"Fuck Vox"

Gonzalo de Miguel Renedo

Sabemos por el Código Penal (artículo 403) que ejercer actos propios de una profesión sin el correspondiente título académico expedido en España es delito. Se llama intrusismo profesional y puede conllevar prisión, si el culpable se ha atribuido públicamente el título referido o si se ha desarrollado en un establecimiento abierto al público. Así descrito, el tipo le encaja como un guante a Rocío Monasterio, la líder de Vox en Madrid, que parece que firmó como arquitecta, sin serlo, lo que no está escrito y proyectado, ello con la ayuda inestimable de su partenaire en el negocio, el inefable Iván Espinosa de los Monteros. Pese a que ya habrían prescrito los presuntos delitos cometidos durante casi una década, una década ominosa plagada de falsedades y usurpaciones de funciones, parece evidente que estos hechos no son solo asuntos personales, como insisten desde las sedes madrileñas de PP y Ciudadanos, cuyo Gobierno en comandita, no lo olvidemos, depende de la arquitecta fantasma. ¡Qué valientes! Demuestran que no solo no les tiembla el pulso para pactar con la extrema derecha, sino que, llegado el caso, evitan criticar sus turbios asuntos, más penales que personales. ¿Qué dirían los medios más derechistas, que son casi todos, si tal escándalo salpicase a un dirigente podemita? Recordemos la murga con la beca de Errejón, cuando Indas y demás ralea esputaban sus bilis sin parar como si tal irregularidad fuera el acabose del mundo. ¡Cuánta exageración cuando les conviene! Lo cierto y no desmentido es que Rocío Monasterio, la líder de Vox en Madrid, se disfrazó de arquitecta durante casi diez años, como lleva demostrando de manera reiterada el diario El País desde hace varias semanas. La labor de El País resulta encomiable, pues no solo sacan a la luz unos hechos ilegales cometidos flagrantemente por una temible pareja sin escrúpulos, sino que sirve, además, dada su trayectoria actual, para alertar del peligro que representa para la vida pública que tales personajes puedan decidir el destino del país. La reacción de la formación ultraderechista ha sido inmediata, vetando la presencia de los medios de Prisa en sus mítines y demá actos públicos. Más que ruedas de prensa las de Vox van a semejar ruedas de reconocimiento, en las que los llamados a responder seleccionarán previamente a quienes cumplen el perfil adecuado para preguntar u opinar. Ante esta espiral delirante y liberticida en que nos ha metido Abascal y su tropa, me quedo con Rosalía y su recado, vía Twitter, su cariñoso "Fuck Vox"cariñoso. No ha sentado bien en las prietas filas de los ultraderechistas de pro el coletazo de la flamenca, a la que han restado con una frase de un pensador falangista, valga el oxímoron, con aquello de que solo los millonarios pueden permitirse el lujo de no tener patria. Ahí sí se han pasado varios pueblos los de la formación verde, ojalá que fuera verde, pues su programa económico podría ser tildado de antipatriota, dada su excesiva indulgencia fiscal con quienes más tienen. 

Pero volvamos a nuestra Rocío y su pasado de arquitecta cuando solo poseía el bachiller. ¡Qué tiempos aquellos de firmar y firmar proyectos arquitectónicos sin la capacitación necesaria! Pese a ello, además de la prescripción penal, también le favorece la prescripción de los Estatutos de su no-colegio. Daba igual, pues ahora hemos sabido que el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) no investigará el caso Monasterio, alegando que no era colegiada cuando cometió las presuntas acciones delictivas. Claro, es difícil estar colegiado sin el título. Yo diría que es imposible. Curioso este corporativismo a la inversa en que incurre el COAM: defiende al gremio no atacando a quienes usurpan las funciones de su profesión por no estar colegiados, dando prevalencia a lo formal sobre lo material, a lo adjetivo sobre lo sustantivo, a la colegiación sobre la titulación. Qué quieren que les diga, esta negativa huele mal, muy mal, casi diría que apesta, según la distinción establecida en su día por el sabio Doctor Johnson.

