Librepensadores

Destellos de humanidad

Antonio García Gómez

Destellos de humanidad y coraje, sin esperar recompensa alguna, desde el baluarte de la fraternidad y la compasión, sin medir las consecuencias, desde la valentía de quienes se deciden a hacer lo que sienten, lo que deben, porque creen, porque tal vez fuera a valer la pena el sacrificio…

Y son tantos los héroes anónimos, las mujeres y los hombres imprescindibles a lo largo de los tiempos, a lo largo de la historia, aunque miles de ellos hayan caído en el olvido, cuando la memoria es tan cicatera, miserable y cobarde, cuando se ponen pegas a volver ¿a la guerra del abuelo?, cuando resulta que probablemente cayeran los mejores, los más valientes, los más humanos.

Recuperado de la desmemoria, dolosa y culpable, el recuerdo agradecido y eterno de uno más de esos héroes anónimos: el del farero Anselmo Vilar, titular del faro de Torre del Mar en los años 30, que decidió apagar la luz que debería haber iluminado las noches de los días 6 y 7 de febrero de 1937, cuando miles de malagueños, a la desbandá, civiles e inocentes, huían de su ciudad, Málaga, ante la inminente entrada de las tropas facciosas en la capital malacitana, se calcula que cerca de 120.000 personas, por la carretera de la costa, en dirección a Almería, espantados, masacrados, víctimas de la macabra intención de acabar con todos ellos.

Siendo un blanco fácil para el bombardeo procedente de los cruceros Canarias y Almirante Cervera y también para el fuego racheado y ametrallador de los aviones italianos que coadyuvaban a la tarea matarife; a merced pues las gentes indefensas y desarmadas de los tiros y bombazos, convertidas en tan fáciles dianas para quienes intentaban hacer una masacre ¿ejemplar?, a las órdenes directas del golpista Queipo de Llano, para mayor honor y victoria del ¿glorioso? alzamiento.

Y contra ese horror, el farero Anselmo Vilar decidió apagar su faro, convirtiendo en una zona negra los parajes de Almayate, Torre del Mar, La Caleta y Algarrobo costa, para que se contabilizaran “muchas menos bajas” que en el resto del recorrido, en la infausta desbandá, sobre la que los cruceros asesinos disparaban a una distancia que se aproximaba a los 500 metros de la costa, en un tiro a las víctimas que trataban de escapar realmente espeluznante.

Naturalmente el farero Anselmo Vilar terminó pagando con su vida tal muestra de coraje y humanidad, siendo fusilado en Vélez Málaga en la noche del 9 al 10 de febrero de 1937.

Y aún hoy, sigue apagado su recuerdo y su memoria, a expensas de que prácticamente a título personal se vayan recobrando estos comportamientos de arrojo y humanidad, de nuevo, en miedo del horror y la maldita vesania de quienes intentaron acabar con el adversario matando, asesinando, arrasando, destruyendo, devastando… inoculando el odio y el miedo… ¿a partes iguales?

Por eso el sentido y el interés de estas líneas, sentidas y emotivas, por Anselmo Vilar, por tantos y tantos que emergieron mostrando su humanidad, su fraternidad, su sentido de la justicia y la igualdad, por quienes más indefensos corrían a la desbandá, como siempre, como ahora, huyendo de la maldad humana con nombres y apellidos, de igual manera que la bondad, por descontado humana y muy humana, también con nombre y apellidos, vengan de África, de Siria, malvivan en Palestina...

Desde el respeto y la admiración, desde la memoria que no quiere renunciar al recuerdo de sus mejores, de quienes fueron imprescindibles, desde su anonimato, desde su entereza moral, por quienes siguen siendo “imprescindibles”.

¡Salud y República! ____________

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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