LIBREPENSADORES
La pérfida mala saña
”Sin luz, sin calefacción, casi sin alimentos, sin fármacos y con la población que queda sometida a ataques furiosos y constantes…”.
Propio de la condición humana, aunque cueste admitirlo, en un apocalipsis sin fin, puro odio expandido a base de bombardeo continuo con el único objetivo de aplastar, amedrentar, destrozar a la población civil, pervirtiendo el lenguaje y la intención hasta extremos inhumanos, con la capacidad y la intención de devastar y hacer el mayor daño posible. Propio, como así lo he iniciado, de una condición exclusivamente humana, literalmente, inhumana, capaz de justificar lo injustificable.
Como fruto de la inteligencia humana puesta al servicio del mal, por mucho que nos acunaran con aquel mantra de que era necesario “preparar la guerra para asegurar la paz”.
Hasta lograr el trofeo final, la victoria aplastante sobre las ruinas y los escombros, con una pila de muertos, heridos, afectados, propios y ajenos, en el haber del bando ganador, a cuentas del debe del bando perdedor, en una sinrazón que quita toda justificación humanitaria, por mucho que el gran macho alfa aúlle henchido de gloria por haberlo arrasado todo, por mucho que dicho adjetivo ya resulte incómodo, ineficaz, un puro escarnio…
Inoculada, pues, la insensibilidad más absoluta, a flor de piel el odio inflamado, a través de soflamas patrióticas y ruegos al Altísimo, en nombre de la cruz y la espada, a costa de llenar de sangre y lágrimas la superficie terrestre, cuando ya nos sea imposible reconocernos como humanos y se siga matando, matando, matando… en nombre de prevalecer los unos sobre los otros.
Y por mucho que lo repitamos, y por mucho más que lo obviemos y lo distraigamos, la maldad lleva instalada entre nosotros desde tiempo inmemorial. Tanto y de tal manera que probablemente ya seamos incapaces de reconocernos como víctimas, también de reconocernos como matarifes… como cómplices, como colaboradores necesario, doblegados por algunos restos de humanidad que se conserve… muy a título personal, aunque se intente preservar cierto respeto a nosotros mismos frente a la barbarie y la maldad inclemente.
En nombre, por lo tanto, de la inagotable capacidad de odiar en nombre de los más altos y nobles designios, nacionales, espurios, imperiales, grandilocuentes, seguramente, al grito de “a por ellos” hasta el auto exterminio que acabe con lo bueno, lo noble, lo decente… de una humanidad perdida, condenada.
A fuerza de repetirlo unas y mil veces, sin respuesta al fondo de la desesperanza, en un mundo en el que ya solo trinan los últimos supervivientes del holocausto negado y solapado, de la autoinmolación asumida y sostenida, más tarde, cuando ya no había escapatoria, siendo todos cómplices del terror infligido por los tiranos, los iluminados, los enfebrecidos de patriotismo, odio y unción revelada.
Mientras revolotean los cuervos sobre los cuerpos caídos, corriendo a enterrarlos muy aprisa, sus pies descalzos, sus tripas reventadas, el sufrimiento insoportable elevado a razón de seguir calculando que ¿la victoria pueda llegar a estar más cerca?
Antonio García Gómez es socio de infoLibre