Librepensadores
Maldito sueño
He de reconocer que, con los años, uno se va volviendo raro y se preocupa de cosas que a lo mejor no son para tanto. Hay noches que me cuesta dormirme y empiezo a darle vueltas en la cama a las cosas del día, aunque a veces no sean importantes. Y después, algunas noches, sueño.
Esta noche he tenido un sueño. Ha sido un sueño extraño y largo que me ha producido cierta inquietud e incluso me ha hecho pasar un mal rato al final.
Empecé viendo una mesa larga, grande, en una estancia inmensa y triste; el aspecto era lúgubre, parecía una escena de una película de miedo. En la mesa había tres hombres sentados, parecían estar en una reunión y con caras serias y como de circunstancias. Cada uno de ellos tenía un cartelito identificativo delante de sí mismo, que vi y recuerdo: M.A.R., J.F.L. y E.L.L. Uno de ellos, por fin, tomó la palabra y parecía ser el portavoz del jefe. Con voz solemne y alta dijo, más/menos: “Tenemos un reto y la cosa no es fácil, se nos ha encargado organizar una campaña que nos lleve a vender en esta zona una partida de botes llenos de humo con olor a jazmín, pero las directrices son no adornarlo con palabras ni con otros compromisos; sólo hay que decir en la oferta 'jazmín'”.
Después de mucho debatir entre ellos, llegaron a la conclusión de que era preciso poner al frente de esta operación a una mujer, o que lo pareciera, ya que encajaba mejor con la mercancía a la venta y habría que llevarla a una feria o mercadillo (tampoco más, porque no lo soportaría). Y, de pronto, vi como un gran teatro, lleno de público y un escenario en cuyo centro había una figura que parecía una muñeca hinchable vestida de mujer, que aparentaba dirigir aquel tinglado a la cual hacían muchas fotos y de la que salía una sola palabra: jazmín, jazmín, pero con una voz no natural; era como una mezcla de mecanismo metálico incorporado y una especie de karaoke.
Después vi a varias personas, incluidos los tres de la mesa, y también a lo que me pareció la muñeca hinchable, riendo y dando voces. Al parecer, la operación comercial había resultado ser un éxito. Pero, de pronto, uno que parecía mandar mucho (supongo que era el jefe), dando voces, dijo: “Lo habéis hecho bien, pero aquí mando yo”. Y, de pronto, sonó como una gran explosión y a la vez se oía una voz como cavernícola que, dirigiéndose al jefe, decía algo así como: “Y tú no te relajes, que también tendrás que rendir cuentas pronto y no lo tienes fácil”. Tras la explosión, se veía en el suelo un plástico liso de colores, que a mí me pareció la muñeca pinchada.
Y ahí me desperté, asustado y con una especie de taquicardia que me duró un buen rato.
A partir de ahora, intentaré tomarme menos a pecho ciertas cosas, sobre todo aquellas que sé que tienen arreglo.
Pedro Crespo Rubio es socio de infoLibre