Martín Caparrós: "En muchos lugares la justicia es opinable, pero en pocos tanto como en España"
Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es uno de los grandes observadores de la literatura y el periodismo de nuestro tiempo. "No encuentro nada que me guste más que estar escribiendo y tener de vez en cuando la sensación de que he terminado bien una frase, de que he conseguido decir algo que quería decir", asegura en esta conversación que empieza comentando el Premio Almudena Grandes al Derecho a la Información que infoLibre le entrega este jueves 27 de noviembre en el Ateneo de Madrid, y desemboca en la aprobación por unanimidad en el Congreso del real decreto para financiar la ley ELA, una enfermedad que él mismo padece, tal y como reveló el pasado año en sus memorias Antes que nada (Random House, 2024). Entre medias, sucesivas y agudas reflexiones sobre este mundo de locos en el que nos ha tocado convivir, la escritura como única forma de existir y otros muchos asuntos que nos incumben a todos.
Premio Almudena Grandes al Derecho a la Información. ¿Qué le sugiere este reconocimiento?
Da mucho gusto cuando colegas que uno respeta te dicen que de alguna manera ellos también te respetan. Es el reconocimiento que más se agradece porque es el más fundado y el más intenso. Además, leo infoLibre desde hace mucho tiempo, también TintaLibre, y siento como que me aceptaron en un club del que sí quiero ser socio. En cuanto a la presencia de Almudena Grandes en el premio, es la guinda de la tarta, pues es alguien con quien compartí durante años las columnas dominicales en 'El País Semanal' y, por suerte, seguimos compartiendo cosas. Aunque ya no esté, yo comparto mis lecturas de ella y, de vez en cuando, se me aparece y me dice: 'Soy un premio'. Y yo digo: '¡Ah! ¡Qué bien!'
Acaba de publicar Bue (Random House, 2025), una novela sobre su Buenos Aires querido. ¿Cómo ha cambiado la ciudad a lo largo de los años?
Son muchos años, ya van sesenta y tantos que miro a Buenos Aires y yo diría que el cambio más radical es que cuando era chico era una ciudad que se pensaba a sí misma como un espacio muy potente de innovación, de orgullo y de búsqueda, que hicieron, por un lado, que el resto de América Latina nos quisiera menos de lo que nos pudieron haber querido, pero, por otro, hacía que ser de allí fuera algo que te insuflaba con la idea de pujanza y búsqueda. Porque la palabra búsqueda me viene mucho cuando pienso en aquella Buenos Aires, un lugar donde había mucho hecho pero daba la sensación que había muchísimo más por hacer. En cambio, Buenos Aires ahora es una ciudad de algún modo resignada a que no fue lo que creía que iba a ser y, bueno, a duras penas acepta esa suerte preguntándose qué fue que nos pasó que dejamos tanta ilusión por el camino.
¿Eso es lo mismo que le está pasando a Argentina con Milei?
Sin duda, queda feo dicho así, pero lo que le pasa a Buenos Aires es una síntesis de lo que le pasa a la Argentina, por supuesto con muchas particularidades, según las regiones. Pero esto no le sucede a la ciudad, sino también al país, con esa sensación de que estábamos por empezar algo y llegó un señor que lo único que quiere es llevarnos de nuevo a 1880, una época en la que según dice la Argentina era la primera potencia mundial, cosa que por supuesto no fue nunca.
Querer llevarnos atrás al siglo XIX es un rasgo muy común en demasiados gobernantes de ultraderecha. Como el gran observador que es usted, ¿imaginó que viviríamos esta ola reaccionaria, con tantos jóvenes y trabajadores jaleando?
Imaginé algunas cosas. En el caso argentino sí que escribí hace como quince años que el resultado de todos esos años de falso izquierdismo que era para mí el kirchnerismo, iban a pavimentar el regreso de la derecha. Eso pasó en la Argentina, pero que pase a una escala tan global y de una manera tan extrema, realmente no lo había imaginado nunca. De hecho, yo creo que nadie lo hizo.
