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La Cámara del 4%

Antoni Cisteró

Estas líneas quieren reflejar la preocupación por el funcionamiento de un órgano que hasta hace poco todo el mundo consideraba modélico. Quizá sí, pero ¿qué modelo?

No pongo en duda la validez de los resultados de las elecciones a la Cámara de Comercio de Barcelona, sino la vigencia de un modelo que de repente nos ha mostrado sus vergüenzas. Porque sí, da vergüenza, propia y ajena. Acerquémonos para reflexionar sobre ello.

La participación en estos comicios ha sido del 4,55%. ¿Podrán los ganadores hablar también del “mandato popular”? (o en rigor, del mandato del conjunto del mundo empresarial de Barcelona) No solo lo asumen, sino que, para más inri, demuestran su satisfacción por el crecimiento de la participación, ¡qué se ha doblado! ¿Hablamos de legitimidad? Ni los de ahora ni los de antes pueden presumir de ella, por legal que sea.

En efecto, más allá del curioso privilegio de que quien pagaba 75.000€ tenía derecho a estar en la Junta, el que los que hasta ahora mandaban en el cotarro lo hicieran con menos del 2% de las empresas implicadas da una idea de su poca consideración por la voluntad del empresariado (de todo él), pero también, y lamentablemente, del nivel empresarial que tenemos. La labor de la Cámara de Comercio, en teoría, es relevante, puede beneficiar o perjudicar a diversos sectores de la economía y también a otros organismos (como el Puerto de Barcelona, por ejemplo). ¿Se consideraba peligroso el acceso a los procesos decisorios de los socios de la Cámara? ¿Era el reflejo de un contubernio entre cuatro, sin ningunas ganas de fomentar el juego de dos vías tan reclamadas en otros ámbitos: transparencia y participación?

Y ahora, con cara incrédula, ven cómo, simplemente movilizando al 2% del electorado, la gestión de la Cámara, y por extensión de otros organismos público-privados, será gestionada por un grupo de influencia preocupado por sacar el país de su ámbito natural de negocio: España y la Unión Europea.

Ni que decir tiene que es una muestra más de la táctica de infiltración del independentismo en ámbitos más allá del puramente político. Desde tiempo atrás se había producido en la cultura, y ahora dan un paso de gigante en la economía. En paralelo a la inoperancia insultante del Govern, y aupado por la desidia de los líderes empresariales, el independentismo es coherente con sus postulados al intentar encontrar apoyos en todas partes. No es nada nuevo, solo hay que ver como actuó (y actúa) el Opus Dei en ámbitos más amplios. Pero es preocupante que mientras los líderes políticos de esta opción (que hay que decir que es legítima, pero irreal), reconocen en público que la república independiente de Cataluña va para largo, organismos claves para la convivencia y el progreso (no solo la Cámara, cabría aplicarlo también a los medios de comunicación), quieren dar un salto precipitado a un futuro que, hoy por hoy, está vacío. No lo caricaturizo: podemos asumir que la candidatura ganadora ha obtenido la diferencia entre los votantes de los anteriores comicios y los actuales, lo que sería unos 12.000 votos, ¡sobre un total de 423.000! ¿Se puede querer influir en organismos tan críticos para el país como el Puerto, la Zona Franca o las universidades, representando a lo sumo el 2,84% del empresariado del que dicen surgir?

Pueden pasar dos cosas: que los políticos relacionados con dicha opción sean sinceros cuando afirman que ahora se precisa dialogar, ampliar la base, dado que la república es un objetivo legítimo pero lejano. En este caso, si la tarea de los representantes de menos del 3% del empresariado, los que consideran que “están seguros de la inminencia de la independencia”, es ir compulsivamente a lo suyo (“tenemos prisa” es una frase recurrente), el proceso no solo perjudicará al país, sino también a la dura tarea política de dar sentido, con el tiempo que haga falta, a una opción independentista razonada y fundada en hechos reales y no en sueños húmedos.

La otra posibilidad es que mientan, que los líderes quieran seguir jugando a juegos virtuales, a pesar de haber dilapidado todo el capital (el suyo y el nuestro). Si toma cuerpo esta segunda opción, el resultado puede ser el mismo que hubo en el primer envite del 2017: más empresas que desertan, reticencia del gobierno central y de los organismos europeos (ahora ya advertidos) y, por lo tanto, una crisis social y económica que Cataluña no merece.

Para acabar, hagamos política-ficción extrapolando estos resultados de la Cámara de Comercio de Barcelona a unas hipotéticas elecciones al Parlament de Cataluña. De un censo aproximado de 5.348.000 votantes, la clave la tendrían los elegidos por un 2,84% del electorado, o sea, unos 150.000 votos, censo aproximado de las comarcas de Osona (Vic) o Alt Empordà (Figueres). Llevando el juego al extremo, cosa no tan peregrina hoy en día, solo precisarían desmotivar al resto de la población (o expulsarla a empujones), convenciéndola de que, dado que el proceso es irreversible e inminente, no vale la pena molestarse en ir a decidir nada con un trozo de papel. Como dijo Aristóteles: La elección y no la casualidad determina tu destino.

Vayamos pues a votar, lo que sea, el próximo día 26. Muchas gracias. ______________

Antoni Cisteró es socio de infoLibre

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