Librepensadores

El mal

Jesús Moncho

El mal existe. Y genera miedo. Quizá sea terror lo que engendra entre algunos, porque sus consecuencias pueden ser inimaginables. ¿Qué será de mí? ¿Y de los míos? Ancestralmente se vino concretizando en aquello que se decía y se dice “el diablo”, un ser astuto que nos engaña y nos lleva a su huerto. O nos trae desgracias. Revestido de cuernos, patas y cola de animal, todo de rojo, como los seductores y embaucadores de oficio. A algunos les hacía besar su culo, osculum infame, como signo de total rendición. Pero los tiempos del predominio de la religión ya han pasado y ahora es el mercado quien prevalece e impone sus símbolos y sus leyes: primacía del libre mercado, que abomina de todo aquello público para exaltar lo privado, en un mundo sin límites para su poder y alcance, un mundo globalizado.

Y estas nuevas leyes y símbolos se han impuesto por encima de cualquier otra consideración con el hashtag (real o imaginario) de ser eficientes, eficaces, buenos, bonitos y baratos. Mejor externalizar (privatizar) los servicios de limpieza o de comedor o de escáners y radiografías. Mejor trabajar por 3 euros la hora que nada. Mejor salvar un banco que salvar a los de las preferentes, los de las hipotecas, los de... Mejor preocuparme por mí que por el de al lado, el migrante, el de allá, el diferente. Y esto implica, si viene a cuento (es decir, a todas horas), arremeter contra el de al lado, el de allá, el diferente (por origen, sexo, religión, lengua...), quien no sea como yo.

Se ha acabado aquello que venía denominándose “políticamente correcto”. O sea, la tolerancia, el respeto al diferente o minoritario, el diálogo. Son “gilipolleces”. Parece que la ley de la selva se haya instalado. Aunque lo dicen con bellas palabras: “America first”, “America great again”, “nosotros primero”, “envolverse con la bandera”, “sólo veo españoles”, sin ver si uno es Ana Botín, Francisco González del BBVA, el Pocero, Zaplana.... O si son desahuciados de su casa, o engañados por los bancos, o kellys limpiadoras de hoteles. La reducción a "patriotismo", el disfraz de patriotismo, es el mantra. Como si hubiera un sujeto abstracto a salvar (España, lo español), careta que esconde el abuso de poder constituido o deseado contra los derechos sociales y sindicales, contra la diversidad cultural, contra el feminismo, contra el cosmopolitismo...

Señoras y señores, el discurso del rencor hace algún tiempo que se ha instalado. Atacar al diferente, al minoritario, al débil, es lo que mola. Porque son el mal. Con cuernos, patas y cola. Porque molestan y no hay que hacer el esfuerzo de comprender o asumir su situación. El mercado global busca contentarnos con nuestro sueldo rebajado o congelado; pretende que aceptemos que nuestro hijo o hija no tenga horizonte laboral por aquí. Quiere que nos saquemos la púa clavándola a otro. Quiere hacer pasar por nuevos héroes y santos a Trump, Salvini, Macron, Rodrigo Rato, Paco Camps y todos sus altavoces en forma de Inda, Carlos Herrera, Arcadi Espada, Jiménez Losantos… Parece que corra la voz “¡Viva el odio!”. Y ese es el verdadero mal, el de la derecha trifálica. _________________

Jesús Moncho es socio de infoLibre

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