LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
La cumbre de presidentes se salda sin acuerdos pero con un frente abierto en el PP por la quita de la deuda

Literatura

El centro prejuiciado

Portada de 'Martutene', de Ramon Saizarbitoria.

En 2012, Ramon Saizarbitoria publicó en vasco Martutene, novela que recibió grandes elogios y le valió el Premio de la Crítica. Lanzada en castellano por la misma editorial Erein un año después, mereció sin embargo poca atención de las publicaciones especializadas (una de las pocas referencias es esta crítica de El Cultural), lo cual resulta quizá más chocante si tenemos en cuenta que la versión inglesa fue glosada por medios de referencia The Times Literary Suplement y The New York Review of Books.

Eso sí, de la talla literaria del escritor nadie duda. ¿Entonces?

"Es cierto que, en general, los universos literarios de las lenguas que sean no están muy conectados y que las obras que alcanzan cierto nivel de reconocimiento en una lengua no necesariamente son bien acogidas en otra, aunque solo sea porque, para bien y para mal, existen diferencias culturales –reflexiona–. En todas las literaturas hay escritores que son como 'más de casa' y otros que son bien acogidos fuera".

Admite que en el caso del universo del euskera ocurre "que tiende a ser considerado, por los propios vascos, como de nivel inferior respecto al castellano y, por tanto, el reconocimiento en una lengua no representa ninguna garantía para su reconocimiento en la otra". Por eso, concluye, únicamente se logra transcender del universo pequeño al grande tras superar el trámite de conseguir el Premio Nacional de Literatura. "Al lector medio –y diría que al entero– no le dice nada que determinado escritor esté muy reconocido por la crítica en euskera, es más, para muchos lectores podría influir negativamente a través de la asociación del mundo del euskera con determinadas posiciones ideológicas. O sea que, además de los factores culturales que influyen en la falta de comunicación entre universos en nuestro caso hay que contar también con el prejuicio. Personalmente, entiendo ese prejuicio, pero creo que habría que trabajar más desde distintas instancias para que fuera desapareciendo. No lo veo posible a medio plazo".

Profeta en su tierra

Ramon Saizarbitoria forma parte de ese grupo de escritores de talento y prestigio leídos y admirados en sus patrias chicas pero que sólo con muchas dificultades consiguen, si es que lo logran, alcanzar fama y lectores en el resto España. ¿Por qué?

"Salvo contadas excepciones, la distribución y la promoción de nuestras obras traducidas al español es muy limitada, se limita al público castellano-parlante de Euskadi, no al público del Estado", dice Karmele Jaio, y añade que hasta que no publican en una editorial de fuera de Euskadi, "no llegamos a las librerías del Estado, no se habla de nuestras obras en los medios, la crítica tampoco nos tiene en cuenta y, en consecuencia, lógicamente, no se nos conoce".

Lo mismo le planteamos a Pedro Feijoo, escritor en gallego, súper ventas en Galicia: "Honestamente, no acabo de tenerlo muy claro. Mi trabajo se reduce a la novelística, y me consta que mis editores en España no acostumbran a entrar en disquisiciones sobre si este libro es un original, una traducción, o un manuscrito encontrado en el mar Muerto. Son novelas, y punto. Tampoco es que tenga una posición pública excesivamente notoria en el espacio español, sino más bien todo lo contrario, por lo que mi discurso tampoco está ideológicamente muy condicionado... Sinceramente, no lo sé".

Y también le hacemos la pregunta al catalán Jordi Puntí: "Mi experiencia no es exactamente la misma", empieza, y las cifras de ventas le respaldan si bien el desequilibrio entre lo que vende en su idioma de escritura y lo que vende en castellano es innegable, y cita al respecto las cifras (aproximadas) de su novela Maletes perdudes/Maletas perdidas: unos 30.000 ejemplares en catalán, en torno a 5.000 en español.

No obstante, admite la existencia de un prejuicio, si bien soterrado. "Cuando he salido a España he notado que hay un cierto prejuicio en la recepción de un escritor catalán, porque escribo en catalán, y de hecho mi editora en español me había dicho más de una vez: 'Es que el problema es que te llamas Jordi”. Una afirmación contundente que exige matizaciones: "Me he dado cuenta de que el lector en sí no tiene el prejuicio de entrada. Puede haber gente que sí, por supuesto, pero no es un prejuicio cultural sino que más bien viene de algunos libreros y de algunos periodistas. La idea de que uno escriba en catalán no es tan interesante, mientras que si uno es catalán pero escribe en castellano, entonces sí, de repente puede ser algo más atractivo para ellos. Y ahí el fondo es político, no es cultural".

¿Hubo (hay o habrá) alguna vez una "literatura española"?           ¿Hubo (hay o habrá) alguna vez una "literatura española"?