Si dentro de 20 años los ‘ayusos’ y demás ‘quirones’ consiguen lo que quieren, va a haber millones de personas que se van a cagar en sus padres o abuelos por no pelear para que ellos pudieran seguir siendo atendidos por una enfermedad
¿Se salvará España de esta plaga? Ya esquivamos una bala en las últimas elecciones generales casi de milagro.
En España estamos en un momento particularmente brutal. En muchos lugares del mundo la política se ha vuelto una cuestión judicial, entre otras cosas porque no hay política, porque no hay programas que se enfrenten, no hay ideologías que se atrevan a decir lo que son en muchos casos, y todo se resume a una cuestión policial-judicial: que si fulano robó, que si fulano mintió, y esto se termina dilucidando en tribunales. Y cuando vemos lo que son los tribunales, en este caso el Tribunal Supremo español, nos da una preocupación intensa sobre lo que puede pasar aquí.
Y cuando la política se traslada a otro campo en el que la política es lo de menos, los ciudadanos también lo son.
Claro, sí. Hace muchos años vengo hablando de algo que se llama el 'honestismo', que es la idea de que todos los males de una sociedad tienen que ver con la honestidad o deshonestidad. Los males tienen que ver con la deshonestidad de sus dirigentes y, entonces, todo se resuelve en términos de corrupción o no corrupción que es, como decía recién, un efecto de la falta de programas y de la falta de propuestas que diferencien realmente a las derechas de las izquierdas, o a las izquierdas de las derechas en este caso. Pero ocurre que, sobre todo, en vez de discutir formas del mundo, lo que se discute es la adecuación o no a un código penal, a un código civil, ya que es mucho más fácil decir 'fulano es un delincuente' o 'fulano no es un delincuente' que discutir si gastamos el dinero en hospitales públicos o en autopistas, y entonces todo se reduce a una gestión policial-judicial. Ahora bien, en muchos lugares la justicia es opinable, pero creo que en pocos es tan opinable como en España.
Los españoles no terminan de darse cuenta del privilegio enorme que es tener una buena sanidad pública y una buena educación pública. Estáis como mirando para otro lado
¿Están las democracias más en peligro de lo que creemos?
Es probable que no seamos demasiado conscientes, cuando el hecho de que las democracias estén en peligro es absolutamente lógico. Sería raro que no lo estuvieran, porque para la mayor parte de la población de la mayor parte de los países, por lo menos los que hablan en castellano, la democracia es sólo el sistema político en el que la mayoría de los ciudadanos han vivido vidas que no los satisfacen. En América Latina eso está clarísimo, pues en todas las democracias de allí los que tienen menos de cincuenta años solo han vivido ese sistema en el que han vivido mal, pasado todo tipo de apuros, caído en la pobreza, etc. ¿Qué defenderían de ese sistema? Sería un poco delirante de su parte defender un sistema en el que siempre han vivido mal. Por tanto, o hacemos que la democracia signifique algo más que un mecanismo político dentro del cual tanta gente vive tan mal, o no vamos a tener ningún recurso para defenderla.
¿Es el nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, un rayo de esperanza?
Ya veremos. Se me ocurren dos cosas. Por un lado, a mí me gustó mucho alguien que decía que Mamdani es un señor que se dedicó a hablarles a los trabajadores, a las mujeres, a los inmigrantes, a los marginados. Y qué curioso que después resultó que los trabajadores, las mujeres, los inmigrantes y los marginados lo votaron. Qué astucia extraordinaria. Ojalá esta sea una lección para todos aquellos que se sienten más o menos a la izquierda, porque lo que hay que hacer es representar a aquellos a los que se supone que la izquierda representa. Parece tan perogruyesco como eso, pero llevamos muchas décadas sin que suceda realmente. La parte no tan esperanzadora es que nuestro mundo está muy dividido entre las grandes ciudades y las no ciudades grandes, y las primeras, por lo general, tienen gobiernos progresistas, salvo Madrid, que es mucho Madrid. El problema, también en Estados Unidos, ya que empezamos por ahí, es que obviamente los votantes de Nueva York no alcanzan para votar a un presidente, tampoco con los de Los Ángeles, Washington o San Francisco, mientras al mismo tiempo hay un montón de zopencos que votan a Trump. Y pasa lo mismo en Francia, Alemania, y así sucesivamente.
