Otra vez Almeida dando la nota

Alfredo Díaz

El abusador sexual confeso Plácido Domingo actuó la semana pasada en Madrid. Era San Isidro y uno de los tres tenores, el salido, subió de repente al escenario de la Plaza Mayor a cantar La chica del 17 y otros pelotazos castizos. 

Una actuación que podríamos calificar de sorpresa porque no fue anunciada. Eso sí, una sorpresa envuelta en estupor, bochorno y asco y tan execrable como las que él daba a las compañeras que se acercaban a pedirle consejos que él daba con gusto a cambio de sexo. Consentido o no. Porque para Plácido, el consentimiento era como los bises: opcional.

Suele decirse que hay que separar al artista de su obra. En el caso de Plácido Domingo, y de quienes son como él, también de los vestuarios y de los aseos femeninos

Como sabéis –y si no los sabéis aquí está Pablo Mortera para recordároslo– el tenor admitió en 2020, tras negarlo durante años, "toda su responsabilidad" en los casos de violencia sexual denunciados por veinte mujeres que le acusaron de besarlas, agarrarlas o acariciarlas por la fuerza durante la década de los 80. Este hecho le obligó a dimitir como director de la Ópera de Los Ángeles y a retirarse de los escenarios con posterioridad.

Pero Almeida ha querido sacarlo un rato de su merecido ostracismo contratándole para cantar tres chotis y defendiendo el concierto como una apuesta por la música. Que es como decir que Franco apostó por la arquitectura cuando mandó construir fosas comunes en las cunetas de las carreteras. O por la escultura cuando levantó la cruz en el Valle de Cuelgamuros.

Esta actuación supuso –además de una humillación a todas las victimas de la violencia machista y una clara provocación del gobierno neofranquista del Ayuntamiento– una contradicción con la política de protección de las mujeres contra la violencia sexual del Ayuntamiento de Madrid. De nada sirve inaugurar Puntos Violeta, espacios informativos y de sensibilización ciudadana contra la violencia sexual, si luego invitas a alguien que hace saltar todas las alarmas del protocolo.

Por cierto, supongo que el alcalde Almeida pondría alguno de esos puntos cerca del camerino del cantante. Y, ya puestos, una comisaría de policía por si alguna fan que se acercara a pedirle un autógrafo se llevara un morreo en clave de Mi, un “sobe” andante o un restregón sostenido de don Plácido.

Suele decirse que hay que separar al artista de su obra. En el caso de Plácido Domingo, y de quienes son como él, también de los vestuarios y de los aseos femeninos. O, ya puestos, de cualquier mujer.

________________

Alfredo Díaz es socio de infoLibre.

Alfredo Díaz

Más sobre este tema
stats