Megalómano y delincuente
Uno de los signos de este nuevo nefasto tiempo que nos está tocando vivir es la complaciente apuesta de masas de votantes por delincuentes erigidos en líderes ungidos por el poder divino para salvar a sus tribus correspondientes.
Y no es que antes no hubiera delincuentes rigiendo los destinos de los pueblos, pero existía un pudoroso consenso social en disimular las vergüenzas y respetar las formas; todos podíamos pensar mal y sospechar, pero de ahí a la certidumbre existía un trecho que nadie se atrevía a transitar, no fuera que a uno pudiera salpicarle la asfixia de la podredumbre en el empeño.
La diferencia con el hoy es que estos líderes salvapatrias tienen malos modos, son niños malcriados y hostiables hasta la extenuación, y carecen de máscara porque ya son en sí mismos sus propias marionetas; quieren parecerse a los más cabreados, encarados y maleducados de sus súbditos para que, presos de un éxtasis mimético de profunda y cursi transustanciación, su alfiler de vudú ahuyente los "yuyus" particulares y colectivos, y por ende, creyéndose orgiásticamente inmolados, no adviertan que son protagonistas de un siniestro ritual de silente esclavitud...
Y así, anestesiados por los fentanilos digitales, reducidos a zombies nihilistas, complacidos consumidores de su propia decrepitud moral, viviendo a costa de sus propios detritus mentales y dominados por un cerebro reducido a memeces combinatorias y pueriles algoritmos, no es extraño que en la democracia americana actual una mayoría de votantes transfieran sus inconfesables delincuencias individuales a un monstruo megalómano y psicópata que compendia los vicios y virtudes de esa misma inmoral calaña a la que pertenece.
La diferencia con el hoy es que estos líderes salvapatrias tienen malos modos, son niños malcriados y hostiables hasta la extenuación, y carecen de máscara porque ya son en sí mismos sus propias marionetas
La decadencia del imperio y de la democracia americana es un hecho tan irrefutable que su mejor y elocuente símbolo es ese gran muñegote de falla valenciana presto a ser pasto de las llamas de su propia estulticia.
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Javier Herrera-Navarro es socio de infoLibre.