La palabra fumar proviene del latín “fumāre” (humear). Su significado alude a acciones relacionadas con el humo, bien sea de forma pasiva, desde las llamas activas o apagadas (“Echar o despedir humo”), o bien de forma volitiva, sin llamas, por parte del ser humano (“Aspirar y despedir el humo del tabaco, opio, anís, etc.”). Así es recogido por el Diccionario de la Real Academia en las acepciones 1 y 2. El campo semántico relacionado con fumar es extenso, abarcando términos como ahumar, humear o sahumar y varios derivados como ahumado (adj.), ahumada (sust.), humareda, humo, humarada, humero, fumada o fumata.
La palabra fumata es el nombre con el que se conoce la “nube de humo que anuncia el resultado de la votación en la elección de papa”. La nube es blanca o negra, positiva o negativa, buena o mala, en función de una mezcla de clorato de potasio, lactosa y resina de cloroformo (la blanca) o de perclorato de potasio, antraceno y azufre (la negra). Conviene reseñar que los productos utilizados en ambos casos son tóxicos, potencialmente peligrosos y contaminantes. Fumata se usa también para aludir a la “acción de fumar droga en grupo”.
Aunque en el cónclave –de breve duración– la exposición del público al riesgo es mínima, el mensaje de “no pasa nada” puede perjudicar a la sociedad. Hay que reseñar que las sustancias empleadas son nocivas, como es el caso del perclorato, un potente oxidante habitual en los fuegos artificiales y los propulsores de cohetes que puede afectar al sistema endocrino si se acumula en el medio ambiente. Una mayor toxicidad comportan las velas, sobre todo las de parafina (un derivado del petróleo), que liberan al quemarse compuestos orgánicos volátiles (COV) como el benceno y el tolueno, de gran capacidad cancerígena.
Casi homófono del anterior, y con significado similar a su segunda acepción, el término fumeta señala, en jerigonza callejera, a quien habitualmente fuma drogas, en especial marihuana o hachís, manifestando síntomas apreciables de sus efectos a nivel físico y psíquico. Tal parece que, en los cónclaves vaticanos, herméticos y arcanos, sus eminencias utilizan el incensario y la candelería para ocultar la verdadera naturaleza del humo exhalado desde la fumarola de San Pedro, sospechoso de ser marihuana y otras yerbas del infierno.
Los efectos del THC encubiertos por los aditivos actuaron sobre los fumetas cardenalicios y los que aguardaban expectantes bajo el balcón papal, como los pieles rojas al gran Manitú
A pesar de la nimia humareda, tanto por su densidad como por su profusión y duración (tres fumatas, apenas unos minutos, en dos días), los efectos del THC encubiertos por los aditivos actuaron sobre los fumetas cardenalicios y los que aguardaban expectantes bajo el balcón papal, como los pieles rojas al gran Manitú, al Espíritu Santo y su mensaje sucesorio. La ciencia y la tecnología ayudaron a expandir la euforia cannabica urbi et orbi, en tiempo real, a los fieles de los cinco continentes, en forma de ecuménica fumata virtual.
Buena parte del orbe no es partidaria de fumatas, sino de meterse sustancias más duras (véanse los billetes de diez dólares enrollados en las napias de Silicon Valley o los ojos inyectados de sangre inocente en Israel). Siempre a la extrema derecha de Dios Padre, la delegación de la Conferencia Episcopal Española se consoló con unas escudillas de vino peleón y un par de botafumeiros con mezclas de incienso, beleño y ayahuasca.
A la vetusta y rancia Reserva Espiritual de Occidente se le ha ido la mano con la fumata. Parte de sus eminencias, frustrada su esperanza de un papa carcamal que devolviera el rebaño al redil y legitimara la hoguera de la derecha y la extrema derecha para nublar a España con humo de carne quemada de rojos e infieles, se volvió de Roma sin votar. Evoca la nostálgica hueste carpetovetónica la coyunda del fascismo con el catolicismo que alumbró el trágico y nefasto nacionalcatolicismo que vuelve a amenazar con renacer.
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Verónica Barcina es socia de infoLibre.
La palabra fumar proviene del latín “fumāre” (humear). Su significado alude a acciones relacionadas con el humo, bien sea de forma pasiva, desde las llamas activas o apagadas (“Echar o despedir humo”), o bien de forma volitiva, sin llamas, por parte del ser humano (“Aspirar y despedir el humo del tabaco, opio, anís, etc.”). Así es recogido por el Diccionario de la Real Academia en las acepciones 1 y 2. El campo semántico relacionado con fumar es extenso, abarcando términos como ahumar, humear o sahumar y varios derivados como ahumado (adj.), ahumada (sust.), humareda, humo, humarada, humero, fumada o fumata.