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Librepensadores

El sentido de clase

Antonio García Gómez

Y el sentimiento. E incluso la responsabilidad.

"Por eso ni lo he pensado ni quiero dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante en el barrio de La Viña con mi compañera, que ya es bastante privilegio vivir en La Viña, en Cádiz y con Teresa". Kichi.

Mi hija tiene un buen trabajo y gana un sueldo bastante aceptable. Se lo ha estudiado, trabajado, competido y logrado, afortunadamente, sin duda, con tesón y con esfuerzo. Le gusta su empleo y se siente razonablemente una privilegiada. Cada vez que viaja de Madrid a Málaga a visitarme, coge el autobús, seis horas de viaje, con un descanso de 15 minutos, barato, puntual, cómodo. Podría coger el AVE pero, como ella dice, conviene no perder "el sentido de clase", para así tratar de que todo se puede, a veces, de una manera y de otra.

Cuando yo voy a verla, también cojo el autobús, podría usar el AVE, pero hoy por hoy sigo utilizando y montando en el autobús. Sin pretensiones prefiero sentir el sentido de clasesentido de clase, sentir que "cuesta ir a Madrid", a lo largo de seis horas, habiendo pagado menos dinero, lo suficiente como para poder comprarme en Madrid hasta tres libros, poder invitar a comer a mi hija, a asistir al teatro.

Todos tenemos derecho a enriquecernos y a aspirar a lo mejor, incluso sin necesidad de vender nuestras almas al diablo.

Incluso olvidando que la desigualdad acecha y devora, en silencio, implacable, y que la pobreza es una realidad para prácticamente la mitad de nuestros compatriotas, ahora que se estila tanto el "nacionalismo", de uno u otro color.

Y no vale, o eso creo yo, aquello de que "yo hago mi dinero lo que quiero", y "lo que considero mejor para asegurar un ambiente ideal para criar y educar a mis hijos" (?), como si el resto tuviese que aguantarse con el barrio que toque vivir, aunque resulte que "uno es el gestor vocacional para ¿los parias del cotarro?".

Y tal vez sea tan fácil caer en "el capitalismo salvaje" cuando nos lo podemos permitir (?), y hacemos cuentas y vemos plausible "hipotecarnos de por vida", ¿por el bienestar de los nuestros?, en una urbanización de lujo, y los precios pasan a formar parte de nuestro corolario vital, como si 600.000 euros fueran digeribles, incluso para unos dirigentes ¿bienintencionados?

Y que cada quien haga de sus economías la soga de sus economías y de sus existencias, de sus ansiedades y sevicias. ¡Cada quién sabrá!

Incluso cuando uno sospecha que es difícil saber y sentir de las carencias de los demás cuando se vive a resguardo de miles y miles de roces cotidianos con la ralea de a pie, mientras la "posesión" se considera normal, porque la propiedad privada ¿ha de ser sagrada?, aunque unos tengan mucho y la mayoría muy poco.

Valgan los patrimonios miles y miles de euros para certificar que "nuestros cagaderos" son sólo nuestros.

Mientras se nos erizan los pelos y los soflamas patrioteros tratan de inundar el horizonte de bazofia neblinosa. A riesgo de que los líderes iluminados haya puesto en peligro a la organización para que diluciden sobre sus decisiones personales.

Cuando ya son adultos para saber si sus decisiones son sujeto de dimisión irrevocable. ¡Amén!

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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