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Partido Togado de España (PTE)

Verónica Barcina

El Partido Mediático Español (PME) ha dado el paso y ha presentado a las elecciones europeas de este domingo a un chorizo disruptivo para, entre otras cosas, ser aforado, eludir sus cuentas con la Justicia y cortar la racha de condenas que paga con dinero obtenido de instituciones gobernadas por el PP y Vox. Una mezcla de pícaro y psicópata. Dicen las encuestas que tiene posibilidades de conseguir escaño este propagador de bulos y noticias falsas, digno representante de la deriva que han tomado en España la mayoría de los medios y los profesionales (¿mejor sicarios?) de la información en los últimos años.

Normalizada esta anormalidad, que no es pionera (ya había puesto una pica en Flandes Hermann Tertsch), sólo falta que el Partido Togado de España (PTE) dé el paso y presente candidatura propia a éstas y a todas las elecciones por venir. Arrasaría, pero hasta ahora se ha limitado a hacerle el juego (muy sucio, repugnante) a la extrema derecha de Vox y del sector ayusista del PP. La toma de partido del Poder Judicial ha quebrado la división de poderes en España, si es que alguna vez existió, cosa ya evidente en demasía.

Desde que se habló, hace ya largos años, de guerra sucia judicial, o lawfaredeterminadas señorías parecen empeñadas en demostrar sin pudor su existencia.Mientras tanto, las asociaciones profesionales y el CGPJ (secuestrado por la derecha) se empeñan en clamar al cielo porque se hable de ello, lo que consideran una afrenta inaceptable a su honestidad, a su imparcialidad, a su dignidad, conceptos manchados día tras día por sus prácticas.

Desde que se habló, hace ya largos años, de guerra sucia judicial, o 'lawfare', determinadas señorías parecen empeñadas en demostrar sin pudor su existencia

De determinadas puñetas del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Supremo o de los Tribunales Superiores asoma con descaro la militancia política a la hora de dictar resoluciones, sentencias o dictámenes que santifican con el mazo. España viene de una tradición histórica en la que la Justicia ha hecho uso de una vasta colección de varas de medir a la hora de juzgar y sentenciar, siempre mirando a quien se sienta en el banquillo para seleccionar una u otra. Es recurrente comparar los juicios a políticos y banqueros con los de los robagallinas y sientan jurisprudencia las injusticias impartidas por sus señorías.

En plena escalada de jueces trabucaires haciendo de su toga un sayo, se ha colado en el debate público la pertenencia de la gran mayoría de estos profesionales a una casta adinerada que les permite años de preparación sin mayor preocupación que estudiar tutelados por preparadores, jueces muchos de ellos, que cobran el dinero negro de papá. Clasismo puro en un estamento que siempre se movió entre la aristocracia y la burguesía.

Y para que ninguna jueza ni ningún juez olvide quién manda, cuál es la naturaleza del poder judicial y cuál es el papel que deben jugar sus señorías para que el statu quo siga siendo el mismo in aeternum, ahí tenemos los ejemplos de los exjueces Baltasar Garzón, Elpidio J. Silva y Victoria Rosell, señalados y apartados de sus puestos por jugar en un equipo equivocado un partido equivocado en un campo equivocado. Recibieron sentencias ejemplares, avisos para navegantes, una especie de cabeza de caballo entre las sábanas.

La Justicia es el más grave problema que amenaza hoy a España. La cuestionable conducta militante de sujetos como García Castellón, Espejel, Marchena, Llarena o Peinado están laminando la escasa credibilidad del sistema judicial, ya deteriorada por las cúpulas del CGPJ y el TC posicionadas políticamente con el Partido Popular para incumplir el mandato constitucional de su renovación, caducada, como ahora, cada vez que el PP sale del poder. Esto, junto a lo que viene sucediendo desde que Rajoy perdió la moción de censura, atenta muy peligrosamente contra la Democracia. ¿Es esta España una Democracia?

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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