El verso y la meta

Juan Manuel Arévalo Badia

Hace tiempo leía un extenso artículo de opinión con un titular de cabecera que me llamaba la atención: Metaverso. En una primera fase de acercamiento escudriñé en su estructura descomponiendo la palabra hasta sus raíces. Meta: mas allá, o después de. En su otra parte compositiva, verso, las raíces latinas nos hablan de hilera, línea, surco que da vueltas, haciendo referencia a la poesía. Fuera ya del ámbito de la semántica intuí un concepto contrario a mi imaginativa e inicial interpretación de ese más allá del verso. No vagaba entre estrofas y rimas asonantes, ni tampoco en el “todo uno” del Cicerón cósmico y su universo. En un intento de actualización alcanzo a una media verdad: dícese del universo tridimensional de ilimitados espacios virtuales, interconectados. Finalmente la cuestión, a mi juicio, es más sencilla. Se trata de un negocio, para sacarle rentabilidad a los sueños. Mark Zuckerberg pretende que todo sea “meta”, especialmente los beneficios.

Se trata de un negocio, para sacarle rentabilidad a los sueños. Mark Zuckerberg pretende que todo sea “meta”, especialmente los beneficios

Las increíbles realidades de las que los filósofos griegos nos hablaban acucian a las sociedades actuales, sobre todo cuando estas son generadoras de espacios sociales desiguales, cuyas diferencias lejos de disminuir , crecen y crecen. Si este mundo no nos satisface, para qué vamos a luchar por cambiarlo. Mejor es mudarnos a otro virtual en el que cada persona puede habitar en él de ¿manera similar? al mundo físico. Como meta dioses creamos un monigote, representación virtual de modelos sustitutivos al nuestro, y a este nuevo mundo nos trasladamos, no con la idea de encontrar la Arcadia de la paz la armonía y el equilibrio, sino de integrarnos con nuestros vicios y si es posible con los de otros cuya práctica es generadora de éxitos. Nuestros sueños, fabricados en los más recónditos rincones emocionales del deseo, son suplantados por los desarrolladores informáticos y dirigidos a un fin crematístico. No habrá nada liberador, lo que ya advertía el pensamiento de Lampedusa: cambiar algo para que todo siga lo mismo, especialmente la desigualdad, porque todo tendrá una medida, la capacidad económica. Una falsa puerta de salida al laberinto del desencanto. Japón ya se ha adelantado en el estudio de fenómenos sociológicos de aislamiento. Son los “hikikomori”, encerrados voluntariamente y comunicados con el exterior exclusivamente mediante la televisión, los videojuegos o el ordenador, con la consiguiente pérdida de las habilidades sociales y referencias morales.

La realidad debe hallarse en la experiencia del mundo sensible, nos decía Aristóteles.  

Me quedo sencillamente con el verso, nacido emocionalmente, que da vueltas y vueltas a la esencia más íntima de su creador y que acaba enredándose como la yedra en los tapiales del alma del lector o lectora.

Que mi verso te acompañe.

Juan Manuel Arévalo Badia es socio de infoLibre.

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