COLEGIOS PORTUGAL
Cómo Portugal intenta salvar la desventaja escolar de nacer en diciembre
Cada año, al inicio del curso escolar, los padres de los niños portugueses nacidos entre el 16 de septiembre y el 31 de diciembre deben tomar una decisión: ¿matriculan a sus hijos en Primaria o aplazan la matrícula un año más? A diferencia de España, donde todos los niños tienen que escolarizarse en el año en el que cumplen los seis, la legislación portuguesa permite que aquellos que no hayan cumplido esa edad al inicio del curso escolar puedan iniciar su recorrido un año después.
“Entre un niño nacido en enero y otro nacido en diciembre del mismo año, la diferencia es abismal”, explica Inês Ferraz, psicóloga e investigadora en el área de desarrollo infantil del Centro de Investigaciones de la Universidad de Minho. “Hablamos de casi un año de diferencia, un año de experiencias, de desarrollo físico, emocional e intelectual que, a esas edades, es muy significativo”.
Pese a resaltar que hay que estudiar la situación de cada niño de forma individual, para la psicóloga, la decisión es clara: “Lo deseable es que se queden un año más en infantil y aprovechen esta oportunidad única de seguir siendo niños, de aprender jugando y seguir madurando a su ritmo, sin presiones”.
“No hay ningún inconveniente en que estos niños se queden un año más en la escuela infantil”, añade Luísa Brandão, profesora de Primaria hace 36 años. “Realmente, ese niño está ganando un año: un año para madurar, para desarrollar o cimentar competencias y para llegar preparado a lo que se espera en Primaria”.
Los datos avalan el análisis. Según el informe PISA de 2022, los alumnos nacidos en diciembre repiten un 44% más que los nacidos en enero. Y esto, defienden los especialistas, no se corresponde casi nunca a un déficit de capacidades cognitivas, sino a una falta de madurez que les obliga a un doble esfuerzo a la hora de aprender.
Falta de madurez
“Hay niños que simplemente no están preparados, pero porque son aún muy pequeños. Nada más. Es como si le pidiéramos a un bebé que camine, no hay forma de acelerar el desarrollo de los niños, se necesita tiempo. Con cinco años, muchos no son capaces de estar sentados en una silla durante un tiempo largo, no pueden concentrarse en una tarea más de unos minutos, no quieren hacer cosas repetitivas, que es algo que pasa mucho en primero de Primaria… y eso es totalmente normal y acorde a su desarrollo, solo hay que esperar”, añade Luisa.
Para las profesionales, la diferencia entre entrar un año antes o después puede traducirse en un niño desmotivado, que no quiere ir a clase, que siente que nada lo hace bien y que todo le requiere mucho esfuerzo, o en otro que disfruta aprendiendo y tiene ganas de ir al colegio.
Esto mismo es lo que describe Natacha Figueiredo, de 46 años, cuando habla de su hijo. Francisco nació el 14 de diciembre de 2013 y, cuando en 2019 a los padres les tocaba decidir si matricularle o no, decidieron mantenerle un año más en Infantil. “Teníamos muchas dudas, no sabíamos si separarle de los amigos que entraban ese año en Primaria, pero tras hablarlo con muchos profesores decidimos dejarle un año más. Mirando atrás, estoy segura de que esa fue la mejor decisión que podríamos haber tomado”, incide.
Francisco era un niño “inmaduro, al que le costaba mucho estar sentado”. “Estaba mucho más interesado en jugar, en imaginar, por ejemplo, que en las letras”, explica Natacha. Hoy, camino de los 12 años, Francisco es un “muy buen alumno sin tener que hacer mucho esfuerzo”, que se “relaciona de forma fácil con sus compañeros y que se integra en cualquier ámbito, de la escuela al deporte”. “De haber entrado antes”, dice su madre, “dudo que hubiese sido lo mismo”.
Daños en la autoestima
Los profesores de Infantil y Primaria señalan que no se trata de que un niño sea o no capaz de aprender lo que le es exigido en esos años, sino de la forma en la que eso ocurre. Un recorrido fácil o penoso, que puede dejar mella en la autoestima.
“Nuno [nombre ficticio] entró a mi clase con cinco años”, recuerda Raquel Matias, profesora de Primaria. “Todo se le hacía un mundo, no quería sentarse, le aburrían las tareas, solo quería jugar. Primaria se le hizo muy cuesta arriba y en determinado momento siempre estaba triste. Con mucho trabajo en la escuela y en casa, consiguió adquirir las competencias y los conocimientos exigidos, pero fueron cuatro años muy duros para él”.
Al final, todos los especialistas coinciden en que, con más o menos esfuerzo, estos niños alcanzan el mismo nivel de conocimiento que los demás, porque no es una cuestión de capacidades cognitivas. El verdadero problema está en el recorrido que, en la inmensa mayoría de estos casos, se hace más difícil.
