Cóctel fascistov

Verónica Barcina

En un cráneo vacío, verter 1/3 de odio, 1/4 de fanatismo, 1/5 de violencia y 220 ml de ignorancia; agitar con energía durante dos minutos. Macerar en un mortero de madera un tallo de manipulación, una raíz de estupidez, tres brotes de insensatez y dos ramitas de bulos. Batirlo todo hasta alcanzar la consistencia de la mayonesa. Verter encima una capa de impunidad líquida previamente hervida y dejar enfriar el tiempo justo de rezar un rosario mientras se quema incienso. Espolvorear perfidia molida al gusto, adornar con banderas del águila de San Juan, lábaros del Corazón de Jesús, enseñas carlistas y servir en vasos fríos.

No se trata de la receta de una concursante facha de MasterChef, ni de la pócima ancestral transmitida por sus antepasados al invitado del vocero de extrema derecha Iker Jiménez, ni siquiera es la fórmula de un experimento realizado en El Hormiguero. Son los ingredientes que destilan las declaraciones de abascales, ayusos, feijóos y tellados; son las proclamas reiteradas por los medios y redes sociales afines a las derechas, es el olor que desprenden la justicia y la policía patrióticas. Es el cóctel que envenena y avergüenza a las gentes decentes de pueblos como Torre Pacheco, Jumilla, Molina de Segura y muchos otros.

España cuenta con una dilatada tradición de charlatanes, cuentistas, embaucadores, falsarios y embusteros. Es un país saturado de cuñados que frecuentan bares y tabernas para pimplar argumentarios y vomitarlos, que acuden a la peluquería para recortar y poner mechas a las neuronas, que van a misa sólo a pasar lista y pavonearse… un rebaño cuya patrona bien podría ser La vieja del visillo. Las derechas lo saben y lo explotan, conscientes de la regresión intelectual que afecta a la sociedad en general y a la juventud en particular.

Los ingredientes para el cóctel son fáciles de encontrar o, peor, difíciles de esquivar. Los medios y las redes bombardean insistentemente con ellos desde muchos flancos, a veces sin venir a cuento. El negocio y escuela de borregos en que han convertido el fútbol, por ejemplo, lo mismo sirve para vender peinados, que para hablar sin decir nada y para polarizar a la gente permanentemente. En la primera jornada de liga, España ha visto la estupidez capilar de Lamine Yamal y se han batido las navajas tertulianas por la actuación arbitral en el primer partido del Barcelona. Fanatismo estúpido para el aprendizaje callejero.

Al margen de estos brotes de manipulación, servidos en horarios de máxima audiencia por todos los canales gratuitos y de pago, el odio, la violencia, la insensatez y la ignorancia son la dieta a la que las derechas someten a toda la población, inoculando el veneno de los bulos sin el menor asomo de vergüenza. Mentir es gratis; y muy efectivo cuando el aparato mediático y algunos despojos ajados de la farándula, que luchan así para postergar el olvido del público, actúan a una, sin fisuras, para reforzar a la maquinaria partidista.

El odio, la violencia, la insensatez y la ignorancia son la dieta a la que las derechas someten a toda la población, inoculando el veneno de los bulos sin el menor asomo de vergüenza

Sollastres irresponsables, la derecha no duda en recurrir a la cocina creativa añadiendo ingredientes del recetario de Goebbels y el toque de cinismo etílico de Miguel Ángel Rodríguez perfeccionado en el laboratorio de FAES bajo la dirección del cocinillas Aznar. A pesar de su dilatada experiencia en desastres de gestión durante la gestión de desastres, no dudan en señalar a otros como culpables de sus errores y horrores, letales en ocasiones.

Escuchar a Feijóo, Ayuso y al propio Mazón acusar a Sánchez de los muertos de la dana o de los incendios en comunidades con la lucha contra incendios recortada por PP y Vox es de un cinismo equiparable al manoseo electoralista de las víctimas del terrorismo y a las acusaciones de corrupción lanzadas contra el Gobierno por quien es presidente del único partido condenado por tal práctica gracias a la corrupción en el entorno familiar de Ayuso.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

En un cráneo vacío, verter 1/3 de odio, 1/4 de fanatismo, 1/5 de violencia y 220 ml de ignorancia; agitar con energía durante dos minutos. Macerar en un mortero de madera un tallo de manipulación, una raíz de estupidez, tres brotes de insensatez y dos ramitas de bulos. Batirlo todo hasta alcanzar la consistencia de la mayonesa. Verter encima una capa de impunidad líquida previamente hervida y dejar enfriar el tiempo justo de rezar un rosario mientras se quema incienso. Espolvorear perfidia molida al gusto, adornar con banderas del águila de San Juan, lábaros del Corazón de Jesús, enseñas carlistas y servir en vasos fríos.

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