Extremadura, mucho más que autonómicas

En todas las noches electorales una mayoría de partidos celebra un triunfo y cada cita incluye una sorpresa. Sin embargo, en esta primera parada en Extremadura puede ocurrir que todos pierdan. Que sean las elecciones de la gran derrota. María Guardiola justificó el adelanto electoral por la falta de presupuestos en una legislatura marcada por su pecado original. Negarse a pactar con una fuerza que “niega la violencia machista” y “deshumaniza a los inmigrantes” para, acto seguido, meterlos en el gobierno. La noche del 21 de diciembre, salvo sorpresa, su socio habrá crecido y el PP de Guardiola tendrá enfrente a un Vox vitaminado con la factura de la investidura en su mano. Es la primera parada del Vox que absorbe voto, crece y marcará el tono y la fuerza de los pactos. Es fácil que Guardiola sea la lista más votada con un buen porcentaje de voto y una tortuosa ejecución de ese resultado. La victoria electoral de un PP que ante el nuevo ciclo gana pero sufre y asume condiciones inaceptables. 

Vox, por más que crezca, no será alternativa de gobierno, aspiración máxima de Santiago Abascal en su alianza ultra internacional. Por más que hiperbolice la subida electoral, será socio minoritario en Extremadura y el resto de citas por venir. En plena guerra PP-Vox se ha destapado el desvío de fondos de la dana desde Revuelta, un nuevo caso de financiación bajo sospecha en los aledaños de Vox, ahora en su organización juvenil de referencia. Los patriotas del "solo el pueblo salva al pueblo" aprovechándose del pueblo. Nada nuevo. El PP está utilizando el pufo de Vox-Revuelta con las donaciones hurtadas a las víctimas, pero será un boomerang en los pactos por venir. Denunciar las irregularidades de Vox para luego pactar como si nada tendrá un desgaste.

Mientras el PP se obsesiona por matar a Sánchez, Vox continuará con su plan de matar a Feijóo. La coyuntura y el apoyo global ultra les favorece

La derrota del PSOE es previsible y será dura. Dejará de ser la fuerza más votada probablemente bajo el titular del peor resultado de los socialistas extremeños. La campaña ha sido pésima y Miguel Ángel Gallardo es un candidato débil al margen del procesamiento por el supuesto "enchufe" a David Sánchez. No ha sabido poner en apuros a Guardiola desde la oposición ni una sola vez. No se le conocen intervenciones brillantes en la Asamblea. Tampoco ha sido capaz de recuperar la confianza de un votante históricamente fiel que alimentó las mayorías absolutas de Ibarra y Fernández Vara. Si el resultado de los socialistas coincide con la percepción general, la duda es si el PSOE podrá imponer una gestora y empezar a reconstruirse desde el próximo lunes. 

El domingo se medirá también si hay una abstención punitiva de castigo en la izquierda. El PSOE se presenta en Extremadura con el candidato más flojo en el peor momento reputacional del partido, la corrupción en su punto álgido y los casos de acoso latiendo en las federaciones. Es probable que el PSOE metabolice su propio Me too a corto plazo con la victoria de unos canales de denuncia anónimos inéditos en otros partidos, pero seguirá el malestar de las mujeres feministas del partido por una pésima gestión contra los machistas que no han evolucionado al ritmo de las leyes impulsadas por el PSOE. 

Este domingo empieza un ciclo electoral que repartirá todo el poder político en España y que terminará con la parada final de las generales. El PP lo venderá como el principio del fin de Sánchez mientras alimenta a su propia bestia. Si los de Feijóo ganan en Extremadura, Aragón, Castilla y León y Andalucía lo venderán como el pavimento de la caída. De manera simultánea, se visualizará cuánto tiene que pagar el PP a Vox por cada victoria. Con un Vox que no quiere coaliciones pacíficas sin fuertes concesiones de su agenda ultra. Una dinámica con la que seguramente no cuenten en 2026. Mientras el PP se obsesiona por matar a Sánchez, Vox continuará con su plan de matar a Feijóo. La coyuntura y el apoyo global ultra les favorece. Si el PP no reacciona al contexto actual con su propia estrategia, para cuando Feijóo vea el fin de ciclo de Sánchez, es probable que el monstruo le domine

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