Las comparaciones con los demás, la sensación de no dar la talla, el hecho de que siempre haya algo que corregir en los trabajos, son cosas que ocurren a diario en estos niños y que les generan una sensación de frustración constante y pueden dejar marcas e inseguridades durante muchos años.
“Sabemos que la autoestima es algo que se va conquistando a lo largo de los años. Lo queramos o no, los niños van a estar todo el tiempo comparándose con los demás y sintiendo que no son capaces, y rápidamente se les coloca la etiqueta de malos estudiantes. Y, en la inmensa mayoría, el único problema es que no están preparados, porque son muy pequeños, nada más”, insiste Ferraz.
“A nivel emocional es una carga, porque a nadie le gusta sentir que se está quedando atrás, o que siempre necesita ayuda para hacer las cosas, que nunca le salen bien a la primera. Es algo que puede dejar inseguridades que perduren muchos años”, advierte la psicóloga.
Tendencia en aumento
Pese a que todavía no es la opción mayoritaria, la tendencia para que estos niños disfruten un año más de la educación infantil está creciendo en el país. En el curso 2013/2014, solo seis mil niños nacidos entre el 16 de septiembre y el 31 de diciembre se quedaron un año más en la escuela infantil, lo que representaba poco más de un 6% de los pequeños de esas características. Diez años después, en 2023/2024, más del 17% de los nacidos en los últimos meses del año se quedan en Infantil. Una cifra todavía baja, pero casi el triple de la de hace una década.
“Dejar a Jaime un año más en Primaria, para nosotros, fue fundamental”, recuerda Cristiana Gaspar, de 41 años. “Más que a nivel cognitivo, nos preocupaba su integración a nivel social. Siempre fue un niño tímido, reservado, que no entraba en muchos juegos más físicos. En ese último año de Infantil, su desarrollo fue brutal a nivel de confianza, de sociabilidad, de seguridad… Hizo toda la diferencia a la hora de entrar en Primaria”.
Jaime nació el 21 de noviembre de 2013. Echando la vista atrás, Cristiana se alegra de la decisión tomada, sobre todo porque, “una vez que entran en Primaria ya no hay vuelta atrás”. “Hoy día es un niño que disfruta de las clases, buen alumno, y capaz de controlar la ansiedad típica antes de las pruebas o los exámenes. Eso, de haber entrado antes, no sé si sería igual”.
La presión social para la escolarización de los niños, la tendencia a creer que, de no hacerlo, se quedarán atrás, lleva a muchos padres a escolarizarlos antes. “En el 90% de los casos es un error”, dice Paula Gomes, maestra de Infantil hace 40 años. “Nosotros les advertimos, pero no todos nos escuchan”, señala.
Tener desarrollada la motricidad fina, saber coger una tijera y recortar, hablar con claridad y contar una historia sencilla, poder centrarse en una actividad hasta terminarla y tener un nivel básico de autonomía, son competencias ineludibles para que el ingreso en Primaria sea, además de exitoso, placentero.
Motivación y disfrute
“Aprender a leer es algo guay, porque puedes leer los cuentos, puedes leer los subtítulos e ir al cine, puedes aprender muchas cosas en el colegio y eso tiene que ser algo bueno, no puede ser un castigo al que llevarles todas las mañanas, simplemente porque no están listos”, insiste Raquel Matias.
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Para las profesoras, el trabajo de Infantil está infravalorado. “Lo que se hace en la escuela infantil es fundamental para que la escolarización sea exitosa. Sí, los niños están jugando, pero a la vez, desarrollando todas las competencias necesarias para poder disfrutar de Primaria”, explica Paula Gomes.
“El trabajo de las maestras de Infantil está infravalorado y yo creo que deberían tener un papel fundamental y su opinión debería ser la que marcara la decisión”, defiende Matias. En su caso, madre de dos niñas nacidas en los últimos meses del año, lo fue. “La segunda es de diciembre así que ni hubo debate, pero con la primera, que es de finales de septiembre, mi marido tenía más dudas. La conversación con la maestra fue fundamental y hoy sabemos que fue la mejor decisión”.
Para Inês Ferraz, el sistema educativo tendría incluso que repensar la edad de entrada en Primaria, y cita a países como Finlandia, Estonia o Letonia, donde el ingreso se hace a los siete años y cuyos resultados PISA son muy buenos. “No hay nada malo que le pueda pasar a un niño por entrar un año después a Primaria. Al revés, solo va a ganar en madurez y competencias sociales, emocionales y cognitivas”, destaca la psicóloga. “Sin embargo, una entrada prematura puede resultar en mucho sufrimiento innecesario”.