Sandra Tapia, productora de 'Robot dreams': "Hay ganas de denunciar casos de acoso, pero también miedo"

Sandra Tapia en los premios RNE Sant Jordi de Cinematografía.

Sandra Tapia (Girona, 1983) es una de las figuras cinematográficas españolas del momento. No en vano, después de la estupenda cosecha de crítica y público recogida con As bestas (2022), la productora ejecutiva de Arcadia Motion Pictures degusta ahora las mieles del éxito con Robot dreams (2023), la cinta de animación española dirigida por Pablo Berger que no cesa de encadenar reconocimientos, aspira a cuatro Goya este 10 de febrero y, para rematar, justo un mes después, el 10 de marzo, puede hacerse con un Oscar en el corazón de Hollywood. "En este momento estamos en un punto que cuando digo que vamos a los Oscar ya no me sorprendo de escucharme a mí misma", asegura a infoLibre con una mezcla de incredulidad, satisfacción y orgullo.

Hola, Sandra. ¿Qué tal? Menuda temporada.

Ya ves, quien me lo iba a decir, es fuerte, eh, jeje. También te diré que no todo son alegrías y que, cuando éstas llegan a Arcadia, tenemos tanto trabajo que celebramos y rápidamente seguimos trabajando.

Robot dreams acumula una decena de galardones dentro y fuera de España. Mejor largometraje de animación en los recientes Premios Feroz, y ahora por delante se ven ya los Gaudí, los Goya y como colofón los Oscar. ¿Se acostumbra una a esto, más aún después de todo lo que logró As bestas?

En este momento estamos en un punto que cuando digo que vamos a los Oscar ya no me sorprendo de escucharme a mí misma. Llegar allí, puede sonar a tópico, pero es muy difícil. Y más complicado aún con una película de animación de visión autoral como esta, sin diálogos, en 2D, hecha aquí por una pequeña productora independiente sin un gran estudio que la respalde. Es increíble que estemos compitiendo con las películas de animación de todo el mundo.

Y habéis llegado a estar entre los finalistas al Oscar como Mejor película de animación sin haber estrenado la película todavía en Estados Unidos.

Sí. Ese es un dato que no se dice mucho pero que es todavía más importante para ver la gesta en la que estamos, que es que una película que no se ha estrenado aún en Estados Unidos esté ya en los Oscar. Ahora estamos viendo cómo aprovechamos toda esta campaña que vamos a hacer durante febrero y marzo para la salida en primavera allí. Es algo que vamos a necesitar un tiempo para procesar, pero no te voy a mentir si te digo que pensamos a lo grande y Pablo Berger es de Bilbao, por lo que siempre decíamos 'vamos a pensar el sueño ideal con esta película'. Pues bien, te diría que ese ideal que veíamos se ha cumplido.

Premio a Mejor película en el Festival de cine de animación de Annecy, Premio del público a la Mejor película en la SOFC de Sitges, Mejor largometraje de animación en los Premios del Cine europeo, Mención de honor en el Philadelphia Film Festival... 

Un montón. A mí lo que me hace mucha ilusión también es, sobre todo, que la película se presentó en Cannes y se vendió allí íntegramente al mundo entero en un mercado, que eso no pasa casi nunca con las películas. Hicimos que el hype creciera, que la película estuviera allí en sección oficial fuera de competición... hizo buenas ventas a distribuidores, que era importante para nosotros. Las películas se hacen para los espectadores de aquí pero también pensando fuera, y todo este recorrido nos pone muy contentos.

El pasado ha estado muy bien, el presente es para disfrutarlo y el futuro brilla prometedor para Robot dreams.

Ahora estamos en una lucha de mantenimiento de copias, creo que estamos como en 26 cines y seguiremos ampliando y ya veremos lo que pasa en los Goya. Las películas las hacemos para que viajen y para que se vean, y para eso hemos estado cinco años un equipo relativamente grande, y sobre todo muy volcado. A mí me toca ser la cara visible por la parte de la producción, y a Pablo por la del proyecto, pero me gusta siempre destacar que sin rodaje no hay película. Ten en cuenta que los rodajes se cuentan en semanas, pero en animación contamos las cosas en meses o en años, así que imagínate la familia que se monta. Es increíble, mucho más de la que se puede montar en un rodaje al uso.

