Yolanda: denos datos
Sorpresa. Fue la sensación que transmitió la epifanía de Yolanda Díaz en el circo político. Desconocida para el gran público, poco tardó en atraer la atención de propios y extraños en la creencia de que, por fin, la izquierda española había encontrado una figura con los mimbres necesarios para demostrar que otra política es posible al margen de un bipartidismo siamés que en aquel momento parecía dinamitado para siempre. A la sombra mediática de Pablo Iglesias y con Pedro Sánchez ocupado en esquivar puñales de su partido, Yolanda se mostró como gestora eficiente, con ideas claras y una irresistible habilidad para el cara a cara en el hosco debate parlamentario, siempre ofreciendo datos.
Ilusión. Fue el sentimiento generalizado en una izquierda que veía como el Ministerio de Trabajo se volcaba en medidas para favorecer al trabajador y no a la empresa como es inveterada costumbre del PP y del PSOE. Ilusionó Yolanda después de que el PP destrozara otra vez las expectativas del país encomendando la política laboral a una virgen y condenando al talento joven a “movilidad exterior”, eufemismo para la emigración 2.0, asumiendo el chantaje de la CEOE de quitar la prestación por desempleo a quien rechazase un trabajo en Laponia. Sus datos mejoraron objetivamente el mercado laboral.
Apoyo. Fue la reacción de tirios y troyanos en los momentos en que la facción liberal del PSOE trataba de remover la silla del presidente alejándolo del vicepresidente y Yolanda intentaba conciliar lo inconciliable. Prensa, oposición y patronal ensalzaban sus modos prudentes y precavidos en contraste con los de Pablo y los de Pedro. Con los datos en la mano, se puede decir de ella que su tenacidad logró todo un récord de acuerdos en la desoladora tradición de desencuentros entre patronal y sindicatos.
La vicepresidenta servía a Sánchez para defenderse del acoso del PSOE más liberal y para domeñar al sector de Podemos en el Gobierno
Prudencia. Fue la actitud de la ciudadanía cuando Yolanda aceptó la “sucesión” de Iglesias a dedo. Nadie se esperaba la estampida del artífice del Gobierno de Coalición ni la aceptación por ella, sin más, del liderazgo del grupo parlamentario de Podemos y la vicepresidencia del Gobierno. La foto junto a Calviño y María Jesús Montero sirvió para relanzar su figura de moderación y prudencia. Ojo al dato: sin consultas, sin primarias, sin escuchas. Doble alivio para el PSOE.
Incomodidad. Fue el efecto inmediato de sus ascensos en el electorado de izquierdas, no en el del PSOE: en el de izquierdas. Su postura equidistante, con apariencia neutral, entre las propuestas rompedoras de Unidas Podemos y las pusilánimes de sus socios de gobierno la apartó del bombardeo mediático, del navajeo ministerial y de las oleadas de odio instaladas en la sociedad por el populismo de unas derechas política, mediática, económica y judicial demoledoramente trumpistas en el fondo y en las formas. En esos instantes críticos, obvió dar datos.
Mosqueo. Fue la reacción del electorado de UP al comprobar que la vicepresidenta servía a Sánchez para defenderse del acoso del PSOE más liberal y para domeñar al sector de Podemos en el Gobierno. Su postura pública contraria al posicionamiento de izquierdas de sus compañeras Irene e Ione es un dato irrebatible, como el de su menor beligerancia con las ministras de Economía y Hacienda, compis recientes de risas y photocall.
Sospecha. Fue lo que siguió a su anuncio de que comenzaba un “proceso de escucha” con sectores sociales de todo el país, certificando así la defunción del proyecto de Unidas Podemos que la había llevado a los liderazgos recién estrenados. ¿Qué sectores sociales fueron ésos? ¿Qué escuchó? ¿Qué escucharon de ella? Son incógnitas, datos que faltan.
Miedo. Es lo que siente el electorado de izquierda, no el del PSOE, a raíz de la deriva tomada por Yolanda y Sumar antes, durante y después de las elecciones generales. El desprecio a Podemos y la altanería mostrada de cara a las elecciones gallegas huelen mal, muy mal. El recuerdo del paso de Sartorius, Semprún, Almeida, Gutiérrez, Curiel, Garrido, Aguilar o el propio Carrillo al PSOE ¿es demasiado tentador para Yolanda?, ¿tiene que ver con su súbita “moderación”?, ¿obedece a un encargo de “alguien” para desmontar a Podemos? Denos datos al respecto, Yolanda. Parte de su electorado necesita creer que no es lo que parece.
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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre