Librepensadores

Diálogo sí, pero ¿con quién?

Antoni Cisteró

Por fin. Hablan. En representación de sus respectivos partidos y de millones de electores, es posible que lleguen a un acuerdo. ¿Llevará ello a hablar del tema catalán? ¿Se establecerá el diálogo? ¿Quién estará capacitado para sentarse a la mesa? ¿Quién puede dinamitarla?

Para participar en la partida, será preciso ir con las manos por delante, a poder ser con las cartas bocarriba, sin faroles y sacada la capucha. Pero lo que sí imposibilitará el sentarse a la mesa es seguir con la mochila a cuestas. Y esta mochila se llama: votos abducidos por gobernantes-alborotadores.

¿Podrá Torra llamar diciendo que se va a retrasar porque está terminando de cortar una carretera? ¿Será útil para alcanzar un mínimo acuerdo sobre Cataluña el que, diga lo que diga su representante, se sepa que, al margen, pero espoleado por él, hay un colectivo dispuesto a reventar lo que se le ocurra, en el momento menos oportuno? ¿Hasta cuándo el lema de Puigdemont: “cuanto peor [para todos, catalanes incluidos], mejor [para mí]”, seguirá impidiendo cualquier invitación a una mesa de diálogo? Dos hechos invitan a la reflexión:

Primero: paso por la Plaza Universidad de Barcelona, con la Gran Vía cortada al tráfico. Letreros varios, entre ellos: “Las calles serán siempre nuestras”. Y reflexiono: ¿nuestras? ¿De quién? Que haya un “nuestras” significa que hay unos “otros”, no poseedores del bien. Es equívoco, ya que, si hablara la totalidad de la ciudadanía, también diría: las calles son nuestras, esta vez con razón, lo que no quita que la Administración regule el tráfico en ellas.

Asumamos que, con violencia o sin ella, coordinadamente, una parte de la ciudadanía consiguiera ser realmente la propietaria de las calles. Ya no serían de todos. Luego (sabios iluminados no faltan), decidieran, para demostrar su capacidad regulatoria, cambiar el color de los semáforos: “A partir de ahora, se podrá pasar en amarillo, nos pararemos ante el naranja, y el morado significará precaución”. ¿Qué tardaría la vía en colapsarse por los accidentes y atropellos generados por la nueva legislación? Los “no propietarios” acabarían, primero, no circulando, y al final, yéndose de la ciudad. ¿Es ese el objetivo?

Una salida a proponer a los estudiantes que están bloqueando el paso en “sus calles”, sería una huelga a la japonesa en la que decidieran estudiar el doble de lo habitual. Con sus matrículas de honor, podrían colaborar al progreso de la futura república, donde no se circularía ni por la derecha ni por la izquierda, sino por el borde del centro. Aunque quizá, con el tiempo, algunos expertos, surgidos del duro estudio, llegarían a la conclusión de que los mejores colores para circular son el verde para pasar y el rojo para pararse.

Segundo: En la hipótesis de que podemos salir, dirijámonos a Europa. Deberemos pasar primero por La Junquera, vía AP-7. También cortada. Oigo en una entrevista televisiva que alguien pregunta: “¿Hasta cuándo piensa quedarse aquí” (cortando el paso de vehículos)? Respuesta: “Hasta que me lo manden”. La frase proviene de una señora de mediana edad, con cara de tener la vida solucionada, de largo más que los camioneros que esperan desesperados, intentando cambiar las ruedas pinchadas.

Cuando se lo ordenen. Muy preocupante. Se ha conseguido un automatismo en la respuesta y no ha sido por casualidad ni fácil haber llegado a él. Una causa legítima, buscar por todos los medios lo mejor para la comunidad a la que uno pertenece, humanamente comprensible, pero utilizada torticeramente para propiciar el control y el beneficio político de unos pocos. Y para ello, años y años de disciplina: primero festiva y luego progresivamente enrabietada. Como el uno-dos, uno-dos del servicio militar. ¡Fir-mes! ¡Descansen, Ar! Armas (o contenedores) al hombro; ¡Ar! Se empezó en Arenys de Munt, como un juego; luego convocatorias múltiples, llamamientos al pueblo escogido a seguir su camino hacia la tierra prometida; pidiendo que se inscribieran (tema clave en la estrategia) para poder “hacer historia”; proceso en el que serían mirados y admirados por Europa y el mundo entero. Como se practica en el club infantil de TV3, el Club Super3: “Si quiero, puedo”, “manos arriba, manos abajo, de pie, agachados, vuelta a la derecha…”. Automatismos. Ante la diversión y el calorcillo de sentirse parte de un irrepetible colectivo histórico, se han ido sumando y apuntando millares de personas, con la mejor intención y su amor al país y a su cultura, pero también con su correo y teléfono, lo que facilitará la “instrucción” Y esta no para: Pícnics, encuentros con reminiscencias de coutry-lane-dance, acampadas, selfies con el último modelo de camiseta, de color variante (marqueting obliga), y escapularios y banderas varias (¿dónde quedó la señera de todos?). Hasta llegar al automatismo de los que han acudido al llamado de Tsunami Democràtic (que ironía en el nombre). “A la Junquera, ¡Ar! Quedarse toda la noche, ¡Ar!” Hasta que, después de haber pasado el mismo frío que camioneros y policías, alguien les diga: “A casa, ¡Ar!”.

Se ha llegado a la sofisticación de no necesitar tan siquiera un comandante físico, con sus galones y sus oropeles, para conducir al batallón. Desde la nube surge una voz, como de la zarza bíblica, también en llamas, que va guiando a la grey que sueña con fe y esperanza. ¿Podemos imaginar que apoyándonos en una tecnología tan potente como la de los rusos, los amigos de don Carlos, se consiguiera filtrar una fake-orden, seguida también fielmente por sus adeptos, que mandara: “Votad a la extrema derecha, ¡Ar!” Catalana, eso sí, ahora que ya hemos despertado a la hispana.

No falta mucho. Y menos si no dialogamos. El diálogo es imprescindible, pero siempre que sea llevado a cabo por personas dignas de sumarse a él, no con tahúres con las cartas marcadas a fuego, o charlatanes de doble lenguaje.

Sí, que hablen, pero con la gente adecuada y sin miedos ni cortapisas. Solo avanzaremos si evitamos los zascandiles que solo buscan zancadillear.

Gracias. _____________

Antoni Cisteró es socio de infoLibre

Antoni Cisteró

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