¿Qué podemos aprender de los conservadores?
¿Tiene que aprender la izquierda algo de los conservadores, del pensamiento conservador?
Preguntémonos primero qué es el conservadurismo. Una buena definición ofrece Corey Robin en su libro La Mente Reaccionaria: “El conservadurismo es una reacción, aunque esa reacción no se ha entendido bien; consta de dos partes, la primera es una crítica y una reconfiguración del antiguo régimen y la segunda consiste en una absorción de las ideas y tácticas de la propia revolución o reforma a la que se opone”, y añade Robin: “ Lo que el conservadurismo quiere conseguir a través de la reconfiguración de lo viejo y la absorción de lo nuevo es convertir el privilegio en algo popular y transformar el viejo régimen en un movimiento de masas dinámico e ideológicamente coherente”.
Desde la reacción contra la Revolución Francesa de Edmund Burke hasta los actuales centros de pensamiento, fundaciones, universidades y pensadores, el pensamiento conservador no ha dejado de adaptarse, de innovar siempre respondiendo a nuevas ideas y acciones de la izquierda o de los movimientos sociales. ¿Si la derecha ha aprendido de la izquierda y ha adoptado formas de organización de ésta, por qué la izquierda no puede aprender de la derecha? “Lo que el conservador aprende de la izquierda es el poder de la acción política y la potencia de las masas, descubre que la desigualdad es una creación humana; el populismo de derechas apela a la masa sin perturbar el poder de las elites, y ese populismo ha existido siempre”, resalta Robin.
Tres son los aspectos del pensamiento conservador de los que la izquierda tiene algo que aprender de la derecha, en mi opinión, y siguiendo a Robin.
Restaurar lo perdido
¿A qué colectivos, grupos o personas se dirige el conservadurismo? Se dirige a los que han perdido o temen perder algo por poco que sea, propiedades, privilegios, supremacías, autoridad no cuestionada, posición, pérdida de algo obtenido ilegítimamente. Según Andrew Sullivan, el conservadurismo no es el partido del orden sino el partido del perdedor, y su objetivo no es la preservación o la protección sino la recuperación o la restauración.
La derecha sabe muy bien apelar al temor a la pérdida que los proyectos de la izquierda puedan causar, aunque la mayor parte de las veces son ficciones creadas por la propaganda conservadora; siempre se ha explotado muy bien este temor.
Un ejemplo reciente se ha dado en Chile en la campaña por el referéndum constitucional.
El sistema de pensiones en ese país es privado, instaurado por Pinochet, y es gestionado por las Administraciones de Fondos de Pensiones (AFP). Los resultados están siendo penosos para los ciudadanos, pensiones muy bajas, y un negocio fabuloso para las financieras privadas. De ahí que la reforma del sistema hacia uno público y solidario fuera un objetivo de la nueva constitución.
Durante la pandemia, el gobierno derechista de Piñera, en lugar de ofrecer ayudas a los ciudadanos, permitió que se pudiera detraer individualmente un 10% de los fondos para hacer frente a las necesidades. Consistió en una perversión total del sistema, ya que la solución o ayuda momentánea fue a costa de penurias futuras. La retirada de ese porcentaje se permitió dos veces, con lo que las aportaciones de muchas personas se redujeron en un 20%. Se propuso una tercera vez, ya con el gobierno de Boric, quien se negó a autorizarlo, porque, de seguir así, muchos futuros pensionistas estaban abocados a una miseria total.
La derecha, y las mismas AFP, lanzaron una campaña muy bien articulada, diciendo que el gobierno de Boric estaba quitando a los chilenos lo que era suyo y de paso criticar el futuro sistema público solidario, señalando que las aportaciones eran de cada usuario y solo de cada usuario, que tienen derecho a disponer de lo suyo cuándo y como quieran. La campaña prendió e influyó, no sabemos hasta qué punto, en los resultados del referéndum. Las enseñanzas para la izquierda de esta estrategia de la derecha, que utiliza siempre, son obvias.
Pensamiento táctico y adaptativo
Dice Robin que el conservador pide a sus seguidores lo que siempre han hecho, aunque mejor y de otro modo. El resultado es que la contrarrevolución no requerirá de la misma perturbación que la causada por la revolución o la reforma. El sacrificio será pequeño y la recompensa grande.
Reflexión que nos lleva a otra de las características del pensamiento conservador y su forma de enfrentarse a la realidad. “Desde Burke ha sido motivo de orgullo entre los conservadores que el suyo sea un modo contingente de pensamiento: A diferencia de la izquierda, los conservadores no despliegan un plano antes de que se produzcan loa acontecimientos. Leen situaciones y circunstancias, no libros o textos; prefieren la adaptación y la intimación en vez de la aserción y la declamación", recuerda Robin.
La derecha sabe muy bien apelar al temor a la pérdida que los proyectos de la izquierda puedan causar, aunque la mayor parte de las veces son ficciones creadas por la propaganda conservadora
Hay cierta verdad en la afirmación de que la mente conservadora es muy ágil y presta atención a los cambios de contexto y fortuna, mucho antes de que otros se den cuenta de lo que ocurre; posee un virtuosismo táctico que pocos pueden igualar; es sensible a los movimientos de poder porque siempre está vinculado al mismo. La izquierda, en cambio, tiene muchas dificultades para entender y adaptarse a la realidad. El orden social es complejo y está estratificado por siglos de sumisión y poder, nos recuerda Robin. La razón niveladora de la izquierda hace a este orden más simple, pero pierde muchos matices, muchas realidades que no se tienen en cuenta.
La inconsistencia ayuda
Antes de ser presidente, Trump escribió un libro, El Arte de Negociar, que fue éxito de ventas, donde expuso su pensamiento. En realidad el libro no lo escribió Trump, sino un negro literario llamado Toni Swartz, quien dijo de su libro: “puse pintalabios a un cerdo”.
Como persona que piensa de sí mismo que es grande, Trump cuenta que hay quienes piensan a lo grande y quienes piensan en pequeño. Lo que le entusiasma es la lucha de los mejores hombres por el poder y la posesión, tratar con los más duros, vencer al otro en el campo de batalla de los negocios. No obstante, en la vida real perdió más de un negocio importante; a pesar de su afán por la negociación, siempre amenazaba con pleitos, puso más de 4.000 en su carrera de hombre de negocios, aunque en último término procuraba llegar a un acuerdo.
Trump, sin embargo, tiene una fórmula para dirigirse a la gente: “La clave final que promuevo es la bravata. Actúo con la fantasía de la gente que no siempre piensa a lo grande sobre sí mismo, pero puede emocionarse mucho con quienes así lo hacen. Por eso, un poco de hipérbole nunca viene mal: la gente quiere creer que algo es lo más grande, lo mejor, lo más espectacular: lo llamo la verdad hiperbólica”.
Lástima que lo que él llama verdad haya sido, la mayor parte de las veces, mentira y engaño, eso sí hiperbólica.
Opina Robin que el Partido Republicano nunca hubiera dado el poder a Trump hace unas décadas porque en esos años estaba tratando de derrotar a la izquierda. Solo dio el poder a un irresponsable cuando ésta había sido derrotada.
¿Habrá sucedido lo mismo en la Comunidad de Madrid? ¿Tienen el poder personas inconsistentes e irresponsables porque la izquierda está derrotada desde hace años en Madrid? Pensémoslo y actuemos.
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Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre.