Fueron profetas en un tiempo pasado y, cuando su predicamento decayó, se convirtieron en charlatanes y populistas. Supieron adecuar las necesidades de la sociedad a su momento y, al dejar el poder, la actualidad y la realidad los arrollaron. No supieron, o no quisieron, entender y comprender que las demandas y anhelos de la gente se corresponden con el tiempo que les ha tocado vivir. En esa tesitura se encuentran nuestros viejos políticos, pontificando casi siempre y obstaculizando con frecuencia a los que la ciudadanía ha decidido que tomen el timón ahora.
Produce tristeza y a veces hartazgo el dogmatismo y la suficiencia con la que se expresan como si no hubiera otras evidencias, y la sensación a veces es que toman a las personas por idiotas. En sus organizaciones ya no tienen sitio y se dan dos realidades que chirrían en estos tiempos: una la de aquellos que acaban arrastrando a sus socios y seguidores a posiciones de los viejos tiempos que, como es obvio, ya no tienen lugar. Ideas que algún día defendieron con razonamientos y argumentos evidentes hoy las repudian y comprobamos que puede más la víscera que la razón. ¿Dónde quedaron principios e ideologías?
Hubo un día en el que nuestros insignes próceres supieron distinguir y trabajar entre la ética de las convicciones y la de la responsabilidad, lo que en Castilla se llama predicar y dar trigo. Cuando tuvieron que aplicar la ética de la responsabilidad, parece que decidían con acierto; cuando trataron de torcer el brazo a los ciudadanos perdieron la apuesta. González y Aznar son exponentes de estas afirmaciones. Han pasado de ser luz a proyectar sombras.
El presidente del PP afirmó en 1999 que un Estado palestino sería una garantía para Israel; hoy afirma que ese Estado, reconocido por 155 países, no existe. Ese criterio está arrastrando a los líderes actuales de su formación hasta el punto de ser incapaces de pronunciar la palabra genocidio. Deberían recordar lo que sucede cuando se toma postura, como fue el caso de la Guerra de Irak; y también cómo afectó a las elecciones el relato que montaron por el terrible atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Las palabras importan.
La otra posición la ofrece el Sr. González, quien –muy incómodo en la actualidad con su partido– se declara de “extremo centro”; me recuerda a ese capitalismo-leninismo tan al gusto chino. Hemos buscado esa ubicación en el espacio político y no la hemos encontrado, pero semánticamente es lo más parecido al utilitarismo sin alma. También el expresidente socialista olvida la famosa y liosa pregunta del referéndum sobre la OTAN de 1986, y que no aplicó uno de los tres puntos comprometidos, “reducción de las bases militares americanas”, habría que esperar hasta los años noventa. Y no vamos a recordar los casos que llevaron a prisión a algunos ministros socialistas.
En sus calendarios vitales confunden la ética de la responsabilidad y la ética de las convicciones. Les acompañan algunos nostálgicos, a veces iluminados por la estupidez, a quienes no importa dónde acabe la sociedad
La conclusión es que en sus calendarios vitales confunden la ética de la responsabilidad y la ética de las convicciones. Les acompañan algunos nostálgicos, a veces iluminados por la estupidez, a quienes no importa dónde acabe la sociedad. Desfasados, no se resignan a que su tiempo ha pasado y, lo que es peor, agudizan las contradicciones entre la gente. Hoy, en ambos líderes, la sutileza brilla por su ausencia.
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Mariano de la Puente Mayenco es socio de infoLibre
Fueron profetas en un tiempo pasado y, cuando su predicamento decayó, se convirtieron en charlatanes y populistas. Supieron adecuar las necesidades de la sociedad a su momento y, al dejar el poder, la actualidad y la realidad los arrollaron. No supieron, o no quisieron, entender y comprender que las demandas y anhelos de la gente se corresponden con el tiempo que les ha tocado vivir. En esa tesitura se encuentran nuestros viejos políticos, pontificando casi siempre y obstaculizando con frecuencia a los que la ciudadanía ha decidido que tomen el timón ahora.