Nosotros militamos en la frase de que la animación no es un género, igual que el cine hecho por mujeres no es un género. Son dos frases que me podría tatuar

Robot dreams es una película de animación que absolutamente nada tiene que ver con el drama rural rodado en gallego que es As bestas. Muy diferentes ambas a su vez de Viaje al cuarto de una madre (2018), la ópera prima de Celia Rico que también fue muy premiada. Es como si, desde tu posición de productora ejecutiva, estuvieras todo el tiempo intentando romper techos de cristal: con la animación, con las directoras, con las películas en lenguas cooficiales como el gallego. 

Nosotros militamos en la frase de que la animación no es un género, igual que el cine hecho por mujeres no es un género. Son dos frases que me podría tatuar. Muchas veces, cuando me hacen entrevistas digo 'yo creo que estáis delante de una de las pocas productoras que son optimistas'. Porque no siempre sale todo bien. En Arcadia llevamos veinte años e incluso durante estos últimos meses vienen cosas que luego no salen. No solo podemos hablar de los éxitos. En el cine, en el audiovisual en general, a veces hay proyectos que se levantan bien, otros mal, en ocasiones hay películas en las que confías mucho y luego no salen del todo bien... no hay una ciencia exacta ni una fórmula maravillosa para que las cosas sucedan. Pero sí creo que igual que nosotros hemos mutado un poco en esta nueva generación a contar otros temas, desde otro lugar, con otras voces, no tenemos que menospreciar a los espectadores, que también han mutado y crecido con nosotros. No nos podemos creer por encima de nadie porque lo que nosotros hacemos es para el público final. 

Lo que creo que 'As bestas' demostró es que si una buena película es una buena película no importa en qué lengua esté rodada. Es más, creo que le da credibilidad

El público responde ante propuestas diferentes.

Nosotros también produjimos Mediterráneo (2021) y tenía todo el sentido que la película en su total mayoría fuera subtitulada, porque hay un tema lingüístico en griego, italiano, árabe y español que cuando la historia lo justifica el espectador lo agradece. El público que tiene ganas de disfrutar de una historia acoge muy bien las películas en otras lenguas que, insisto, son naturales al ser rodadas en ese idioma por una propuesta artística o una cuestión de realismo. Por otro lado, lo que creo que As bestas demostró es que si una buena película es una buena película no importa en qué lengua esté rodada. Es más, creo que le da credibilidad. Es muy fuerte, pero As bestas no tiene versión doblada en España, no existe. Cuando se pase por TVE, como ahora que está en Movistar Plus+, está en las tres lenguas en las que se rodó: gallego, castellano y francés. Eso se debe quizás al mantenimiento de un público fiel en el circuito de versión original, que cada vez es más grande, también favorecido por las plataformas, así como a las políticas lingüísticas que se están haciendo. Por eso a mí, como catalana de familia andaluza, me pone muy contenta ver que somos capaces de ver películas en lenguas cooficiales y que defendemos la riqueza lingüística plurinacional que tiene España. Hay pocos países europeos que tengan esto y si nosotros tenemos la oportunidad, el mundo lo va a recibir bien cuando sea sensato y honesto con la propuesta que hay detrás.

Si la película es buena da igual que esté en gallego o en el idioma que sea. ¿Entonces por eso también da igual que no tenga diálogos y que sea de animación como Robot dreams?

Eso es, totalmente (risas). Yo creo que lo importante es contar una buena historia y enganchar al espectador. Comentaba el otro día con un amigo director que nada puede gustar a todo el mundo. De hecho, a mí me daría miedo que una película fuera unánime y gustara a todo el mundo, porque eso querría decir que todos seríamos planos e iguales, cuando en realidad somos muy distintos. Tenemos que aprender también los creadores y los productores que no se puede llegar a una masa de forma unánime, aunque al mismo tiempo obviamente luchamos para que las películas tengan su dimensión correcta. Porque no creo que el éxito o el fracaso de una película se pueda medir solo con el número de espectadores, sino con la dimensión de esos espectadores. En el caso de Robot dreams no te diré que ha roto el techo, pero sí que ha hecho una buena grieta con su recorrido en festivales, las ventas internacionales o las cuatro nominaciones a los Goya que rozan lo histórico. Eso sí, si hubiéramos entrado nominados en Mejor película esa sí que hubiera sido para mí una grieta grande, porque es la que hubiera demostrado que da igual la técnica o el género que utilices para contar una historia.

