Vive Andrés Lima (Madrid, 1961) un momento especialmente dulce en su extensa y aplaudida carrera teatral gracias a uno de los éxitos más unánimes que ha tenido la escena en mucho tiempo: 1936. Una obra del Centro Dramático Nacional que, un año después de su estreno, de girar por varias ciudades españolas, regresar al punto de partida en el Teatro Valle-Inclán de Madrid y volver a salir de gira, sigue agotando entradas de manera instantánea. "Seguimos de gira ahora y quiero seguir con la obra, levantándola de nuevo y reponiéndola siempre que tenga vida y el público quiera verla", anticipa a infoLibre el dramaturgo con motivo del Premio Marisa Paredes a la Cultura que este diario le entrega este jueves, en una nueva edición de sus galardones en el Ateneo de Madrid. en reconocimiento a su labor como director, dramaturgo y autor de este montaje.
¿Qué le dice este premio a 1936 que vincula cultura y calidad democrática?
Es un placer y un honor porque infoLibre es un medio interesante y veraz. Hemos hecho y seguimos haciendo un esfuerzo muy grande con esta función y con su gira, así que recibir un premio es una recompensa muy bonita a todo el trabajo que estamos haciendo.
Un premio además a la cultura, en el significado más amplio de la palabra, siempre tan necesaria. más aún si cabe en montajes como 1936, que además está teniendo un éxito enorme.
La cultura es un bien público a preservar, como la sanidad, la educación o cualquier otro. Es un logro del estado del bienestar y creo que tenemos el deber de respetarlo y de honrarlo, en el caso de la cultura no porque yo trabaje en ella, sino porque es para todos. Además, es un honor también que haya sido el teatro público el que ha coproducido esta historia, sin olvidar que al final, de todas maneras, los que la llevamos a cabo somos una empresa modesta de cultura, que hace un esfuerzo muy grande para sobrevivir cada día en este mundo en donde sobre todo lo que interesa es el interés que te da el dinero. La cultura es algo a poner en valor siempre, y más una cultura que nos habla de nuestro pasado y de las heridas que tenemos para intentar saber cómo éramos. Yo estoy muy orgulloso y muy contento.
¿Es la cultura, de la mano de la memoria, la principal herramienta para detener este pendulazo conservador de la ultraderecha?
Desde luego, es una de las razones por las que yo me puse a trabajar en ello. No sé si sirve para detenerlo pero, en cualquier caso, sirve para que seamos conscientes de qué es lo que pasa. A mí, los movimientos de ultraderecha y su significado en la política me causan mucha inquietud, pero lo que más inquietud me causa es la cantidad de ciudadanía que hay votándolos. Esa reflexión es la que tenemos que hacer cada uno. Estamos en un momento delicado en el que se votan dentro de democracia fórmulas que intentan acabar con la democracia y vivir en esta contradicción me parece asombroso. Solamente la cultura puede aclarar un poco este dilema.
En este contexto, que nos parecía increíble hace tan solo un lustro...
Más que sorprenderme, me preocupa. Todos esos movimientos llevan muchos años fraguándose y un mundo en crisis económica, muchas veces, da lugar a este tipo de populismos y de huidas hacia delante. Pero es que la única manera de intentar solucionar los problemas de hoy en día es mirar al pasado para ver de dónde surgen.
Me causan mucha inquietud los movimientos de ultraderecha, pero más la cantidad de ciudadanía que hay votándoles
¿Mirar al pasado sin dejar de atender a un presente que a lo mejor estamos descuidando de más?
El teatro, en este sentido, es presente puro. El espectáculo nace y muere cada día y el espectador lo ve en el momento. No hay nada, no se conserva en una lata, ni en internet, ni en el cine, ni en una plataforma, solamente en la memoria del espectador. En ese sentido, es importante vivir el presente y vivir la emoción del presente y del pasado. Desde que empezamos con la obra, tenía claro que había que vivir la guerra como si fuera hoy, para darnos cuenta de qué es lo que plantea, qué es lo que se pone en juego en una guerra, que no es solamente algo de un libro de historia, sino que al otro lado de la trinchera está mi hermano y puede morir. Se trata de saber qué significa eso en emoción, que es lo que a veces nos falta a la hora de tener perspectiva histórica. La emoción está en la historia, como los datos.
¿Es el teatro más poderoso que nunca en estos tiempos de pantallas a toda velocidad, estímulos constantes por todas partes e información que nos pasa por delante sin darnos tiempo a procesarla?
El teatro es igual de poderoso siempre, es una herramienta en manos del ciudadano, que entra y sale del teatro conmovido, transformado... lo que sea, porque siempre va a aportarle algo. Más que nunca no, yo creo que es igual, es algo que sobrevive. El cine ha pasado sus crisis y está ahora en una crisis mayor. Al teatro le hace falta a dos personas en la calle besándose para que haya corro o, bueno, dos personas pegándose. El teatro siempre va a estar ahí.
Estamos en un momento delicado en el que se votan dentro de democracia fórmulas que intentan acabar con ella
Ha transcurrido un año desde el estreno de 1936 y el público sigue acudiendo en masa y con muchas ganas a ver la obra. ¿Cómo está recibiendo eso todo el equipo?
Sí, se siguen agotando las entradas, la gente tiene mucho interés y cruzo los dedos para que eso continúe así. Con una producción en la que te juegas tanto, que arriesgas porque te lo dejas todo ahí, siempre tienes el temor de que lo tengas que meter todo en maletas y llevártelo a casa. Pero sí que confiaba en la fecha, en que un acontecimiento de tal importancia iba a suscitar mucho el interés del público, y así ha sido. Después, claro, hay que hacerlo bien todos los días, pero eso ya es secundario.
