos (página 19), pues, a veces, ata a las mujeres al hogar y las convierte en esclavas; la convicción de que las mujeres no son diferentes, ni mejores (página 19), pues defiende la igualdad entre los sexos. La crítica, en 1980, a la denominada nueva feminidad, que consiste -según ella- en "la revalorización del estereotipo femenino tradicional" (páginas 96 y 107). Y a todo ello, habría que sumar sus ideas sobre la vejez, recogidas en 1970 en el libro que le dedica. Véanse, al respecto, las páginas 80-86.

El punto de partida de lo que aquí se cuenta debe situarse en mayo de 1968 y en la creación, en 1970, del Movimiento de Liberación Femenina (MLF), cuyos componentes, un año después, salen a la calle en defensa del aborto y de la anticoncepción libre y gratuita, y la maternidad voluntaria.

Recuérdese, sin embargo, que, en España, tuvimos que esperar a que muriera Franco para que Carmen Alcalde y Lidia Falcón fundaran la revista Vindicación feminista (1976-1979), entre cuyas principales colaboradoras estaban las periodistas Maruja Torres y Carmen Sarmiento, las fotógrafas Pilar Aymerich y Colita, la escritora Ana María Moix, Montserrat Roig y, emboscado en un seudónimo, Javier Marías, la dibujante Nuria Pompeia, la historiadora Antonina Rodrigo y las abogadas que luego tuvieron cargos políticos Magda Oranich, en el nacionalismo independentista, e Inés Alberdi, en el socialismo. Ahora se recuerda, en varios artículos aparecidos en la prensa, que el punto de partida de la revitalización del movimiento podría fijarse en el movimiento #MeToo, 2017; en la sentencia sobre La Manada en el 2019, aunque los hechos ocurrieron en el 2016, y en la división del movimiento feminista que hoy en día parece bascular hacia la facción ortodoxa, vinculada al PSOE, con Carmen Calvo a la cabeza, sin que falten críticas, desde el progresismo, de los excesos del llamado woke, que se trata de lo que siempre se había denominado con ironía y desprecio, y no solo desde la derecha, lo progre. Soy consciente de que estoy simplificando y que lo que se comenta en el libro tiene mucha más enjundia, pero solo pretendo –con esta síntesis apresurada– despertar el interés de los lectores.

Pero sigamos. De los distintos comentarios que va haciendo la periodista, se desprende un cierto perfil, un retrato de la escritora. Así, acabamos sabiendo, entre lo anecdótico y lo trascendente, que odiaba tanto cocinar como la falta de puntualidad, pero que le gustaba el cotilleo (páginas 16-18); que defendió el amor libre, aunque con algunas contradicciones (página 18); que no siempre contó toda la verdad (por ejemplo, sobre su bisexualidad), como quedó de manifiesto al publicarse sus trabajos memorialísticos, su correspondencia con Sartre, que editó su heredera, Sylvie le Bon de Beauvoir, a quien la escritora adoptó; lo que significó la relación con Nelson Algren (a quien en una carta le cuenta sus ambiciones: "Lo quiero todo de la vida", página 22); el que sus parejas femeninas solían ser más jóvenes y "no estaban a su nivel" (página 21); que nunca compartió apartamento con Sartre, pero sí el dinero, pues su relación estaba basada sobre todo en lo intelectual (página 49); que se alegra de no haber tenido hijos (página 72); que, en su caso, la sexualidad siempre ha estado ligada al amor; o que nunca le concedió demasiada importancia a la belleza, pues siempre pensó que la cabeza era lo más importante (página 81). A quién votaba la escritora, cuando no se abstenía (confiesa que Sartre se abstenía siempre): a los comunistas, durante la guerra de Argelia, y a Miterrand, en las elecciones de 1980.

No faltan otros temas de interés, tales como la situación de las mujeres en la URSS, asunto espinoso en la época; sobre el que concluye que tampoco han llegado a conseguir la igualdad, pues los denominados países socialistas "no lo son realmente" (páginas 30 y 31); o el sistema chino, que defiende en 1976. Aprecia, en cambio, los avances del movimiento feminista en los Estados Unidos, aunque no por ello se abstenga de cuestionar algunos de sus aspectos. Y la apreciación de que la homosexualidad puede limitarnos tanto como la heterosexualidad (página 73). La conversación de 1982 (páginas 101-104) se centra, al comienzo, en la relación que mantuvo con Sartre, a la que ya se ha referido también en diversas ocasiones en las páginas anteriores.

En 1972, se atreve a dar la siguiente definición: "Llamo feministas a las mujeres o incluso a los hombres que luchan por cambiar la situación de las mujeres, por supuesto en relación con la lucha de clases" (página 32). Y ese matiz es, precisamente, lo que distingue a sus ideas: la vinculación de la emancipación femenina a la lucha de clases; pero también el rechazo al repudio de los hombres ("no debemos rechazar el mundo masculino, porque al fin y al cabo, también es nuestro mundo", página 45), a la mística del clítoris y a la idea de que una mujer no tiene que casarse y ser madre para tener una vida plena y feliz; la aspiración a conquistar la libertad, no de que se les conceda (páginas 33-36); la absoluta certeza de que la mujer debe trabajar, tener independencia económica y, si es posible, evitar el matrimonio (página 41).

Otras ideas que defendió con encono en su momento han perdido vigencia, si es que alguna vez la tuvieron: "abolir el capitalismo es a la vez mejorar las posibilidades de emancipación de la mujer"; "la familia debería ser suprimida" (páginas 38 y 39); y la creencia de que algunos defectos masculinos no se dan en las mujeres, aunque reconoce -hoy lo hemos constatado de sobra- que "las mujeres que hacen una carrera masculina pueden muy bien adoptar también esos defectos" (página 73).

La novela española en la Historia

Las ideas de Simone de Beauvoir, quien se muestra sincera y autocrítica, están en el origen de muchos de los debates actuales; por tanto, estas opiniones no deben leerse solo como un documento histórico, aunque éste sea de enjundia y valor, sino que también pueden ayudarnos a reflexionar sobre asuntos que hoy preocupan, tales como el papel de la mujer en la sociedad, las relaciones de pareja o la identidad. Las añejas contradicciones de la izquierda, en la derecha predominan las certezas, siguen hoy vigentes en nuestro país. En estas materias, como en tantas otras, falta reflexión, un pensamiento sereno y bien fundamentado; en suma, una visión más compleja del mundo, y para ello, la Historia es siempre buena compañera; y sobra radicalismo, superficialidad, oportunismo y afán de medro. Ayer y hoy.

 

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

Más sobre este tema
stats