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La educación va... ¿o no?

Antonio García Gómez

Como casi todo, de soslayo, sin dejarse empujar a favor de sotavento, y tampoco con el coraje de apabullar a barlovento. Simplemente va ... ¿o no?

Pues por eso, los expertos continúan experimentando desde sus despachos. Y también desde... sus escaños, "dándose un tiempo" para elaborar el Informe del Pacto Social y Político para la Educación. Valiente requiebro a la urgencia de una población académica y escolar que abomina en gran porcentaje de la ley LOMCE, porque de momento ha entrado en vigor otro año y ya se sabe que tras el paso de cierto tiempo la peste del hedor solo termina por desavanecerse.

En todo como un mal sueño, como una esperanza predicada desde las vocerías institucionales, el curso se ha iniciado y nos bautizamos con un dato recalcitrante: el 35% de los muchachos estudiantes no llegarán a Bachillerato.

Sin que nadie considere esto una razón de Estado, mientras se nos van por el sumidero, al menos de la frustración, miles y miles de compatriotas jóvenes.

Siquiera por no haber sido capaces de haberles inoculado a lo largo de más de 10 cursos algo, por ejemplo, de "egoísmo propio", por querer saber, comprender, tal vez para ¿no dejarse engañar?, tal vez por ¿no haber encontrado sentido a la escuela, al colegio, al instituto ...?, e incluso, y también, por no haber sido capaces, los responsables, gobernantes, docentes, familias... de cierto altruismo social -pudiera llamarse "solidaridad" y tal y tal- por intentar añadir un granito de arena a la mejora de nuestro mundo.

Tan atentos a las evaluaciones sancionadoras, alejados del fin primordial: contagiar, mostrar, guiar, entusiasmar, emocionar, dar esperanza a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, enfrascados en la selección, mientras se nos van por el embudo hacia la nada, hacia la invisibilidad... miles y miles y miles, ¡escuchemos!, miles y miles de jóvenes.

Recuerdo cómo se les exigía a los niños de 3º o 4º de primaria, por ejemplo, que estudiasen la lección, cuando estos niños apenas dominaban el deletreo de lo que debían leer y estudiar... para el día siguiente, en el que terminaban por... suspender. Para volver a ser reprochados por sus maestras y maestros por ¡vagos!, cuando su tragedia era que sencillamente ¡no sabían leer!

Y así curso tras curso, hasta que el odio por la lectura fuera insuperable.

Y, lo que tal vez es lo peor, es aquello de que la única posibilidad que tenían estos niños de salir de su misión imposible fuera a ser el estímulo familiar, o el de una academia o profesor particulares y digo lo que digo con conocimiento de causa. Treinta y nueve años y medio de docencia avalan, también, mi complicidad con el sistema ... ¡siempre el estudio para ¿mejorar? ... ¿a favor o en contra de los niños? Los datos a menudo terminan por avergonzarnos.

Aunque nos inventemos los culpables y las culpas. Y siempre por el orden que nos apetezca.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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