El año 2006, el escritor gallego Suso de Toro recibió el Premio Nacional de Narrativa. "Cuando hablan de literatura española, doy por sentado que no van a mencionar mi obra", declaró. La afirmación está contenida en un texto titulado El pecado de desconocer las literaturas periféricas, un sintagma este último, "literaturas periféricas", que invita a pensar.

"A finales de los 80, cuando los tres escritores conocidos (que además eran muy conocidos) eran Manolo Rivas, Bernardo Atxaga y Quim Monzó, ya eran 'los periféricos'. Ellos se reían mucho, lo comentaban y decían: 'Es que, bueno, la periferia depende de donde está el centro. Si el centro es Madrid, nosotros somos los periféricos pero si el centro está en Barcelona, igual los periféricos son otros".

Jordi Puntí, que es quien eso relata, acepta que "la fórmula es muy buena porque permite decir: 'estáis pero no estáis', estáis porque formáis parte de la literatura que se hace en España pero cuesta que se hable de literatura española".

Saizarbitoria le da una vuelta desde el punto de vista de quien, cuando se ha visto incluido en un listado de escritores españoles, ha "tenido la sensación de que se hacía para respetar la cuota de periféricos. Es cierto que las otras lenguas oficiales no tiene la consideración de lenguas españolas, eso es así. Aquello de [Gabriel] Aresti, 'solo es español quien sabe, Meabe, las cuatro lenguas de España' suena tan extravagante y provocador como cuando lo escribió. Sinceramente, no creo que exista una literatura española que se escribe en distintos idiomas".

De la misma opinión es Karmele Jaio, puesto que "vivimos en un Estado compuesto por distintas nacionalidades y lenguas, por lo tanto, existen distintas literaturas. Es difícil hablar, en ese sentido, de una sola literatura o de un solo sistema literario".

Frente a quienes aceptan la situación como lógica, normal o incluso deseable, otros no se resignan.

"El problema está en que esa 'literatura española' actual reconozca no sólo otro idioma que no sea el castellano sino (y sobre todo) que esté dispuesta a reconocer como propios a autores que se han mostrado beligerantes con ese mismo sistema –dice Feijoo–. Por desgracia, en España no hay una 'gran literatura española' dentro de la cual se vean englobadas las literaturas catalana, vasca y gallega. No, aquí lo que hay son cuatro sistemas literarios diferentes, donde, para mayor desgracia, uno de ellos mantiene el discurso de la ignorancia sutil (cuando no del desprecio más o menos velado) hacia los otros tres". Es su convicción que si originalmente escribes en cualquier de los otros tres idiomas del estado, si lo haces con la firme convicción de poner en valor esas otras voces, "pasas a ser de manera automática un autor 'regional' o, como todavía se dice en determinados despachos editoriales, 'periférico'. Y todos salimos perdiendo".

Difícil sustraerse a la impresión de que esto que aquí se denuncia tiene su reflejo en la (perdón por recurrir a la palabra) "periferia". Preguntarse si esta querella no será el reverso de otras, como la que se vivió con motivo del 50 aniversario de la muerte de Baroja, al que unos consideran "una de las figuras más destacadas de la cultura vasca en lengua castellana", pero, al que según se denunció, otros lo excluyen del canon vasco porque escribió en castellano. O de la desatada cuando la cultura catalana fue invitada de honor de la Feria del Libro de Fráncfort 2007, y la selección de autores llevó a algunos a preguntarse si tienen cabida dentro de la cultura y la literatura catalanas aquellos autores catalanes que escriben en lengua castellana.

"Ahí se equivocaron y de hecho en 2012 hubo una invitación muy parecida a la Feria del libro de París y ahí era totalmente distinto porque ahí estaban Javier Cercas, Carme Riera, Eduardo Mendoza y Javier Calvo, hubo diálogos siempre intentando encontrar un escritor en catalán y otro que escribe en castellano pero que forman parte de la cultura catalana. Que de eso se trataba, además: el invitado no era la lengua sino la cultura". En realidad, el entonces director del Institut Ramon Llull, Vicenç Villatoro, había justificado la mezcla en el hecho de que la invitación era a la ciudad de Barcelona, y no a la cultura catalana (como fuera el caso en Fráncfort), y que por lo tanto correspondía enviar una embajada que representara la pluralidad cultural de la ciudad.

¿Para qué? Paratexto

¿Para qué? Paratexto

Una tarea interminable

El año 2010, Josep María Castellet fue reconocido con el Premio Nacional de las Letras Españolas, galardón que reconoce el conjunto de la obra de un autor esté escrita en español, gallego, catalán o euskera. "Siempre defendí una voluntad de concordia entre las lenguas españolas", declaró. "Yo me destaqué mucho en la época franquista por defender el diálogo Catalunya/España y con la base del grupo que formaban Laín Entralgo y Dioniso Ridruejo. Ellos fueron los primeros que incluso dentro del régimen tuvieron cierta atención hacia la literatura catalana".

Queda tarea.

Más sobre este tema
stats