La chapuza chipriota

Carmen Andrés Iglesias

Chipre se salva de la quiebra, pero pone a sus ciudadanos en el punto de partida de una loca carrera hacia la ruina económica. Bienvenidos. Y de esta ruina física a la ética solo media un pistoletazo de salida. No faltó el desaguisado y la improvisación. Esta vez de la mano del presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, quien dejó caer a Reuters y al Financial Times que la receta aplicada en Chipre será la que se prescriba a partir de ahora a otros países en situación similar. Sus palabras cayeron como un mazazo y la reacción no se hizo esperar: las bolsas, sobre todo las española e italiana, se desplomaron ante la evidencia de que tener el dinero en el banco es bastante parecido en resultados prácticos a dárselo en mano a un ladrón. Para evitar que la tormenta se convirtiera en tornado y que saltara por los aires la poca credibilidad que le queda a las autoridades europeas y monetarias, tanto monta, una breve nota desmentía al (ir)responsable europeo asegurando que la solución final dada por Bruselas al capítulo chipriota se ha hecho a medida y que no se utilizará dicho modelo o plantilla para otros países. Pero la semilla germinó rápido y España, Italia o la todavía más empobrecida y rescatada Grecia volvieron a sentir desde el borde del abismo la brisa que se eleva desde la sima.Y de poco o nada sirve que Angela Merkel encuentre el acuerdo de lo más ideal. La desconfianza ha solidificado. The Economist lo ve así y mi vecino, que ha llevado una vida sin excesos y tiene sus ahorros de toda la vida en el banco para cuando haga falta o dejárselo a los hijos, que confía en el chico de la caja de ahorros cuando le asesora sobre algún producto porque “en la cuenta no da nada”, mi vecino digo, tampoco se fía ya y dice que se va a ir al Caribe y que este dinero que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos.

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