La ideología no ideológica de Vox

La portavoz de Vox en el Congreso, Pepa Millán, fue muy clara cuando hace ya unos días (11-11-25) se le preguntó sobre las condiciones para pactar con el PP un nuevo presidente para la Generalitat valenciana, y entre otras cosas dijo que, además de todo lo que ya se había hablado, exigirían un “rechazo a la ideología”.

Lo que se deduce de sus palabras es que su ideología no es ideología, es “lo natural”, “lo normal”, “lo propio de la condición humana”. De modo que todo lo que define su posición ideológica, por ejemplo el machismo, la xenofobia, el racismo, la misoginia, la homofobia, la desigualdad, el negacionismo climático, el maltrato animal como espectáculo, el conservadurismo… es neutralidad y equilibrio en una sociedad regida por esas referencias.

A partir de ahí todo es “ideología de género”, “ideología climática”, “ideología animalista”, “ideología de la diversidad”, “ideología comunista-bolivariana”… Pero lo suyo no es ideología, es “orden natural”, y sus ideas son puras y limpias para ordenar el caos que las derivas progres y las derechitas cobardes imponen.

Todo ello hace que su propuesta política no se dirija a la realidad, sino a la existencia, es decir, a la necesidad de actuar ante el riesgo que supone dejar de ser lo que somos bajo las propuestas progresistas, y de ese modo evitar que el feminismo y la igualdad conviertan a los hombres en seres blandengues, el ecologismo a la agricultura en jardinería, el animalismo a los toros en mascotas, la inmigración a la sociedad en un expositor de etnias, creencias y costumbres…

Al final, lo que reflejan sus propuestas es una estrategia “afirmacionista” sobre la negación y el rechazo de todo lo que cuestiona su modelo. El objetivo es criticar aquellas posiciones políticas y sociales que van en contra de su “ideología no-ideológica”, para que sin elementos críticos sobre ella se refuercen sus ideas, valores y creencias.

Por eso no tienen que proponer nada, solo prometer que las cosas volverán a ser como siempre han sido. No necesitan una alternativa de futuro, sino un reencuentro con el pasado donde ese “orden natural” definía las relaciones sociales, la manera de organizarnos y la forma de ser hombres y mujeres según su cultura androcéntrica ha decidido.

Su éxito se basa en una serie de elementos:

  • Prometen algo conocido y tangible, puesto que sus referencias son el pasado, lo cual, en una cultura que dice “mejor malo conocido que bueno por conocer” o “más vale pájaro en mano que ciento volando”, actúa como garantía de éxito.
  • Culpan a todo aquel que no comparta sus ideas de los problemas actuales. Un mensaje que lanzan fundamentalmente contra los partidos políticos tradicionales, las instituciones y las administraciones, a quienes hacen responsables de todos los males y de ir en contra de los intereses de la gente.
  • No hablan de futuro, sino de presente. Su éxito no está en lo que va a ser, sino en lo que tiene que dejar de ser. Por eso no hacen propuestas salvo para reforzar sus grandes ideas (contra la inmigración, contra la igualdad, contra la ecología…), pero no hablan de gestión.
  • Este arraigo en el presente permite soñar con algo concreto y definido, como es el pasado, no imaginar con lo que puede (o no puede) ser. Por eso no recurren al miedo sobre esa posibilidad, y lo que hacen es potenciar el deseo y la “libertad” para dejar de ser lo que han impuesto las posiciones progresistas con su transformación social.

Una propuesta hipotética sobre lo que se puede ser, que es el mensaje progresista, tiene menos impacto que una propuesta “realista” sobre lo que se es y se ha sido

Ante una situación como la descrita, recurrir al discurso del miedo de “¡que viene la ultraderecha!” no funciona por diferentes motivos, entre ellos:

  • Porque la ultraderecha ya está aquí, y ha llegado de manera paulatina y radicalizando mensajes que ya existían en el mundo de la derecha, de manera que esa progresividad ha facilitado la integración y la adaptación de una parte de la sociedad a sus espacios.
  • Porque una propuesta hipotética sobre lo que se puede ser, que es el mensaje progresista, tiene menos impacto que una propuesta “realista” sobre lo que se es y se ha sido. 
  • Porque los problemas actuales, magnificados por las redes, validados por medios de comunicación y tertulias, y amplificados por algoritmos, ya parecen mucho peor que cualquier alternativa. Esta situación facilita que se potencie la idea ya presente de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
  • De ese modo, el pasado actúa como destino que da referencias objetivas sobre lo que debemos ser y debemos conseguir, y hace que las posiciones progresistas no se vean como un destino, sino como un camino sin final conocido.
  • Y finalmente, sus planteamientos son presentados como propuestas dirigidas a toda la sociedad, mientras que las progresistas se muestran como dirigidas a determinados grupos, que a su vez son considerados responsables de sus propios problemas, no como una situación creada por la discriminación. Y luego, por si fuera insuficiente, le añaden el mensaje de que actuar sobre esos grupos es actuar contra el resto de la sociedad.

Todo este contexto se ve potenciado bajo la polarización y la “guerra cultural”. La primera demoniza al otro para que nada de lo que proponga pueda ser aceptable, simplemente por el hecho de proceder de alguien incapaz o ilegítimo. Y la segunda presenta las propuestas como ataques dirigidos a destruir lo que somos y lo que hemos conseguido entre todos a lo largo de la historia.

De manera que en una sociedad androcéntrica que históricamente ha compartido las mismas referencias que hoy reivindica la ultraderecha, en la que el otro es un enemigo y sus iniciativas un ataque, en la que el riesgo está en dejar de ser lo que hemos sido, y en la que la “ideología” se muestra como un problema, la “no-ideología” con la que se presenta la ultraderecha para hacer del pasado un lugar de encuentro bajo los privilegios de siempre es algo atractivo. Especialmente para quienes más pueden disfrutar de ese destino, que son los hombres y los jóvenes, los primeros por ser señores del presente, y los segundos por tener toda la vida por delante. No por casualidad hombres y jóvenes representan la mayoría de sus votantes.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada.

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