Librepensadores

Otros Pactos de la Moncloa no, por favor

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Pedro Crespo Rubio

Mucho se habla estos días sobre unos posibles segundos Pactos de la Moncloa, especialmente por parte del Presidente Sánchez. Le entiendo, pero no lo comparto.

Este Gobierno que, para mí, es el menos malo que podíamos tener y que ha cometido, como es normal, algunos errores pero que está gestionando razonablemente bien la situación tan difícil e imprevista que le está tocando vivir y que ha trastocado bruscamente sus planes para la Legislatura, está pensando ya cómo afrontar las crisis económica y social que se avecinan una vez superado el problema del covid-19. Efectivamente, necesita buscar y negociar acuerdos con todos los actores tanto políticos como sociales, e incluso intentar grandes pactos de Estado. Fácil no le va a resultar dada no ya la escasa predisposición sino la postura extremadamente beligerante contra todo lo que salga del actual Ejecutivo, por parte del principal partido de la oposición.

Y no estoy de acuerdo con una nueva versión de los Pactos de la Moncloa porque, por muy importantes que sean los problemas económicos y sociales que seguro que van a surgir durante todo este año, en 2021 y, posiblemente, después, nunca serán comparables a los que se daban en 1977, en que, además de este tipo de problemas, y con mayor intensidad, había otro más grave que era el de una posible vuelta atrás en la Democracia recién alcanzada.

Confieso que no me resulta especialmente agradable recordar algunos acontecimientos de la época, salvo que acabábamos de estrenar una Democracia, largamente buscada. Por entonces, en Octubre de 1977, fecha de la firma de los Pactos, la inflación era del 30%; no todos los ciudadanos pagaban impuestos (tuvo que llegar Francisco Fernández Ordóñez al Ministerio de Hacienda en Julio de ese mismo año, formando parte del Gobierno de Adolfo Suárez, para modernizar el sistema fiscal e introducir el Impuesto sobre la Renta); subía el paro, que por esas fechas era del 5% pero que desde entonces comenzó a subir ininterrumpidamente hasta alcanzar el 12/13% en 1980 y el 21% en 1985 (ya van apareciendo los más perjudicados de la situación), pero, con todo, el gran problema que acechaba a todos era el temor a un golpe de Estado. Hacían escasamente dos años que había muerto el dictador, y los militares desconfiaban de casi todos los políticos y casi todos los políticos desconfiaban de los militares; y estaban los ocultos pero numerosos y fuertes poderes fácticos de siempre, que habían vivido muy bien con la dictadura. Circulaban rumores, se hablaba de reuniones conspiratorias, que las había, y que un año más tarde, en Noviembre de 1978, se plasmaron en la tristemente famosa reunión de la cafetería Galaxia, que fue el inicio del 23-F.

Últimamente, no han faltado, en sus críticas a los políticos actuales por su falta de acuerdo, quienes han resaltado que Fraga (Alianza Popular) y Carrillo (PCE) fueron capaces de ponerse de acuerdo en el 77. Ante esto, he de decir, primero, que Fraga sólo firmó el acuerdo económico pero no el político de los Pactos, y segundo, que ambos no se podían ni ver.

Para apoyar mi tesis, se me hace preciso recordar algunos hechos que acaecieron entre 1976 y 1977, que no voy a expresar con detalle porque no parece muy oportuno en las actuales circunstancias, pero los conozco y están en las hemerotecas: huelgas, movilizaciones sindicales y sociales, atentados, violencia en las calles, miedo generalizado etc. Además, en enero de 1977 se había aprobado la Ley de Reforma Política, que despertó gran rechazo entre los nostálgicos del franquismo, y el sábado santo, un 9 de Abril, se había legalizado al Partido Comunista, casi a escondidas de los militares. Ese era el ambiente; como se aprecia, poco que ver con el actual.

Conviene recordar también que en octubre de 1977 se aprobó la Ley de Amnistía. Y los Pactos de la Moncloa y la Ley de Amnistía son como el prólogo de la Constitución del 78. En estas ocasiones, y en algunas más, muchos nos hemos tenido que tapar la nariz para aceptar determinadas imposiciones, en evitación de males mayores. Hoy, algunos critican todos aquellos acuerdos por perjudiciales para la izquierda, y es posible que no hayan resultado ser lo mejor a posteriori, pero los que por razones de edad y también de militancia los vivimos incluso participando en debates, sabemos que era muy difícil no aceptarlos. Acerca, por ejemplo, de la Ley de Amnistía, se ha criticado que los herederos del franquismo la han utilizado como Ley de punto final para tapar la negra y falsa historia que nos habían contado sobre esa etapa, pero desde la izquierda se aceptó porque sirvió para sacar de la cárcel a muchos de los suyos.

Resulta fácil criticar ahora el pasado vistos algunos resultados, pero había que estar ahí en esos momentos. Sí, algo parecido a los que ahora tratan de hacer de profetas no del futuro sino del pasado sobre el covid-19.

Por todo ello, la izquierda y la clase trabajadora no deben tener que taparse una vez más la nariz. Que los actores políticos traten de llegar a acuerdos, y si no lo consiguen, que cada fuerza política hable claro y con el firme compromiso de cumplir después lo ofrecido sobre sus propuestas y planes de futuro para lo inmediato y para el medio plazo, que se convoquen elecciones y que quien decida sea la ciudadanía mediante el voto.

Pedro Crespo Rubio es socio de infoLibre

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