Escarnios varios

Antonio García Gómez

Con la arrogancia propia de un cómic entraron, los “adalides” del odio, el patriotismo de hojalata y la facundia de casta, en la Casa de la soberanía del pueblo, en el Congreso, los chiquilicuatres de Vox, tan peligrosos como ponzoñosos, con retraso, con intención de interrumpir al presidente del Gobierno e intentar, y ya de paso, reparar la “gravísima incomodidad” a la que se vio obligado y desairado, el buen rey y familia, encerrados en su Mercedes, el de todos nosotros por otra parte, un minuto de 40 segundos, que viniera a abrirle la puerta el presidente democrático y de gobierno, fueron a entrar en el Hemiciclo, con soberbia barata, mala educación palmaria, irritante altivez de quien desconoce el elemental comportamiento de saber estar, por respeto a ellos mismos, por respeto al resto, para que se cumpliera el estricto procedimiento, anacrónico, rancio y casposo, de resabios viejunos, de cosas de reyes de viejos tiempos... De aquellos reyes que solían salir en una colección de cuentos de Nestlé, de mi infancia y tal y tal, reyes de naipes, reyes de colorines, reyes de corte meapilas.

Valientes adalides traspasados de época en los tiempos que corren.

El señor Garamendi y algunos más de su cuerda, valedores de las clases dominantes, léanse empresarios y financieros de alto postín y mando en plaza, andan muy preocupados, por si se empieza a “hablar de ricos y pobres”,  y entonces va el presidente de la CEOE y declara su temor en que “se radicalice aún más la sociedad”. ¿Habrá querido decir por parte de quienes puedan soliviantarse, aún más, es decir los ricos contra los pobres que no se resignan adecuadamente, a la mínima sospecha de que puedan dejar de seguir enriqueciéndose obscenamente?... Naturalmente los ricos sobre los pobres.

Porque es que es sabido que un pobre atareado para poder salir malamente adelante… Podrá llegar a ser un pobre desactivado, mientras que un rico que olisquee que sus ganancias puedan no seguir creciendo a ritmo de disparate y atraco a mano armada, puede convertirse en un soliviantado activista, es decir que la masa de desgraciados consumidores con sus magrísimos jornales no llegarán a enfadarse de veras, mientras que los poderosos estarán dispuestos, a la mínima, a crear discordia a partir de la deslealtad, en manos del casticismo de los ricos, que viven las tradiciones rancias, volcados hacia el clasismo que los favorezca, y que del “ancha es Castilla” al “neoliberalismo” voraz e insaciable solo hay un paso que defenderán a precio intratable de bulo, mentira, egoísmo, insolidaridad absoluta, mendacidad y desprecio absoluto por la igualdad, la solidaridad, la convivencia, para hacerse con el poder y la riqueza... Y que arreen los pobres, mansos y crédulos.

Porque, en cualquier caso, siempre se ha sabido que, a la postre, “pobres siempre ha habido”… y siempre habrá.

Y antes se daban las gracias “a cuenta de que ya pagaría dios en su infinita bondad” a cuenta de la miseria insuperable, y ahora hay que convencer que es de muy buena educación ser “agradecidos para poder ser biennacidos”, aunque cueste mantener la calma cuando no se llega a final de mes y la desesperanza es absoluta. Menos mal que siempre quedará “la vida eterna en la presencia del dios bueno y de su reino” para los pobres de solemnidad, y que no vengan “a joder” los rojeras de turno con reivindicaciones imposibles.

Podrá llegar a ser un pobre desactivado, mientras que un rico que olisquee que sus ganancias puedan no seguir creciendo a ritmo de disparate y atraco a mano armada, puede convertirse en un soliviantado activista

¿Se acuerdan de cuando las “niñas bien” llevaban los regalos de los Reyes Magos a los barrios menesterosos, con barro hasta los pies, porque “sus Majestades” no podían arriesgarse a mancharse sus escarpines de charol y sus mantos de armiño con el fango de los pobres? Pues no podrá repetirse y que los de los barrios “menos afortunados”, por ejemplo, los de la Cañada Real u otros arrabales similares… Pues ya se cansarán, y ya se les llevará algún regalito de tiempo en tiempo.

A la reina de las ranas, a cuenta de quedar por señora aristócrata que gobernaba desde la inopia, por siempre desde la ignorancia más absoluta, pues que ha quedado exenta de toda imputación y posterior responsabilidad por su cargo. Faltaría más, si según el juez, “no queda acreditado que se enterase de nada”, aunque algunas de sus ranas más cercanas sí se debieron enterar, desde el locuaz Granados, pasando por el tesorero Beltrán, y otros, choriceo a espuertas, pero con la tal Esperanza Aguirre, la marquesa en cuestión, fuera de toda realidad, incluso desde el mismo punto en que tuvo que asistir, como pasmada se supone, al principio de su “virreinato”, al pucherazo de dos tránsfugas a su favor, que, en su primera elección, y a la segunda también, eligiendo a la inefable presidenta de Madrid, supieron bien que “a todo” debían decir sí o no, según guion cobrado a buen precio.

De estrambote y ante el último dato de la inflación, a finales de septiembre, esperanzador, y que ha bajado a un 8,9%, cabría hacer la siguiente observación. Parece ser que el dato a la baja se debe a la devaluación de los precios de combustibles y otras energías, mientras que siguen al alza, contrarrestando el optimismo, los alimentos más básicos, esenciales, frescos y saludables. Al mismo tiempo que siguen a la baja, o, sencillamente estancados, los precios de los alimentos ultraprocesados, es decir la comida basura puesta a disposición del pueblo más animoso, menos solvente, más necesitado.

Y así, de escarnio en escarnio, masticando bilis y destilando mala saña, andan los próceres del patrioterismo tan enterado, tan alterados, en no dejarse perder ni un céntimo en estos tiempos convulsos.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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