Ray Bradbury, el descendiente de una bruja que no consiguieron quemar

Cuentos - Ray Bradbury

Páginas de Espuma (2025)

Una lista de palabras para empezar a escribir, un consejo literario al estilo de lo que decía Chéjov, aquello de denme un objeto, un cenicero por ejemplo, y haré un cuento. Pero esta vez hablamos de Ray Bradbury y de un trabajo de algo más de año y medio de traducción y décadas de estudio para presentarnos ciento dieciséis cuentos, sí, como oyen, escritos por uno de los putos amos, como decían mis alumnos juveniles en el taller (el otro para ellos era Poe). Ray Bradbury, escritor de mucho más que ciencia ficción, aunque se le haya etiquetado en el género. Por cierto, él solía decir que escribía con la sombra de Poe encima del hombro, mientras le observaban Wells o Burroughs.

Y de la lista de palabras a las que he hecho referencia al inicio, nos habla Laura Fernández en el prólogo de este libro, en edición de Paul Viejo, y con una nueva traducción de todos estos cuentos, realizada por Ce Santiago, con el objetivo de conseguir una unidad lingüística. Una edición avalada por unas viejecitas americanas, hijas del escritor y guardianas de su obra, que decidieron que una editorial independiente como Páginas de Espuma llevara a cabo esta antología. Mil trescientas veintisiete páginas de cuentos de un maestro del siglo XX en el relato. Con dibujos intercalados en el libro, aceptados también por la familia, o sea, las ancianitas, al estilo Bradbury, realizados por Arturo Garrido, autor también de la portada.

Trabajar con lista de palabras, imprescindible para el escritor, puede ser uno de los grandes consejos para otros escritores que tengan pánico a la hoja en blanco. Como recoge en su prólogo Laura Fernández, en un pequeño ensayo con el siguiente título, Date prisa, no te muevas, o la cosa al final de la escalera, o nuevos fantasmas de mentes viejas, el escritor afirma:

“Si alguno de ustedes es escritor, o espera serlo, listas similares, sacadas de las barracas del cerebro, le ayudarán a descubrirse a sí mismo, del mismo modo que yo anduve dando bandazos hasta que al fin me encontré”.

Al parecer este método es infalible y como él mismo reconoció más de una vez:

 “A partir de los doce años escribí al menos mil palabras por día”.  (También en el mismo ensayo).

Bradbury empezó a publicar joven, cuando, oh, felicidad, había revistas que publicaban cuentos y además pagaban por ello. Fue un escritor de éxito temprano, pero no una estrella. Para eso estaba el universo y las constelaciones, a lo que era aficionado y fuente de imaginación. En la vida cotidiana era más bien un escritor casero, familiar, con su vieja máquina de escribir y, al final de su vida, su hija pequeña se encargaba de pasar a máquina lo que le iba dictando. Sigue siendo, al parecer, una empresa familiar, aunque esté su obra en manos de agencias literarias, porque son las hijas, ancianitas ya, las que dan o no el placet. Y en este caso lo han dado, tanto al criterio de selección como a los dibujos que en el libro aparecen.

El orden de estos ciento dieciséis cuentos es cronológico, no tanto en su elaboración como en su publicación original, que no siempre coincidía, dado que el escritor intentaba dar una unidad y revisaba cuentos para su reedición, aunque salieran años después de haber sido publicados en revistas, o bien cuentos escritos anteriormente no veían la luz hasta que él se disponía a publicarlos con otros más.

Bradbury no quiso ser considerado escritor de ciencia ficción, sino escritor a secas. Como él mismo dijo “Yo no escribo ciencia ficción. Sólo he escrito un libro de ciencia ficción, y ese es Farenheit 451. La ciencia ficción es una representación de lo real. La fantasía es una representación de lo irreal”.

Y ese libro que, junto a Crónicas marcianas, son los más famosos de Bradbury, fue escrito en diecinueve días con una máquina de escribir alquilada en una biblioteca, abducido, absorto, prestando atención solo a la historia o más bien, a la “representación de lo real”, si utilizamos sus propias palabras.

Melancolía, nostalgia y emoción, tres características de su obra, según nos apunta Paul Viejo desde el encargo de esta edición. Esto es lo que podemos encontrar, como constante, en su obra. Acaso por ello engancha tan bien con el público joven y no tan joven, acaso por eso su obra trasciende al género para ser considerado ya un clásico. Porque es capaz de recoger lo mejor del ser humano, y también su parte oscura.

En esta antología se han querido seleccionar los cuentos más representativos, los que marcan aspectos del escritor, de su evolución como tal, que ayudan mejor a comprender todo su universo. Ese ha sido el criterio. Y a ello contribuye el realizar una nueva traducción, la de Ce Santiago, enfrascado en ella durante año y medio, para conseguir también una mayor coherencia literaria, para afinar mucho más en ese difícil trabajo que es traspasar a otro idioma todo un compendio narrativo.

El orden propuesto por la edición sugiere leerlos tal y como aparecen, empezando por el primero y acabando por el último, pero eso ya depende del criterio lector, si uno quiere volver a releer los cuentos que componen Crónicas marcianas, o bien saltarse éstos e ir a otros menos conocidos. Ya depende de quien tenga el libro, mejor dicho, volumen, si quiere hacer caso o no, pero la sugerencia ahí queda.

Siguiendo con la lista de palabras: muchas de ellas, con las que jugaba el escritor, las podemos imaginar por los títulos de los cuentos, donde se las van a encontrar: viento, guadaña, caracola, tarro, nave, esqueleto, lápida, noche, picnic, verano, casa, araña, niño, cisne, cristal, fruta, cohete… Ya saben, si se sienten vacíos, si no saben de qué escribir, piensen en palabras. Al fin y al cabo la literatura se expresa con ellas.

Por cierto, Bradbury era descendiente de Mary Bradbury, una bruja que se dio a la fuga y evitó ser quemada con el resto de brujas de Salem, y murió de muerte natural en 1700. Qué maravilla. Él ha hecho cierto ese eslogan que se lee en algunas concentraciones feministas, la de ser descendientes de las brujas que no pudieron quemar. No es de extrañar esa expansión mental, intuición y punto de denuncia de este escritor, que siempre tuvo aspecto de niño grande hasta el final de sus días. En honor a ella usó su apellido para firmar las obras, ya que le hubiera correspondido hacerlo con el paterno, Spaulding.

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Solo me queda aconsejar que corran a las librerías, pues ya se puede encontrar en ellas, para deleite de todos los amantes de la lectura, de la literatura y de la ciencia ficción, porque, aunque el no se considerase un escritor de género, aquí dejo algunas opiniones, de admiradores y seguidores suyos.  Stephen King dice de él: "Ray Bradbury escribió todo un universo y lo hizo caber dentro de un libro. Uno pequeño, pero con tamaño de universo."

Steven Spielberg, por su parte, cuenta: "Él fue mi musa para E.T. Llamé a Ray para preguntarle si podía leer el guion de E.T. Me llamó de vuelta como a los cuatro días y me dijo: 'No'. Le pregunté: '¿Por qué no, Ray?' Y me dijo: 'Porque voy a llorar, y no quiero llorar frente a ti'."

* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto(Menoscuarto).

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