Ni el "y tú mas" ni el "y yo menos" Miguel Lorente Acosta
En España cada día 1440 mujeres sufren una agresión sexual y 7439 acoso sexual (Macroencuesta 2024), y son conductas realizadas por hombres de derechas y de izquierdas dentro y fuera de los espacios donde se desenvuelven con la habitualidad que requieren este tipo de conductas. No son asaltos, son formas de entender la relación y de utilizar las circunstancias para que el acoso pueda culminar en una conducta sexual. Nadie “acosa para acosar”, el acoso es una vía para conseguir algo más, bien la culminación de todo lo que se anticipa mediante el propio hostigamiento, o bien hacer un daño personal o relacional a la mujer acosada para separarla de su entorno grupal.
Tratar de presentar todo lo conocido sobre los dirigentes del PSOE como “el problema” del acoso sexual en España, demuestra el desconocimiento de la realidad social que se debe transformar con las políticas de igualdad y contra la violencia de género, y refleja la instrumentalización de un problema que se niega o matiza en su realidad, para luego, cuando interesa, utilizarlo como arma en unos casos mientras que en otros se minimiza, como cuando Núñez Feijóo se refirió a la condena por violencia de género del responsable de Vox en Valencia como “divorcio duro”. ¿Qué dirían ahora él y todos los que critican las conductas conocidas de los dirigentes del PSOE si alguien las minimizara y se refiriera a ellas como “relaciones duras”?
La violencia contra las mujeres en todas sus formas, también en la sexual, viene definida por la invisibilidad, tal y como destacó Johan Galtung al describir la violencia estructural. La diferencia está en cómo se afronta esta realidad invisibilizada, y mientras que las posiciones conservadoras históricamente han tratado de presentar lo invisible como inexistente, hasta el punto de que cuando se ha visibilizado llegan a negarlo, como explícitamente hace la ultraderecha con su negacionismo de la violencia de género, las posiciones progresistas han tratado de sacar a la luz y mostrar esa realidad para erradicarla.
Y esas diferencias en las políticas de unas fuerzas y otras no es fruto de la casualidad, sino del trabajo de las mujeres feministas que hay en cada uno de esos espacios, que son quienes han puesto luz dentro y fuera de sus organizaciones, y han promovido leyes para que la sociedad pueda responder ante la violencia sexual y romper con todos los elementos que dan lugar a ella.
La situación actual atacando al PSOE por los casos conocidos me recuerda cuando hace años se decía desde las posiciones conservadoras políticas, mediáticas y sociales que la violencia de género y los homicidios se producían fundamentalmente sobre las mujeres que no estaban casadas por la Iglesia. Y, aunque se trataba de una idea que no se correspondía con la realidad, lo que reflejaba de forma gráfica es que conforme el nivel de control y el peso de los elementos sociales es mayor, la dificultad para salir de la violencia y crear la percepción de “pérdida de control” que viven los agresores para pasar a un nivel de violencia más alto y al homicidio, también aumenta y dificulta la salida y que se llegue a saber que esas mujeres son víctimas de violencia.
Los casos conocidos en el PSOE demuestran que la sociedad que antes normalizaba la violencia de género y el acoso sexual ahora reacciona contra ella gracias a las mujeres y al feminismo. Recordemos la frase de Plácido Domingo cuando, al ser acusado de acoso sexual en 2019 por conductas realizadas años antes, dijo que “eran otros tiempos”. Y lo eran respecto al silencio, pero todavía son los mismos para muchos hombres y con relación a muchas cosas del machismo.
La diferencia entre un partido de izquierdas y uno de derechas no está en el número de machistas, sino en el número de feministas, y son ellas las que permiten reaccionar y dar a conocer los casos, como hemos visto
Por eso tenemos que agradecerles a las mujeres del PSOE que nos hayan dado un nuevo ejemplo de dignidad y que hayan puesto de manifiesto que el machismo todavía está presente en nuestra sociedad, y que este se concentra en cualquier estructura de poder, sea en la política, en las instituciones, en la empresa, en la academia o en cualquier otro lugar.
Si no se hubieran conocido esos casos no creo que nadie pudiera afirmar que no hay machismo en el PSOE, del mismo modo que no se puede concluir que no hay machismo ni acoso sexual en el resto de los partidos políticos. Otra cosa muy diferente es lo que cada organización y estructura permita conocer. Siempre lo he dicho, la diferencia entre un partido de izquierdas y uno de derechas no está en el número de machistas, sino en el número de feministas, y son ellas las que permiten reaccionar y dar a conocer los casos, como hemos visto.
Todo ello es lo que ha producido un cambio radical en la actitud ante el acoso. Recuerdo cómo ese cambio llevó a que las universidades americanas modificaran sus criterios de calidad, y mientras que antes muchos de los casos de acoso sexual eran ocultados para “no dañar la imagen” de la universidad, ahora uno de los criterios de calidad es el número de casos de acoso sexual identificados. Y esa es la transformación esencial que se ha producido, un cambio que ha llevado a que ahora sepamos que el acoso sexual forma parte del día a día y que más de 7400 mujeres lo sufren a diario, pero también que se actúa contra él. Antes se escondían, pero ahora la diferencia entre una buena y una mala universidad está en que la buena establece mecanismos para que se conozcan y la mala intenta mantenerlos ocultos.
Por eso, la verdadera crítica a la violencia que sufren las mujeres no se puede reducir al cuestionamiento de los casos de los demás, sino que debe traducirse en el compromiso y la acción propia para erradicar las causas y el machismo que da lugar a ellos.
La lección que también debemos aprender de lo ocurrido es que el feminismo sin poder autónomo no puede contrarrestar al machismo, al contrario, al final es este el que lo utiliza como un factor más de invisibilidad y normalidad, algo que no podemos permitir. La conclusión es clara: más feminismo, no menos.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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