No es una ola reaccionaria

Lo que vivimos en la actualidad ni es una ola ni es algo reaccionario, como tanto se repite.

De hecho, que se defina de ese modo la estrategia global de la derecha y la ultraderecha es preocupante, porque en el fondo demuestra que las posiciones progresistas ni siquiera son conscientes de lo que hay detrás de todo lo que sucede.

El último ejemplo lo hemos visto estos días, cuando han considerado la victoria del partido de Milei en las recientes elecciones intermedias de Argentina como la consecuencia de la “ola reaccionaria”. Lo cual no solo es un claro ejemplo de desconocimiento, sino una negación de todo lo que pasa para que un sector de la sociedad vote a la ultraderecha y otro se abstenga de votar. Porque el resultado final no es solo la consecuencia del voto ultra, sino que también lo es de lo que lleva a que se produzcan unas circunstancias sociales que dan lugar a ese voto mayoritario.

Y todo ello después de llevar años escuchando lo de “que viene la ultraderecha” y comprobar que ese recurso al miedo lo que ha hecho es fijar la atención en ella; y funcionar como un impulso para traerla antes, para hacer que gobierne en muchos países y crear la posibilidad de que, sola o en compañía, gobierne en otros más, entre ellos España. Una situación que claramente demuestra que la estrategia para evitarlo no ha sido válida, y no lo ha sido por el desconocimiento que había sobre el verdadero significado de lo que ocurría.

Lo que hay detrás de todo este proceso no es una “ola reaccionaria”, como se repite insistentemente, sino una refundación cultural e ideológica, tal y como llevo años, desde 2023, diciendo y argumentando. Veamos de manera rápida la situación.

“Refundar”, según la segunda acepción del Diccionario de la Lengua Española, es “volver a los principios originales o adaptarlos a los nuevos tiempos”. Mientras que “ola” toma el significado de “oleada” para referirse al “movimiento de la gente en un determinado sentido”, y la palabra “reaccionaria” se define en su segunda acepción como “que tiende a oponerse a cualquier innovación”.

Por lo tanto, al llamar a la realidad “ola reaccionaria”, lo que se da a entender es que se trata de una situación pasajera, que acabará cuando “pase la ola”, y que su naturaleza es reactiva, es decir, contra elementos puntuales de carácter innovador, como son las iniciativas de las políticas progresistas. Esta idea en verdad demuestra un profundo desconocimiento de la realidad.

El error se produce porque todo está dentro del “mar androcéntrico” donde se produce la ola, ya que el machismo es la cultura que nos define y nos organiza sobre sus ideas, valores y creencias, no determinados aumentos en la intensidad de las mismas. Eso quiere decir que la izquierda también es machista a no ser que haga una revisión crítica y se transforme hacia el feminismo. Y los ejemplos de ese machismo en la izquierda están cerca y son numerosos.

Lo que proponen las posiciones conservadoras es la recuperación de la esencia de los valores e ideas de la cultura androcéntrica para refundar la realidad

Todo ello, desde el punto de vista práctico, lo que significa es que debemos ser conscientes de que antes de la ola actual ya estaba el machismo, y después, cuando haya pasado la ola, continuará el machismo como lo ha hecho en los últimos 10.000 años, a pesar de todas las olas y marejadas que se han producido a lo largo de la historia, porque ninguna de ellas es diferente al mar donde se producen, sino que forman parte del océano de la cultura androcéntrica.

Y tampoco es reaccionaria ahora, lo ha sido siempre que se han producido avances significativos que han cuestionado alguno de los elementos esenciales de su estructura patriarcal. Ocurrió cuando las niñas fueron a la escuela en 1857 con la ley Moyano, o cuando en 1910 las mujeres pudieron ir a la universidad con la ley Romanones, y en 1931 tras aprobar que podían votar. También en los 70 cuando pudieron divorciarse, algo que en España tuvo que esperar hasta 1981, o cuando pudieron abortar en 1985, o en 2004 al aprobar una ley que reconocía y actuaba contra la violencia machista que sufren las mujeres, o en 2005 al aprobar la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En todos esos momentos y en muchos más hubo movimientos reaccionarios para impedir la innovación que suponía cada una de esas medidas. Pero ahora la situación es más compleja y su objetivo es “refundar el machismo”, es decir, recuperar el sentido y el significado de lo que somos a partir de las referencias de la cultura androcéntrica, y llevarlo a la práctica, tanto al plano individual, con todo lo referente a la identidad y a la condición de hombres y mujeres, como al social, con la distribución de roles y funciones a partir de los elementos anteriores.

No se trata solo de reaccionar contra la transformación, sino que lo esencial es promocionar los elementos de la cultura androcéntrica como elemento común a toda la sociedad. De ahí su carácter transversal y refundador.

El objetivo no es responder ante determinados cambios o iniciativas, eso se hará como parte de la escenificación necesaria. El objetivo es aprovechar estas circunstancias para presentarlas como ataques a nuestra esencia, y plantear la necesidad de recuperar los valores tradicionales para evitar que este tipo de hechos se puedan presentar, y de ese modo mantener la “ley y el orden”, como tanto les gusta repetir. Justo lo que dice José María Aznar en su nuevo libro, Orden y libertad.

Por eso vuelven a plantear el tema del aborto, intentan que los jóvenes sean “hombres de verdad” a partir de lo que les susurra el machismo en las redes a través de sus nuevos predicadores, y que las mujeres jóvenes no sean mujeres de verdad y se queden en casa cocinando para sus maridos y cuidando a novios y niños, como reivindican las influencers “tradwives (“esposas tradicionales”).

Lo que proponen las posiciones conservadoras es la recuperación de la esencia de los valores e ideas de la cultura androcéntrica para refundar la realidad, no proponen una reacción para bajar los impuestos a los más ricos ni sobre la privatización de los servicios públicos, eso llegará si lo necesitan para sus negocios, pero su principal empresa es la cultura androcéntrica, y lo que quieren es recuperar la parte perdida haciendo una OPA hostil a la igualdad, al feminismo y a la democracia.

La izquierda no puede limitarse a gestionar los problemas del machismo conservador, ni a gritar “que viene la ultraderecha” y hacer contramanifestaciones a las puertas de las universidades. Además de eso debe proponer un modelo cultural de convivencia bajo una cultura levantada sobre la igualdad. 

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