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Librepensadores

Nacionalismo

Fernando Pérez Martínez

La nación es el invento de la burguesía para oponer a la monarquía absoluta. La soberanía nacional frente al soberano dueño de vidas y haciendas y su corte entre quienes repartía prebendas a cambio de colaboración en el sometimiento del pueblo.

La lucha por la liberación del feudalismo en España, encarnado en el siniestro rey Fernando VII y su no menos siniestra aristocracia cortesana, apuntalados por la iglesia romana que sirvió durante siglos una coartada de origen divino a la realeza, se ha explicado como una suerte de enfrentamiento entre liberales, partidarios de una monarquía constitucional que ponía límites al poder absoluto del soberano, y absolutistas que defienden el poder sin límites del rey. Liquidado este asunto el nacionalismo carece de sentido.

La nación y el reino son incompatibles. O el país es una nación de ciudadanos libres regido por unas leyes que se dan a sí mismos que representan la soberanía nacional, o por el contrario es un reino propiedad de una familia designada por el dios católico romano, que hace y deshace graciosamente a su antojo y que para gobernar sus posesiones se apoya en una clase de siervos de alta alcurnia entre quienes reparte sus bienes a cambio de servicios.

La Revolución Francesa puso ejemplarmente fin a esta incompatibilidad de manera tajante.

En España surgieron intentos revolucionarios promovidos por incultos y desideologizados carismáticos espadones, que con la fuerza de la milicia se ponían según su interés al servicio de la causa liberal o del soberano o soberana de turno, sembrando tal confusión que la causa nacional quedó relegada a la propaganda política, mezclándose churras con merinas hasta la actualidad donde se relega a tipismo en nuestra Constitución de 1978 proclamando la nación española como una monarquía constitucional denominada oficialmente Reino de España.

De aquí procede el barullo que podríamos calificar como río revuelto del que reyes, clérigos y agrupaciones burguesas asociadas con organizaciones religiosas localistas, pretenden lucrarse con la vitola nacional o nacionalista.

La nación sirvió para sustituir a la monarquía. Fuera de este fin la podemos desnaturalizar como caprichosamente queramos y así ha sido en el último siglo en el que en España surgen movimientos que se apodan nacionalistas con el objeto de segregarse de la nación española, o recientemente quienes definen España para desactivar las corrientes segregacionistas como nación de naciones.

Se da la paradoja de que los máximos impulsores de estos nacionalismos localistas antinación española, en el País Vasco y Cataluña, sean los tradicionales sustentos de la monarquía absoluta española. Aprovechando el hartazgo y el rechazo que produjo en el pueblo español la larguísima y corrupta dictadura nacional católica del general Franco (“caudillo de España por la gracia de Dios”), en el País Vasco de fuerte implantación jesuítica y en Cataluña los religiosos promovieron movimientos segregacionistas desde una versión vernácula de la religión nacionalcatólica local a favor de un nacionalismo desnaturalizado, ya que su objetivo no es liberar al pueblo oponiéndose a una monarquía absoluta, sino sacarlo del amparo de una constitución democrática y utilizar este conflicto como moneda de cambio para proteger sus ambiciones de poder en España: privilegio educativo, financiación estatal, exención del pago de impuestos, apropiación irregular de bienes públicos, control legislativo extraparlamentario, feminismo, matrimonio homosexual, aborto, divorcio, juicio a pederastas y abusadores… Como el avisado lector puede apreciar lo que se ventila nada tiene que ver con nación o nacionalismo.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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