Librepensadores
Pin andaluz
Vivimos en Andalucía y somos andaluces. Lo mismo eso no lo puede decir mucha gente, porque no somos muchos, si lo comparamos con tantas tierras habitadas del planeta. El planeta da muchas vueltas, pero Andalucía se mueve porque el planeta no la deja descolgada. Es lo que tiene la Geografía frente a tanta Historia y tantas historias. Andalucía sabe mantenerse firme (perdón), con firmeza en sus cosas, con sus gentes y también con las gentes que vienen de fuera. Hasta mucha gente de fuera que viene no tiene inconveniente en quedarse con nosotros, mejor dicho, en quedarse a vivir con nosotros. Los que quieren “quedarse con nosotros” son otros, pero Andalucía sabe distinguir bien y sabe verlos venir.
En estos días de fiestas de Andalucía, nos han llegado por aquí gentes de fuera a enseñarnos cómo tenemos que ser, como si la geografía se pudiera enmendar a base de discursos. Es verdad que no todos los “discursos” son del “método”, tan clásico él, porque aquí en Andalucía no pretendemos “ir más allá” por el solo hecho de no estarnos quietos y creer que no tenemos valores ni solera. De siempre sabemos por aquí que “en casa de uno, como en ningún sitio”.
Andalucía viene de lejos en el tiempo y en la historia, sin tenerse que mover de su sitio ni de su nombre, como le haya podido pasar a otros territorios.
Los que sí han podido cambiar de territorio son los que han venido a predicarnos políticamente que el pin español es “único, grandioso y liberal”. No han entendido que el pin andaluz es universal, igual que lo es Juan Ramón Jiménez, el andaluz universal, y otros muchos escritores andaluces que se han señalado y destacado en la literatura durante veinte siglos. Blas Infante lo dejó clarito en el Himno: “Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad”.
No nos queremos poner penosos, pero Roma nos entendió perfectamente, y desde Cádiz con sus músicas y bailarinas hasta el préstamo que le hicimos a Roma con emperadores, estas tierras no han cerrado los ojos ni al mundo ni al sol ni al cielo ni al mar.
En esta tierra donde el personal es andaluz por entero, hemos podido observar, hace unos días, que nos han llegado gentes de allende las tierras, de las que no sabemos si son medio cubanas y medio españolas, medio españolas y medio argentinas... pero sí que no andaluzas. Seguimos pensando que ya no es tiempo de conquistas. Tampoco es tiempo de misiones de políticas añejas. Recordamos que en nuestra infancia nos contaban que “llegó al puerto de Málaga un barco lleno de gustos, pero que se tuvo que volver lleno, porque aquí cada uno tenía el suyo”. Y como el gusto es nuestro, con mucho gusto tenemos que admitir que nos podemos poner de acuerdo, pero no de seguir los cantos de sirenas, que están más cerca de las que nos sonaban en aquellas manifestaciones públicas tan nuestras de los años grises y con uniformes grises.
El pin andaluz, tan abierto y universal tampoco puede dejarse llevar de ninguna de las maneras de un pin parental tan cortito y de andar por casa, como nos quieren largar. En cada casa que la gente adoctrine como quiera, pero la educación andaluza no puede estar al servicio de tanto pin como salta de tanta ocurrencia.
El pin andaluz y español está, por ahora, en la Constitución que tenemos y que alguno que otro quiere seguir domeñando descaradamente y, encima, en nombre de la Constitución misma. Nuestro pin andaluz está jalonado por el recorrido histórico que nos alimenta, por el talante de acogida que nos caracteriza, por la diversidad de pensamiento que nos ilumina. Ya hace tiempo que salimos de la caverna de Platón como para dejarnos llevar de sombras chinescas, cuando contamos con luz y a toda costa: “hombres de luz que a los hombres...” incluido Goethe, que pedía: “Luz, más luz”.
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Con la luz que acompaña a nuestras miradas no se nos oculta lo que puede dar de sí un pin tan parental como el que nos proponen. Sabemos que de un centro privado puede salir gente privada de ética; de una familia doctrinaria, gente revolucionaria; de familia pobre, gente rica y generosa; de seminarios, ateos; de familia que tuvo que visitar la cárcel, gente que también tuvo que volver al trullo, a pesar de tanto pin parental como le habían concedido o exigido en excelentes colegios.
El pin andaluz es universal, el de una escuela de todos y para todos, con todos porque caben todos, sin exclusiones ni discriminaciones, porque la diversidad es enriquecedora a todas luces.
José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre