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Núñez Feijóo: inquisidor de la democracia... fracasado

Amador Ramos Martos

La lluvia moja las manchas del leopardo, pero no se las quita.  (Proverbio africano)

El drama actual de la política española: la ausencia en el espectro ideológico de un partido de centro moderado, capaz de flexibilizar razonablemente sus límites a izquierda y derecha en función del contexto de cada momento político, haciendo viable el consenso y progreso sociales, y la gobernabilidad en temas de Estado, es imposible.

El rosario de crisis, un vía crucis ciudadano iniciado con la Gran Depresión de 2008; la corrupción estructural del PP;  las luchas intestinas del PSOE en sus horas más bajas; y la siempre pendiente cuestión territorial, hicieron inviable una salida consensuada por parte del bipartidismo que desde la Transición se alternaba confortablemente en el gobierno.

En este contexto endemoniado, fruto del hartazgo ciudadano, eclosionaron en la política española por motivos evidentes aunque diversos y  secuencialmente: Unidas Podemos (UP), Ciudadanos (Cs) y VOX. El primero, UP, logró con su entusiasmo inconformista algo que ningún demócrata debiera olvidar, puso las pilas al sucedáneo socialdemócrata que era entonces el PSOE, obligándolo a reubicarse en su espacio natural abandonado por dejación ideológica.

El segundo, Cs, fue una prótesis improvisada. Un apoyo para apuntalar al PP y mantener la hegemonía ideológica dentro del sistema diseñado desde poderes no democráticos. Un partido indefinido ideológicamente, y que, como ocurría con el baile de la yenka de moda en mi adolescencia, se saltaba amagando moverse en todas direcciones pero sin moverse del sitio.

El tercero, VOX, que ante la amenaza real del dueto consolidado PSOE-UP y la atonía de la derechita cobarde del PP, sacó pecho ideológico reivindicando desde el pasado a: Don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos, Torquemada, Franco y si hubiera  hecho falta… a la cabra de la Legión.

En este galimatías ideológico-político, difícil de entender y más difícil de solucionar,  se gestó la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy que acabó con la espantada política de este, y el nombramiento constitucionalmente legítimo de aquel como presidente del gobierno.

Un hecho ante el que el PP, herido en su orgullo y soberbia, renunció a la redentora autocrítica, desencadenando una política visceral de acoso y derribo del gobierno de Pedro Sánchez de la mano de un faltón Pablo Casado, defenestrado más tarde por sus enfrentamientos con Isabel Díaz Ayuso y su desencuentro final con Génova 13.

Se produjo entonces un vacío transitorio, una crisis de liderazgo que exigía la búsqueda urgente de un recambio en la Presidencia del PP. Objetivo de las aspiraciones contenidas de una influencer política de la derecha extrema que es Isabel Díaz Ayuso, y la amenaza plausible de constituirse VOX en referente de la derecha ultra española.

¿El aclamado unánimemente para liderar el proceso de renovación del partido?... Alberto Núñez Feijóo. Un político de vuelo bajo, que encadenaba mayorías confortables y seguras en una comunidad de idiosincrasia singular como es la gallega, y en absoluto representativa ni equiparable a la realidad española.

La gran esperanza de la derecha desnortada y sin rumbo utilizó de forma fraudulenta el 28-M como un plebiscito sobre la legitimidad democrática de Pedro Sánchez, ignorando la finalidad electoral última del mismo. Sin propuestas ni proyecto que ofrecer, su discursó se redujo a berrear haciéndole el coro a VOX, el mantra de que había que acabar con Sánchez y su estilo totalitario de ejercer el poder… ¡el “sanchismo”! Y lo lamentable, hay que reconocerlo, con cierto éxito; aunque se hurtara a los ciudadanos el debate sobre políticas municipales  o autonómicas.  

La promiscuidad ideológica de la foto de Colón sigue provocando un sentimiento de vergüenza ajena democrática, y quemando líderes políticos caídos en desgracia

Una vez más, recurriendo a lo que constituye, quizás ya, una de sus señas políticas de identidad, la audacia, Pedro Sánchez convocando a bote pronto nuevas elecciones generales, ahora sí, un plebiscito sobre su persona y su proyecto de España el 23-J, reventó el intento de Feijóo de fagocitar a VOX para, como planeaba, poder gobernar en solitario.

Su política dando cuerda al partido de Abascal asimilando parte de su discurso; el optimismo desenfrenado de los pronósticos de los gurús demoscópico-mediáticos; su ausencia del debate a cuatro emborrachado como estaba de un éxito prematuro y presunto y la movilización de la izquierda frente a las medidas adoptadas por VOX en los gobiernos compartidos ya con el PP, frenaron las aspiraciones del taimado gallego.

Y que, vistos los resultados y la movida dentro del PP, en mi opinión pueden significar el fin de su excluyente proyecto de España, y el inicio de su “exitus” que… no éxito político. Un rosario de presunciones y errores, que los resultados del 23-J confirmaron, le alejan de su objetivo final: obtener una mayoría para gobernar en solitario sin el soporte de VOX.

Pero la decisión de este bombero pirómano de abrir, como ha hecho, las puertas de la democracia y de los gobiernos territoriales que creíamos blindadas, a los incendiarios de VOX, no ha contribuido a mitigar la crispación social y el fuego ideológico ultraderechista. Al contrario, solo ha contribuido alimentándolo… a extenderlo.

El disfrute de la “inmensa mayoría” de la derecha extremada y de la extrema derecha, el clímax erótico-político tan deseado por el PP, continúa siendo una entelequia. El sueño húmedo frustrado e imposible de Núñez Feijóo ahora, y antes, de sus predecesores en el cargo. La promiscuidad ideológica de la foto de Colón sigue provocando un sentimiento de vergüenza ajena democrática, y quemando líderes políticos caídos en desgracia.

El pacto constitucional de la Transición debió constituir el punto de partida de un proyecto abierto, adaptable y capaz de dar respuesta a la evolución lógica de una realidad social cambiante y en ocasiones imprevisible. Su rígida, casi pétrea interpretación, junto al  bloqueo y deslegitimización de instituciones básicas del Estado por parte del PP-VOX, degradan nuestra democracia, y perpetúan la falta de soluciones a conflictos larvados que periódicamente emergen con su carga de crispación e incertidumbre sociales.

Una democracia de calidad debiera, democráticamente, frenar la carrera de este presunto líder que no lo es; y que quizás, él lo sabe, nunca llegue a serlo. El intento de Feijóo por liderar la derecha, desde hace tiempo asilvestrada, del PP, repescando de paso a la ultraderecha de VOX para un proyecto nacional moderado de ¿centroderecha? (risas o… lamentos) no cabe interpretarse como una broma macabra de mal gusto o una bravucona chulería.

En el contexto actual y dado el nivel de encabronamiento político alcanzado, solo puede interpretarse como el proyecto delirante de un visionario, otro más, ubicado en una realidad paralela y caducada hace tiempo. Una “cagada política” monumental de alto riesgo democrático, de un político que vino a ejercer de Torquemada de la democracia y que ha resultado ser… un 'tonto de capirote'.

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Amador Ramos Martos es socio de infoLibre.

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