Librepensadores

La paranoia catalana

José Prados Osuna

El asunto catalán no se resume en una cuestión de simple demanda de beneficios ni es consecuencia de las anteriores actuaciones de estrategia de partidos. Los guisos son complejosguisos y requieren de una multitud de componentes para un resultado final que puede ser incomestible. Depende de la intensidad de fuego con el que se cocine y de los tiempos de cocción. Partamos de la base de que Cataluña, como distintos territorios de cualquier Estado conformado, tiene particularidades que la historia ha podido mostrar y determinados intereses, tergiversar. En el caso catalán la simple preferencia de un monarca no justifica una leyenda. Las justificaciones de raza son especialmente despreciables, pues suponen el establecimiento de fronteras entre los propios seres humanos. El filósofo francés Alain Finkielkraut afirma que los ideales de razón de humanismo cosmopolita sin fronteras están sucumbiendo ante la exaltación nacionalista y la concepción étnica de la sociedad, herederas del romanticismo alemán y de su Volksgeist del siglo pasado. Por ello, fundamentalmente, su acepción nazi-fascista, es incuestionable. Las afirmaciones de dirigentes catalanes actuales entusiasmados con cuestiones de raza son un determinante ejemplo de la degradación del pensamiento y de la razón en mor de sentimientos que se adscriben a primitivismos tribales. Algunos versos escritos por autores vascos vienen a confirmar que la estructura intelectual del movimiento intranacionalista español es puramente racista cuando poetas como Celaya tildan a los andaluces de “enanos sexuales”.

Los fundamentos del pensamiento de izquierda se basan en la concepción universal del hombre y casan con el movimiento cristiano católico en tal consideración. Ni el hombre tiene fronteras, ni el pensamiento tiene fronteras, ni son lícitos los movimientos cuyo objetivo es la división del ser humano. Todo ello adornado con el principio de la solidaridad cuyo fundamento es la fraternidad y la renuncia en favor del más desfavorecido (“Proletarios del mundo, uníos”). Ello contrasta con los movimientos independentistas que en España tienen un especial significado, pues tanto en el País Vasco como en Cataluña el movimiento separatista ha sido amparado y protegido, cuando no, surgido, desde la jerarquía católica y desde movimientos de izquierda. La Izquierda abertzale, la CUP, ERC y los Comuns, han evadido tal razonamiento sin saber exactamente, a pesar de los procesos de racionalización efectuados por la CUP, cómo encajan tal proceder en el fundamento esencial de la izquierda, sobre todo teniendo en cuenta que Cataluña y Euskadi son los territorios más ricos y desarrollados de todo el Estado. Sin embargo tanto el PNV como Convergencia i Unió son la verdadera derecha de esos territorios, los impulsores iniciales de este movimiento pero que coinciden con la izquierda en su afán nacionalista, separatista e insolidario. Una auténtica paranoia fundamentada en delirios de persecución y grandeza.

A todo ello hay que añadir un afán compensatorio económico y por tanto, insolidario, una educación dirigida en las escuelas y universidades para crear a lo largo del tiempo un Estado nuevo y basado en particularidades identitarias o en agravios inexistentes, una legislación electoral en favor de los partidos nacionalistas y en perjuicio de los de ámbito nacional, una participación bisagra en las decisiones estatales que ha incrementado la ruta de enfrentamiento con el Estado, una pésima política ejercida por la derecha nacional para tratar bien de corregir el perverso mecanismo de ruptura paulatina con la comunidad legal, bien de obtener réditos electorales y un apoyo casi incondicional al movimiento subversivo ejercido por aquellos que tienen un especial odio al Estado por no haber resuelto de forma efectiva la Transición democrática y que prefieren la ruptura frente a la continuidad o la modificación de las estructuras legales por procedimientos constitucionales.

Si nos atenemos al idioma, los independentistas lo saben, para tener un Estado es primordial separarse de los demás mediante un idioma que los unifique. Sólo que Franco prohibió hablar catalán y los independentistas prohíben hablar castellano.

Lo demás, consideraciones sobre democracia de quién ni cumple las leyes, ni permite que nadie piense de forma diferente, mediante la exclusión o botiflerismo, las argucias parlamentarias para excluir a minorías mayoritarias (ver señor Coscubiela), falso pacifismo de quien arrolla las diferencias, violenta las leyes y pone al pueblo en una trinchera de enfrentamiento civil, no es un pacífico, sino un violento. Y que no se olvide que es el Estado el que tiene el uso legítimo de la violencia frente a la violencia de la insurrección y de los estragos de los que se dicen pacíficos y culpan a terceros de lo que todos, estupefactos, lo hemos visto en tiempo real a través de las cámaras de televisión, a pesar de que tozuda e hipócritamente se afirmaba de forma insistente “prensa española, manipuladora”. Yo no he visto que las fuerzas policiales destrocen la ciudad de Barcelona, ni que sus actuaciones puedan ser tildadas de brutalidad. La brutalidad es intrínseca al independentismo. Es la diabólica perversión que significa la lucha del hombre contra sí mismo. ____________

José Prados Osuna es socio de infoLibre

José Prados Osuna

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