Se habla tanto de la mirada femenina de las directoras que ya chirría de más, aunque nos valga a los periodistas para etiquetar y entendernos. Dicho esto, ¿esa mirada empieza en realidad en las productoras? No sé si hay una generación también de productoras que son las que están abriendo esa puerta.

Me encantaría hablar de la mirada masculina junto a esa generalización de la mirada femenina (risas). Pero ya en serio, esta semana hemos hecho una mesa redonda en la que coincidimos Valerie del Pierre (20.000 especies de abejas), María Zamora (Alcarrás), Sandra Hermida (La sociedad de la nieve) y yo. Y sí que decíamos que una cosa va de la mano de la otra. Es decir, es básico tener el talento y tener la historia que se quiera contar bajo esa dirección femenina, pero obviamente hay otras cosas importantes como la apuesta o el relevo generacional, que no quiere decir anular las generaciones anteriores, sino sumarnos y aprender mucho de las anteriores, y donde sí que creo que hay una apuesta por nuestra parte, que al final somos las que hacemos que esas películas sucedan. Al mismo tiempo, también hay una política desde el ICAA, desde el ICEX, que creo que ha sido muy necesaria y motor del cambio con las cuotas para proteger y dar espacio y lugar a este cine. Todo va un poco de la mano. La entrada y la oportunidad por fin de tener estas historias lideradas por mujeres va de la mano de productoras que al final somos el 50% de la sociedad. Por eso, cuando me dicen a veces 'otra historia íntima o familiar' yo pregunto cuántos thrillers de venganza me he comido yo sin que nadie haya dicho nada.

Se ha demostrado ampliamente que las historias filmadas por mujeres tienen una audiencia importante.

Sí. Y por eso ahora me gustaría que las directoras se atrevieran y nos atreviéramos todos a hacer proyectos más grandes. Por más grandes no digo más caros, digo historias que puedan llegar a un público general. Hay una cosa ahí del síndrome del impostor, que tenemos todas porque lo hablamos muchas veces, que creo que ya hay que superar porque tenemos el apoyo, hemos demostrado que hay un talento, tenemos las herramientas de financiación y un sistema estable para atrevernos a hacer eso si queremos. Si queremos, claro, porque a las directoras con las que trabajo siempre les digo que se sientan con la libertad de contar como quieran las historias que quieren contar si todos estamos de acuerdo en que queremos contar esa historia. No por tener un presupuesto de 5 millones va a ser mejor película que una con un millón de euros, los presupuestos son los que sean necesarios para los guiones y las historias que se quieran contar.

Para mí lo más importante de producir es el contenido y por eso poder contar historias es un poco mi militancia audiovisual, de alguna manera. Poder contar historias que remuevan, que nos hagan pensar y emocionar

¿Dirías que hay una nueva generación de mujeres productoras o eso no es exactamente así?

Yo llevó ya bastantes años -veinte años en la profesión, casi ya quince en Arcadia, productora de la que es socia desde 2019- y empecé porque me dieron la oportunidad. Hay muchas que empezaron hace mucho tiempo y otras que hemos llegado más tarde por diferentes caminos. Por ejemplo, Sandra Hermida es directora de producción y con los años ha pasado a producir. Yo empecé trabajando en productoras como equipo fijo de producción y he acabado produciendo porque me di cuenta de quería estar donde se apuesta por una historia o por la otra. Para mí lo más importante de producir es el contenido y por eso poder contar historias es un poco mi militancia audiovisual, de alguna manera. Poder contar historias que remuevan, que nos hagan pensar y emocionar. Y como yo no tengo idea ni de escribir ni de dirigir, aunque obviamente estoy muy cerca de los guionistas y los directores, las productoras somos las que tenemos un poco la responsabilidad de apostar por esos proyectos. Yo también doy clases en la universidad y auguro que va a haber muchas más productoras mujeres en el futuro.

