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El cementerio del Mar Menor (anoxia y ecocidio)

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Ángel Lozano Heras

Lo hemos visto con nuestros propios ojos, no por la televisión ni en la prensa. Lo hemos sentido personalmente: miles de peces muertos con un olor hediondo. Más de cinco toneladas asfixiadas: estrellas de mar, pepinos de mar, anémonas, anguilas, doradas, lubinas, cangrejos, erizos, equinodermos, peces alevines de varias especies, camarones y otros crustáceos… Todos amontonados llenaban las golas del Mar Menor.

Nadie se otea bañándose en las playas del Menor (más de diez playas cerradas ya). Sin pescadores, chiringuitos vacíos, ni veleros, ni barcos, ni motos acuáticas, ni residentes, ni turistas.

Apenas, raramente, se ve al norte de La Manga algún que otro caballito de mar. No los hemos visto por la gola de Marchamalo, pues ya desaparecieron hace décadas en muchas zonas de una albufera tocada de muerte. Los ecologistas venían alertando de ello desde 1990 y ningún gobierno regional les hizo caso.

La anoxia, otra vez como en 2019, es el fenómeno que ha matado a miles de peces en el Mar Menor. Las organizaciones ecologistas de la zona apuntan al ecosistema y a la falta de oxígeno como razones principales de este descalabro. Aunque el presidente autonómico López Miras pregona otras teorías. Pero querer “esconder la anoxia como una 'catástrofe natural' a tu propio pueblo siendo presidente de la Región es rastrero”.

El proceso podrá cronificarse si continúan llegando a la laguna nutrientes de los abonos usados en la agricultura, advierten varios informes científicos y del Gobierno.

La última ministra de Agricultura de Mpuntorajoy, García Tejerina, estaba vinculada a la empresa de fertilizantes Fertiberia que patrocina La Vuelta a España que pasaba por La Manga. Y esta exdirectiva de la industria agroquímica apoyó en Europa el freno a la bajada de nutrientes tóxicos en los fertilizantes.

Pero los políticos son muy tozudos y nunca aprenden, porque esto ya lo escribíamos en el verano de 2016: 

“Llevo veraneando con mi familia en La Manga del Mar Menor —y en algunas otras fechas también— más de 45 años; prácticamente desde 1970. Entonces La Manga era un lugar paradisíaco donde un sheriff, con sombrero, a caballo y con perro, patrullaba la única carretera que recorría el largo brazo, o lengua, de arenales. Había incluso —donde ahora se ubica el ancla de las oficinas del IMSEL— una garita de acceso con barrera manual que controlaba el paso de los transeúntes…

Pero ahora el Mar Menor está herido de muerte y su salvación sería ya un milagro a largo plazo, muy a largo plazo. La laguna tiene difícil recuperación. No todo es culpa del pequeño agricultor ni de las cooperativas y cada vez más de las grandes empresas multinacionales. Y tampoco del comerciante avaro, ni del explotador de turismo, ni de las grandes superficies comerciales, ni de las inmobiliarias ni de las entidades financieras. Pero algún pecado tendrán. Es un escándalo la inercia actual del Gobierno de la Región, especialmente en las consejerías de Fomento, en la de Agricultura y en la de Turismo. Su ineficacia administrativa —y sus mentiras— para salvar la laguna claman al cielo y se exige de ellos responsabilidades penales y políticas. La Asamblea Regional debe tomar cartas en el asunto de forma urgente y decidida, sin componendas. Que cada palo aguante su vela”.

Eso decíamos ya hace años, pero ahora, hoy día, esa reflexión y esa puñetera y catastrófica realidad se multiplican por diez.

Y con perdón para los o las que se ofendan, esa odiosa leyenda urbana de cara o culo viene aquí a cuento, muy a cuento. ¿Usted qué quiere, señor Miras? O economía insostenible con una agricultura salvaje o economía sostenible con un turismo de calidad mínima al menos.

Que dejen de acusarse mutuamente de la inacción. Eso sí, si el Gobierno de la Región de Murcia no quiere o no sabe actuar contra el ecocidio del Mar Menor, lo tendrá que hacer el Gobierno de España ya urgentemente.

El campo de Cartagena es una gigantesca máquina de regadío operada por agricultores, cooperativas y cada vez más por grandes empresas, multinacionales de capital extranjero o directamente por las grandes superficies comerciales, que cultivan la tierra en propiedad o en régimen de arrendamiento a propietarios de menor tamaño.

Las fotos de hace unos días con el final de etapa en La Manga de la vuelta ciclista a España y las manifestaciones de “SOS La Manga”, reflejan la gran contradicción socioeconómica que sufre la laguna y la Región murciana: los agricultores contaminan mediante el uso de los agroquímicos y la ciudadanía ha reaccionado teniendo claro que hay que defender un ecosistema único frente al modelo intensivo y agresivo de agricultura.

El lobby de la agroindustria intensiva y el de la construcción especulativa han transformado La Manga y sus alrededores en “un nido de abejas urbanístico”. En vez de haber sido un modelo mundial de turismo y agricultura ecológica se ha convertido en un dislate local de desmoralizadoras consecuencias.

La única forma de acabar con este desastre y pararlo de cara al futuro es controlar la entrada masiva de nutrientes de origen agrícola. Y es que son los vertidos los máximos culpables, y ahí es donde esencialmente se debe actuar.

Hay que regular urgentemente los herbicidas y todos los contaminantes que están llegando a la laguna procedentes de los excesivos vertidos agrícolas.

Y eso es independiente de que haya ayudas económicas para paliar esta colosal catástrofe, subvenciones por daños y compensaciones para las administraciones, exenciones del IBI, etc.

O sea, que patatín, patatán, como quiere únicamente Miraslope, sin atacar de lleno la raíz del problema.

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Ángel Lozano Heras es socio de infoLibre

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