Referéndum saharaui de entrada, no
En 1986 se celebró el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Adhesión que había sido firmada cuatro años antes por el gobierno de Adolfo Suárez. Hasta entonces, el histórico y centenario partido, PSOE, había sido un partido anti-OTAN, especialmente las bases del mismo y, algunos de sus dirigentes, apostaban por la neutralidad. A Felipe González, admirador de Olof Palme, le gustaba el posicionamiento sueco. El Programa Máximo del partido fundado por el tipógrafo Pablo Iglesias Posse, recogía esta eventualidad, tanto en la clandestinidad como en la oposición en democracia tras la muerte del dictador. Es más, en el programa electoral con el que el PSOE “barrió” en las elecciones de octubre de 1982, se prometió un referéndum para la salida de la OTAN.
La campaña a favor de la permanencia en la OTAN provocó un cisma en el partido, especialmente en sus bases, en los votantes y en la UGT, para quienes el Sí a la OTAN, era una traición a los principios y tradición del partido. Pero el PSOE cabalgaba sobre la ola del “carisma” de su líder y los más de diez millones de votos que obtuvo en 1982. Se pasó del engañoso y ambivalente: “OTAN, de entrada, no” al definitivo: “Sí a la OTAN”. Con el tiempo se curaron las cicatrices que dejaron en el partido aquel cambio de rumbo de ciento ochenta grados.
Por entonces, la Guerra Fría mantenía dividido el mundo en dos bloques. Los atroces crímenes del estalinismo ya no podían ocultarse por más tiempo, los gulags soviéticos destaparon la peor cara de la URSS. Mientras por el lado occidental, EEUU continuaba interviniendo en la soberanía de los pueblos de América Latina, apoyando golpes de estado fascistas (los del cono Sur fueron los más sangrientos). La guerra de Vietnam marcó un antes y un después en las “vergüenzas” de EE.UU.
Hoy el PSOE de Pedro Sánchez, lo ha vuelto hacer con el pueblo saharaui. En mi modesta opinión, esta traición a la República Saharaui es más dura y cruel, si cabe, que el cambio de opinión en relación con la entrada en OTAN. Aquello fue un tema ideológico en el contexto geoestratégico de Europa; esto es una miserable claudicación ante otro sátrapa del norte de África, Mohamed VI, sacrificando y entregando en bandeja al pueblo saharaui, hermanos, amigos, familiares y antiguos compatriotas de miles de habitantes de la península, que hasta no mucho fueron tan españoles como los 52 diputados de extrema derecha que sientan sus posaderas en el Congreso de los diputados.
Sánchez lo ha hecho con nocturnidad y alevosía, sin consultar con nadie y en medio de la invasión de Putin a Ucrania, sólo aplaudido por el Gobierno marroquí. Nadie lo apoya en España, todos los partidos políticos del arco parlamentario le han llamado de todo, menos bonito. PP/Vox a lo suyo. “a río revuelto…”, los nacionalistas de todo pelaje y la izquierda podemita, no lo han visto como un desencuentro más, sino como la puntilla que esta vez sí, puede provocar el cisma en la coalición, porque, insistimos, no es un desencuentro más, es la mayor traición al pueblo saharaui que sólo tenía a España y Argelia como referentes en el marco de las Naciones Unidas.
La gran pregunta es ¿por qué lo ha hecho? De momento no hay explicación del propio Sánchez, más que respuestas balbuceantes del ministro de Asuntos Exteriores y las mismas son para llorar, “Marruecos es un socio fiable” “tenemos la garantía de un mayor control de la inmigración” “un compromiso sobre el reconocimiento de la españolidad de Ceuta y Melilla”. ¿Marruecos un socio fiable? A eso se llama vivir en una realidad paralela, no hay más que revisar las hemerotecas y sonrojarnos.
¿Por qué lo ha hecho? Sabiendo que Argelia, enemigo de Marruecos y principal valedor de la causa Saharaui no se iba quedar con los brazos cruzados. De momento ha retirado a su embajador (que en diplomacia internacional suele interpretarse como paso previo a la rotura de relaciones), con el suministro de gas en el alero (nuestro mayor proveedor del mismo)
¿Pretende acaso decirse a sí mismo que ha llegado la hora de la ruptura de la coalición de Gobierno, porque las encuestas le son favorables y no tiene al otro lado un jefe de la oposición porque Alberto Núñez Feijoó no es diputado y no va a poder ejercer como tal?
En cualquier caso, la primera explicación se la debe a los saharauis, a sus antiguos compatriotas, en segundo lugar, al Parlamento español y en tercer lugar (o quizás el primero) a los militantes de su propio partido que todavía están en shock por los estrechos vínculos familiares, de amistad histórica compartida y profundizada tras la muerte de Franco.
No, señor presidente, esto no es como el “OTAN, de entrada, NO”
Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre