Negocio redondo
Sobre el dolor, el sufrimiento, la desolación, la ruina y hasta el exterminio… de parte de la población que asiste atónita a tanto desastre, sin otras armas que su propia determinación a sobrevivir, incluso en las peores circunstancias.
700 millones de personas en el mundo viven en situación de extrema pobreza y 2.300 millones no pueden asegurar una vida equilibrada, en alimentación, en seguridad, en bienestar. El 45% de los niños que mueren en el mundo, menores de 5 años, lo hacen a causa del hambre. Una tragedia cotidiana a la que ¿se ha acostumbrado el mundo?
Asistimos, impotentes e indignados a la retransmisión en directo del último horror planificado y llevado a cabo por el ser humano, aquí y acullá, ahora mismo en territorio ucraniano.
Con una conclusión que cuesta aceptar y que tal vez por eso se soslaya con frecuencia. Y es que resulta que en las crisis, las pandemias, las guerras, las hambrunas, las persecuciones, las situaciones injustas e insostenibles, siempre ganan, y mucho, unos pocos, y perdemos el resto, y nos estamos refiriendo a dinero “contante y sonante”.
El 30% de la harina que importamos procede de Ucrania, luego, en consecuencia, el pan subirá, un alimento básico que se encarecerá sin duda. Pero aún no ha sucedido, aún se contempla que la ciudadanía pueda comprar pan sin que haya subido su precio. Parece que puede entenderse como un gran negocio, pero menor, de momento.
Sin embargo, al contrario, la energía, es decir la luz, ya se ha disparado. Y y sube, y sube, escandalosamente, a diario, muy por encima de los quinientos cuarenta euros el megavatio/hora, y asimismo la gasolina, ya por encima del 1,62 euros el litro, en lo que se refiere a la gasolina de 95 octanos. Y es como si los responsables de esas energías estuviesen alocados, disparatadamente enloquecido, ¿ebrios de poder, de codicia?
Y naturalmente la consecuencia inevitable será un encarecimiento notable de la vida, la de la inmensa mayoría de los paisanos de a pie, como ya han preconizado algunos, “abocados a una economía de guerra”, naturalmente los paisanos de abajo, los del escalafón más bajo.
Mientras el presidente de Iberdrola, el año pasado, tan crítico, tan difícil, para la mayoría de la población, ganó más de trece millones de euros anuales. Un ocho por ciento más que el año anterior. Negocio redondo.
Actualmente se ha decidido armar a Ucrania para que se defiendan sus habitantes de la intolerable y condenable agresión del gobierno ruso a través de su ejército. A la vez, se ha planificado un boicot a Rusia, desde Europa, desde EEUU, que estrangulará en principio a la población más vulnerable. De hecho se ha encarecido ya la vida más de un 30%, amén del costo añadido en vidas humanas, de jóvenes, de jóvenes soldados que mueren en el frente.
Paralelamente, a diario, Europa paga a Rusia por el gas que adquiere, 600 millones. En España de ese gas sólo se utiliza un 5%. Pero, no importa, la factura de la energía subirá y subirá.
Y tras la marea imparable, si es que antes no hemos regresado al paleolítico, lo podremos comprobar en poco tiempo, exactamente cómo se habrán enriquecido unos pocos ante el empobrecimiento de millones y millones y millones… sumidos en nuestros avatares inciertos y hasta trágicos.
Mientras el Imperio languidece y se resquebraja, a pesar de todo, o a cuentas de todo lo anterior. Es decir, “unos ganarán y los demás perderemos”, en medio de los orgullos patrios, a meced de los gobernantes airados e infantiloides, sujetos a sus mezquinas obsesiones, en un mundo de “baño de oro” que no vale nada, a pesar de toda la publicidad que nos convence de lo contrario.
Y es que, aunque cueste, la realidad es que “estamos en manos de desalmados, cuando no de absolutos imbéciles. Putin a un lado, a otro Trump. En medio, los de siempre, los muertos de siempre”, parafraseando a Benjamín Prado.
Y entretanto la UNICEF avisa de la cantidad enorme de niños “solos” que van pasando la frontera, instando a que se vigile su seguridad, porque pueden caer, están cayendo ya, en manos de mafias para su posterior explotación, vía esclavización, vía prostitución… otro desastre humanitario ¿solapado?
Antonio García Gómez es socio de infoLibre