Así las cosas, el affaire Monasterio-Espinosa resulta más peliagudo de lo que parece y podría ocultar prácticas y corruptelas en la gestión urbanística más generalizadas de lo que pensamos. De otro modo no se entiende el carpetazo apresurado dado por la entidad colegial de los profesionales de la arquitectura madrileña, un finiquito inmoral que ruboriza a propios y a extraños. Algo falla de manera estrepitosa, tanto que casi me dan ganas de firmar este artículo como arquitecto para comprobarlo. En el escándalo Espinosa-Monasterio, tanto monta, cuesta entender cómo no saltaron las alarmas mucho antes. Cualquiera que, por cuenta propia o ajena, haya realizado gestiones ante la Administración por expedientes urbanísticos, conoce la cantidad de controles existentes que, presuntamente, aseguran la correcta aplicación de las normas municipales y autonómicas. Por eso resulta más increíble aún que en sede administrativa, y hasta judicial, nadie haya detectado antes irregularidad alguna en los tejemanejes de estos personajes. ¿Cómo es posible que una persona sea llamada en un juicio como perito para dictaminar sobre unas obras en las que esa misma persona figuraba como dirección facultativa cuando ni siquiera contaba con la titulación requerida? ¿Nadie de la profesión, del Colegio, del servicio municipal de licencias de obras sospechó nada? ¿Es verdad, pues, como aseguraba la temible pareja a sus víctimas, que disponían de contactos importantes en la Administración que les facilitarían sus objetivos ilegales, o en el peor de los casos, que no revelarían sus abusos y falsedades?

En el caso Monasterio-Espinosa, monta tanto, confluyen, por tanto, varios elementos que lo hacen posible. Por un lado, un elemento subjetivo, la catadura moral de dos caraduras, sobre la cual poco puede añadirse. Y por otro, éste sí más preocupante, un elemento cuasiobjetivo, la nula eficacia, voluntaria o no, de los controles oficiales enderezados a neutralizar las acciones dolosas y culposas de los caraduras. Por todo ello, resulta imprescindible para nuestra democracia arrojar abundante luz sobre los sospechosos negocios urdidos durante años por Rocío Monasterio y su marido, porque quienes antes jugaron con los cimientos de nuestros edificios pretenden hacerlo ahora con los cimientos de nuestros valores.

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Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

Sabemos por el Código Penal (artículo 403) que ejercer actos propios de una profesión sin el correspondiente título académico expedido en España es delito. Se llama intrusismo profesional y puede conllevar prisión, si el culpable se ha atribuido públicamente el título referido o si se ha desarrollado en un establecimiento abierto al público. Así descrito, el tipo le encaja como un guante a Rocío Monasterio, la líder de Vox en Madrid, que parece que firmó como arquitecta, sin serlo, lo que no está escrito y proyectado, ello con la ayuda inestimable de su partenaire en el negocio, el inefable Iván Espinosa de los Monteros. Pese a que ya habrían prescrito los presuntos delitos cometidos durante casi una década, una década ominosa plagada de falsedades y usurpaciones de funciones, parece evidente que estos hechos no son solo asuntos personales, como insisten desde las sedes madrileñas de PP y Ciudadanos, cuyo Gobierno en comandita, no lo olvidemos, depende de la arquitecta fantasma. ¡Qué valientes! Demuestran que no solo no les tiembla el pulso para pactar con la extrema derecha, sino que, llegado el caso, evitan criticar sus turbios asuntos, más penales que personales. ¿Qué dirían los medios más derechistas, que son casi todos, si tal escándalo salpicase a un dirigente podemita? Recordemos la murga con la beca de Errejón, cuando Indas y demás ralea esputaban sus bilis sin parar como si tal irregularidad fuera el acabose del mundo. ¡Cuánta exageración cuando les conviene! Lo cierto y no desmentido es que Rocío Monasterio, la líder de Vox en Madrid, se disfrazó de arquitecta durante casi diez años, como lleva demostrando de manera reiterada el diario El País desde hace varias semanas. La labor de El País resulta encomiable, pues no solo sacan a la luz unos hechos ilegales cometidos flagrantemente por una temible pareja sin escrúpulos, sino que sirve, además, dada su trayectoria actual, para alertar del peligro que representa para la vida pública que tales personajes puedan decidir el destino del país. La reacción de la formación ultraderechista ha sido inmediata, vetando la presencia de los medios de Prisa en sus mítines y demá actos públicos. Más que ruedas de prensa las de Vox van a semejar ruedas de reconocimiento, en las que los llamados a responder seleccionarán previamente a quienes cumplen el perfil adecuado para preguntar u opinar. Ante esta espiral delirante y liberticida en que nos ha metido Abascal y su tropa, me quedo con Rosalía y su recado, vía Twitter, su cariñoso "Fuck Vox"cariñoso. No ha sentado bien en las prietas filas de los ultraderechistas de pro el coletazo de la flamenca, a la que han restado con una frase de un pensador falangista, valga el oxímoron, con aquello de que solo los millonarios pueden permitirse el lujo de no tener patria. Ahí sí se han pasado varios pueblos los de la formación verde, ojalá que fuera verde, pues su programa económico podría ser tildado de antipatriota, dada su excesiva indulgencia fiscal con quienes más tienen. 

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