Se acaban de cumplir cincuenta años de la muerte de Franco y tenemos en las calles a cada vez más gente joven diciendo que a lo mejor en una dictadura se vivía mejor. ¿Hay que tener más miedo a las dictaduras? ¿Ese es otro de los mensajes de la obra?
Es verdad que hay un resurgir, sobre todo desde plataformas de internet donde convocan a la gente, pero no creo que sean tan numerosos, lo que pasa es que hacen mucho ruido, como siempre lo han hecho. Es decir, parece que últimamente la gente dice que a la juventud en su totalidad le gusta el fascismo, pero no es cierto. Yo estoy haciendo muchas conferencias sobre la guerra y veo que hay mucha inquietud. Sí que hay gente muy despistada y un gran desconocimiento, no culpa de ellos, sino de la falta de pedagogía que ha habido durante muchos, pero hay mucha gente con cultura y con criterio para saber diferenciar entre el fascismo y la democracia. Eso por un lado y, por otro, lo único que sí que es verdad es que toda información es poca, y toda pedagogía es poca, ya que el ser humano tiene que aprender a ser libre y el fascismo no es precisamente una de esas disciplinas que te vaya a otorgar la libertad, por mucho que algunos se empeñen en decir que sí.
La cultura es un bien público a preservar, como la sanidad, la educación o cualquier otro. Es un logro del estado del bienestar
¿Qué siente usted particularmente cuando ve a esos jóvenes, que no son tantos pero hacen mucho ruido, cantando el Cara al sol en pleno 2025, con lo de medieval que tiene eso?
Está claro que no es medieval, por eso creo que no hay que minusvalorar todas estas cosas que suceden. No es medieval porque sigue vivo, y eso es por algo. Puedes estar o no de acuerdo, pero no hay que desatender qué sucede ahí, con la mayor tranquilidad posible, mirándolo y estudiándolo. Al mismo tiempo, me causa una gran tristeza, porque no hace tanto, en los años de la Transición, todavía había ataques fascistas en la universidad, en los institutos, y cualquier tipo de expresión de la violencia me parece un horror. Es un fracaso como ser humano tener que utilizar la violencia para comunicarse. Pero bueno, el uso de la violencia es una de las características del fascismo, ya lo decía José Antonio claramente en su discurso de apertura en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1933. No me gusta, no me gusta en absoluto, pero hay que mirarlo para ver por qué sucede, intentar analizarlo y contemplarlo.
¿Llegaremos alguna vez a cerrar de alguna manera la herida de la guerra civil mientras tengamos a la derecha y la ultraderecha negándose a llamar dictador a Franco?
Yo espero que como cualquier herida, aunque sea metafórica, se cierre en algún momento. Es lógico que no se haya cerrado, quiero decir, noventa años no es tanto, mis padres vivieron la guerra civil, uno ha muerto pero la otra sigue vivita y coleando, por lo que es lógico que la memoria de eso siga muy viva. El hecho de que un millón de españoles murieran en un conflicto de esa envergadura te hace pensar que esa herida sigue abierta. Eso es de lógica, pero lo que no es de lógica es que no se haya reparado y que todavía los vencedores de la guerra civil sigan teniendo privilegios con respecto a la otra mitad que perdió a sus familiares, que todavía no han podido honrarles, ni saber ni siquiera dónde están enterrados.
Junto a la cultura, ¿qué puede hacer el periodismo libre para defender nuestra democracia, tan amenazada por bulos, inteligencias artificiales y demás peligros?
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Los medios de comunicación están en grupos empresariales muy potentes, cada vez hay menos libertad de opinión y menos periodismo independiente. Hay menos periodismo de guerra crítico en los sitios donde deberían estar y más veto a un periodismo libre e independiente. Eso, desde luego, es así y no es bueno porque es síntoma de una sociedad demasiado en manos del interés de grupos cada vez más reducidos, de gente con mucho poder y con mucho dinero.
¿Qué planes vienen por el horizonte para Andrés Lima?
Seguimos de gira ahora y quiero seguir con la obra, levantándola de nuevo y reponiéndola siempre que tenga vida y que el público quiera verla. Después, tengo algún otro proyecto teatral, algunos más pequeños, otros igual de grandes. Voy a hacer otra montaje muy bonito que no estoy seguro todavía de si se va a llamar Fronteras o Límites, con Carolina Yuste y Eneko Sagardoy. Después seguramente haré con Alba Flores uno sobre 'las mujeres libres', un grupo anarquista durante la guerra civil, y tengo una película en ciernes para dirigir, pero no te cuento más.
Vive Andrés Lima (Madrid, 1961) un momento especialmente dulce en su extensa y aplaudida carrera teatral gracias a uno de los éxitos más unánimes que ha tenido la escena en mucho tiempo: 1936. Una obra del Centro Dramático Nacional que, un año después de su estreno, de girar por varias ciudades españolas, regresar al punto de partida en el Teatro Valle-Inclán de Madrid y volver a salir de gira, sigue agotando entradas de manera instantánea. "Seguimos de gira ahora y quiero seguir con la obra, levantándola de nuevo y reponiéndola siempre que tenga vida y el público quiera verla", anticipa a infoLibre el dramaturgo con motivo del Premio Marisa Paredes a la Cultura que este diario le entrega este jueves, en una nueva edición de sus galardones en el Ateneo de Madrid. en reconocimiento a su labor como director, dramaturgo y autor de este montaje.