PP y Vox se lanzan al campo extremeño para conquistar voto socialista de las zonas rurales
“Ahora los hijos de los parceleros, esos que se han ganado la tierra con el sudor de su frente, se arriman a la extrema derecha. ¿Por qué? Porque la gente joven ve en esos mensajes de los ultras una respuesta a sus carencias. No cuesta ningún trabajo decir lo que hace falta. Las respuestas que se dan desde esos discursos son anodinas, pero da igual, porque calan. Los jóvenes lo que buscan es un referente, y en la izquierda no lo encuentran. A la gente mayor no la convencen tanto, pero, en general, la tendencia es más conservadora, porque cuando se siente que hay inestabilidad, pérdida de credibilidad o las aguas se revuelven, lo que se quiere es conservar lo que se tiene, agarrarse bien a lo que hay para no perderlo”. Es el análisis de Cecilia Carrasco, secretaria de Fademur (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales) en Extremadura, que conoce en profundidad y de primera mano qué ambiente se respira en el campo.
Hace esta reflexión de cara a la campaña electoral del 21D, que acaba de empezar y cuyos resultados regionales marcarán el nuevo ciclo político a nivel nacional. La principal batalla está a la derecha del tablero: el PP quiere mayoría absoluta para no depender de Vox y Vox hacerse más fuerte para marcar el paso. Por eso ambos, más allá de disputarse a sus votantes naturales, pretenden ampliar su área de influencia. El objetivo es atraer a desencantados del PSOE. Y uno de los principales focos está puesto en el mundo rural, clave en Extremadura.
Carrasco explica lo de los parceleros: “Aquellos agricultores que en su momento tuvieron acceso a tierras en los pueblos de colonización. Ahora son propietarios de cuatro o cinco hectáreas. Son explotaciones familiares”. Y hace su radiografía de cómo funciona la ideología política en el campo: “El regadío siempre ha sido más progresista porque se necesita más novedad, más avance, más tecnología. Son cultivos más sociales. El secano es más conservador, y ahora más todavía”.
El cambio climático
“¿Quién puede negar ya el cambio climático? Solo hay que ver cómo llueve”, expresa, por su parte, Juan Moreno, un histórico en Extremadura de COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) en referencia a los discursos de Vox. “En el campo pasa lo que en todas partes, que el mensaje de la extrema derecha llega a los jóvenes sobre todo a través de las redes sociales”, asegura. “Y después esos ultras le dicen al agricultor lo que quiere escuchar, más teniendo en cuenta que las políticas de Bruselas no gustan nada”, añade.
Justo ahí Vox cree haber encontrado un caladero. Uno de los argumentos más repetidos en esta campaña será el rechazo al Pacto Verde europeo, resaltando que es un acuerdo apoyado por PSOE y PP. "Hay que eliminar las políticas verdes que machacan el campo extremeño", repiten una y otra vez.
En ese intento de dominio de lo rural se presentan también como el partido de las tradiciones defendiendo, por ejemplo, la caza y los toros. Pero la realidad es que en Extremadura el PSOE —al igual que el PP— siempre ha apoyado ambos sectores a sabiendas de que son, igualmente, votos.
Lo cierto es que en el intenso recorrido que ya están llevando a cabo por numerosos pueblos de Cáceres y Badajoz son ellos mismos los que insisten: “Habrá trasvase de votos desde el PSOE”.
La respuesta desde el otro lado la da, por ejemplo, el alcalde socialista de Hernán Pérez (en la provincia de Cáceres, 411 habitantes): “Abascal viene a Extremadura a conquistar el voto rural diciendo no a la inmigración en unos pueblos que necesitarían miles de inmigrantes para poder levantar miles de hectáreas abandonadas y llenar miles de casas vacías”, expresa.
“Abandono institucional”
La socióloga y profesora de la Uex (Universidad de Extremadura) Beatriz Muñoz da varias claves del contexto actual: “El campo siente abandono institucional. El mundo rural percibe que recibe pocos recursos. Esa sensación generalizada de desamparo se traduce en ‘zona de disputa’ para los partidos”. Al respecto, explica: “El PP ya ha identificado al campo como uno de los más descontentos y lo ha colocado como objetivo prioritario: primero la agricultura, después la transición ecológica”.
Del mismo modo, añade: “Además, hay desconfianza hacia las regulaciones de la Unión Europea y, en este caso, el mensaje de la ultraderecha es que se quiere ‘estrangular’ al pequeño agricultor, generando inseguridad y enfado. Si a eso se añade la incertidumbre por los bajos ingresos, los precios de mercado volátiles y la narrativa de ‘nosotros contra la burocracia’, pues el mensaje que queda es: estos sí nos van a defender”.
Habría que destacar, al respecto, que la extrema derecha ya ha ocupado en diversas autonomías consejerías relacionadas con el campo. En Extremadura fue la de Gestión Forestal y Mundo Rural, dos competencias que el PP sacó de Agricultura para crear esta nueva cartera.
La ‘guerra’ entre campo y ciudad
Muñoz destaca también la ‘guerra cultural’ entre campo y ciudad teniendo en cuenta que en Extremadura casi la mitad de la población vive en localidades de menos de 10.000 habitantes: “Parte fundamental de los populismos es contraponer lo rural y lo cosmopolita; esto último lo identifican con ecologistas, feministas o urbanitas. Esa dicotomía simplista puede generar adhesión en quienes sienten que su forma de vida y su identidad están siendo denigradas desde las élites urbanas”.
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Esta socióloga resalta, en este sentido, la “falta de alternativas”. “Si los partidos de izquierda no logran ofrecer políticas de rejuvenecimiento rural que incluyan servicios públicos, precios justos, inversión o dignidad laboral, la desilusión puede favorecer al mensaje de la derecha”.
No obstante, sí quiere hacer un matiz y destacar el papel de líderes como Irene de Miguel, de Unidas (la confluencia de Podemos, IU y Alianza Verde), “porque ha entendido que si no están ellos explicando las cosas, otros ocuparán su sitio”.
Expuestas las observaciones, Muñoz resume: “La estrategia de captar votos en el campo tiene muchas posibilidades de éxito, sobre todo si se logra conectar emocionalmente con el enfado, la identidad y las tensiones. Todo dependerá de la capacidad de estos partidos para transformar promesas en percepciones reales de protección, apoyo y mejora de vida”. No obstante, apostilla: “También hay límites al discurso de la derecha. No todo el mundo rural ve las cosas igual: hay generaciones nuevas e inquietudes diferentes que tienen en cuenta el cambio climático, la sostenibilidad o los derechos laborales”.