O hacemos que la democracia signifique algo más que un mecanismo político dentro del cual tanta gente vive tan mal, o no vamos a tener ningún recurso para defenderla
¿Es más importante que nunca el periodismo independiente y libre en este contexto global?
Sin duda, pero tenemos que encontrar las maneras de que no sea un jarabe que solo conforte a los amigos y se vayan a la cama diciendo 'por fin encontramos a alguien que dice lo que yo pienso'. En muchos casos, lo que consideramos con toda razón periodismo libre no consigue saltar esa barrera, y creo que si queremos tener un papel político y cultural significativo, tenemos que encontrar la forma de dar ese salto. Pero no sé cuál es. Pienso en mis amigos de El Faro, en El Salvador, un periódico que ha tenido que pelear mucho contra Bukele, cuya redacción ahora está toda exiliada, y que hace un par de años, contra todas sus ideas periodísticas, empezaron a hacer unas presentaciones en TikTok de las noticias que les importaban. Y dicen que aumentó su circulación. Les da un poco de pudor y vergüenza, pero al mismo tiempo están cumpliendo con aquello que querían, que lo que pueden llegar a averiguar y a pensar circule más. Creo que ahí es donde está nuestro déficit básico y aquello sobre lo que tenemos que trabajar más seriamente.
¿Qué le parece el real decreto aprobado en el Congreso para dependientes de ELA? Se han puesto todos los diputados de acuerdo, increíblemente.
Bueno, no tan increíble, ¿quién iba a poder sostener la acusación de que no había votado la ley de la ELA? Es como salir a decir 'viva el cáncer'. Más allá de eso, esta vez espero que funcione. A mí me da mucho aliento y esperanza esta nueva aprobación, pero no me olvido de que la ley fue aprobada por primera vez hace más de un año. Ojalá esta vez sí, pero cada vez es tarde para una cantidad de gente que no llega a aprovechar esos servicios que el Estado debería estar dando desde hace mucho.
Precisamente por eso decía lo de increíble, porque la mitad del Congreso quiere adelgazar los servicios públicos del Estado. Dicho lo cual, ¿sin servicios públicos perdemos nuestra propia condición humana?
UNRWA, Martín Caparrós, Óscar Camps, '1936' y Henar Álvarez, galardonados en los Premios infoLibre 2025
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También podemos pensar que nuestra condición humana es joder al otro. Hay quienes dicen eso, hay muchos humanos que están intentando recuperar esa parte de la condición humana en España ahora y en muchos otros lugares. Yo creo que ahí los españoles no terminan de darse cuenta del privilegio enorme que es tener una buena sanidad pública y una buena educación pública. Estáis como mirando para otro lado mientras un sector muy intencionado y muy bien pagado está haciendo todo lo posible por destruir eso, que es la mayor riqueza que tiene España, o los españoles, en este momento. Me impresiona que no intenten defenderlo de una manera mucho más activa e intensa. Si dentro de veinte años los ayusos y demás quirones consiguen lo que están queriendo, va a haber millones de personas que se van a cagar en sus padres o sus abuelos que no pelearon para que ellos pudieran seguir siendo atendidos cuando lo necesitan por una enfermedad.
Una última, por curiosidad: ¿sigue escribiendo a diario?
Sí. Porque puedo, porque es lo que más me gusta hacer, y mientras pueda hacerlo lo voy a seguir haciendo. No encuentro nada que me guste más que estar escribiendo y, bueno, tener de vez en cuando la sensación de que he terminado bien una frase, de que he conseguido decir algo que quería decir. Así que mientras pueda, lo haré sin ninguna duda. Espero que dure.