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No es una invasión

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Antonio García Gómez

“Niñas y niños de 7, 8, 9 años. Llevan 72 horas en territorio español y no dejan de llorar. Quieren volver a Marruecos. A sus casas, con sus padres. Nadie es capaz de explicar muy bien cómo han acabado entre las 8.000 personas que han cruzado la frontera del Tarajal entre el lunes y el martes", extracto de un artículo de José Enrique Monrosi en infoLibre.

“Nos dicen los informes de desarrollo humano de la ONU que la tasa de mortalidad infantil de menores de 5 años en Marruecos multiplica por ocho la española. Y que apenas un tercio de los adolescentes marroquíes tienen acceso a la educación secundaria”. Por mucho que les gustaría a muchos no es una invasión, viendo “al ejército saliendo a la calle para defender a la población civil” como un desiderátum de “todos cuerpo a tierra”, con el “a por ellos” por consigna, y duro al “moro” en nombre del “Imperio” trasnochado, de mala baba y peor calaña.

Mientras solo se adivina en Ceuta una espantosa fotografía del país vecino, a instancias de sus dirigentes que callan y otorgan, con el que, por cierto, hay que intentar establecer puentes, a pesar de todo, incluso anteponiendo la contundencia de nuestro país, tal y como es, miembro de la Unión europea, soberano y democrático, sujeto a las leyes y atento, en lo posible, siempre intentando mejorar, a los derechos humanos, de los propios y de los ajenos, para impedir la avalancha de adultos, adolescentes, niños, y hasta bebés, aprovechando la facilidad absoluta ejercida por la inoperancia activa de Marruecos, por intentar llegar a la soñada Europa, tal vez ¿por dar una lección?... a nuestro Gobierno por haber acogido al líder del Frente Polisario, enfermo e ingresado en un hospital.

Porque lo que se vio en Ceuta el día 18 de mayo fue también y sobre todo la desesperación en una “crisis humanitaria", una más, en este mundo que hace aguas por demasiados sitios, contemplando la desesperación de miles de seres humanos, sin nada más que perder, porque lo han perdido todo ya, porque no tienen nada, aprovechando la maquiavélica triquiñuela del país vecino, Marruecos, una dictadura “a la moderna”, que abandona, en primer lugar, a su propia población, aunque le llamen país emergente y tenga cierto salvaguarda de EEUU, y que a pesar de todo, solo es capaz de mostrar la sima abismal que diferencia a España y a su vecino, en cuanto a derechos, desarrollo e igualdad.

¿Hacia un bipartidismo 4.0?

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Aunque nosotros tengamos tanto que mejorar la distancia sigue siendo sideral. Sin que conturben los auto inflamados patriotas, en trance de combustión aguerrida y guerrera, como la sombra contra la luz, frente a la esperanza y la determinación comedida, razonable y solidaria de un país y un gobierno plenamente democráticos que habrán de restablecer, ojalá que con la mayor lealtad y cohesión, no solamente la frontera, sino también las relaciones más dignas posibles con su vecino y, asimismo, tratar de desarrollar estrategias, políticas, puentes, propuestas, de acuerdo y con el respaldo de la Unión Europea, para ayudar a proteger los derechos humanos y un futuro mejor para quienes ni son invasores, ni organizaron una invasión. ¡Qué más hubieran querido los miserables patrioteros de verbo encendido y odio desatado!

Con tal de intentar, de nuevo, derribar a su propio gobierno, es decir el nuestro, el de todos y todas. Cuando solo se trataba de otro bofetón a los excluidos de aquende y de allende las fronteras, de un desarrollo digno, decente y democrático, para que “su mundo cainita”, siguiendo sus pérfidas andanadas, caiga en la tentación de parapetarse tras su miedo, y a veces tras su odio, desde luego, en una locura de oídos sordos y palos al más vulnerable, cuando la desigualdad es lo que terminará agrietando “esta seguridad” que ya se pretende defender “patas arriba”… frente a los siervos que, después de todo, habrán de acudir a “servir” a sus amos y señores, es decir a ¿nosotros mismos, creídos de que somos superiores? Porque no eran “soldados”, como hubieran querido algunos “malnacidos”, sino “morralla” humana, víctimas y coartadas de un régimen despótico que los lanza adonde puedan estrellarse, dando oxígeno, o eso creerán, a sus dirigentes y gobernantes. Así pues insisto, no ha sido una invasión, y sí la plasmación de la crisis humanitaria, larvada, reconvertida en moneda de cambio cuando creen que interesa, que revienta, al otro lado de una plácida playa, promovida seguramente por las iras vecinas de quienes no han digerido “una actuación humanitaria” de nuestro país, más o menos transparente, y solo discurren por ver si vuelven a sacar vil tajada… poniendo en riesgo, abandonados a su desgracia, a los más pobres entre los pobres. Valientes bucles envenenados, realimentados desde los espíritus más innobles, a un lado y a otro lado de las fronteras.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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