Ejemplificas la visión creativa del productor implicado en todas las fases del proceso desde antes de que exista.

Es que muchas veces somos nosotros los motores de las películas. Yo me he leído una novela y luego he pensado con quien puedo hacerla. Ahora mismo estoy adaptando una obra de teatro. El origen o el motor de las ideas puede ser muy distinto, yo leo y participo en todas las mesas de guion, estoy en todas las sesiones de montaje... todo depende un poco del vínculo y del espacio que el director o la directora te dé, pero como yo siempre hago un poco por la empatía y por la libertad de los creadores, siempre he tenido muy buena experiencia con los cineastas que he trabajado, desde Sorogoyen pasando por Claudia Llosa o Celia Rico. Siempre he mantenido una buena relación y la defensa acérrima de que los productores y las productoras somos entes creativos. Obviamente, tenemos que financiar, pero creo que tenemos otras muchas facetas en las que trabajamos.

¿Como cuáles?

Estrategia de distribución, márketing, festivales, toda la parte de comunicación y prensa... Y luego las partes que más me gustan que son las del desarrollo y el diseño de producción, es decir, la parte de decir queremos esta idea, queremos este guión, cómo lo vamos a hacer y de qué manera damos forma a esa idea. También me gusta mucho el montaje, porque al final es el guión audiovisual. Y ahí los productores y las productoras estamos también, y no para imponer, sino para ayudar.

No estáis para poner el dinero y correr.

No, no (risas), esa generación ya pasó.

Mi apoyo total a las mujeres que han pasado por esto. Tenemos que crear entre todos un ambiente muy coherente para que cuando alguien se encuentre en esta situación sepa qué tiene que hacer para que podamos parar estos casos de abuso de poder a tiempo

Cambiando de tercio y volviendo a la actualidad, se acercan unos Goya en los que, como en los últimos Feroz, estará muy presente la violencia, el abuso y el acoso contra las mujeres después de las últimas acusaciones contra Carlos Vermut. ¿Cómo estás viviendo esta situación desde dentro de la industria?

Yo no tenía relación con él más allá de coincidir alguna vez, así que no puedo hablar de forma más cercana. Obviamente, mi apoyo total a las mujeres que han pasado por esta situación porque creo que tenemos que crear entre todos un ambiente muy coherente para que cuando alguien se encuentre en esta situación sepa qué tiene que hacer para que podamos parar estos casos a tiempo, estos abusos de poder. Que no tenga que ser un reclamo a través de los medios de comunicación, sino que puedan ser casos seguros a través de un operativo legal si son graves. No es algo que suceda solo en el cine, estas situaciones pasan en otros muchos sectores, y ha llegado el momento en el que ya se tiene que parar.

Inesperadamente ocurrió en el mundo del fútbol femenino, aunque desde hace tiempo se viene diciendo que es necesario un Me Too en el cine español para denunciar este tipo de casos de acoso.

Hay muchas ganas de atreverse a denunciar, pero la gente tiene también mucho miedo a las consecuencias. Por eso digo que tiene que haber un sistema de apoyo para que la persona que decida tomar esa decisión por verse en un caso de gravedad tenga todo el amparo legal. Además, hay una cosa que me pone muy nerviosa que es ese morbo de preguntar quiénes son ellas y demás detalles cuando no, no tenemos que poner el foco en ellas. El foco lo tenemos que poner en la persona que ha provocado eso. Este es un problema de educación y enquistado en una masculinidad que no es la que queremos. No es solo inherente al cine o a la cultura, para nada, sobre todo cuando hablamos de abuso de poder. Nosotros tenemos una exposición pública, pero lamentablemente creo que esto se da en muchos otros sectores más allá del cultural.

El cine ha creado figuras que antes no existían para controlar este tipo de situaciones. Los coordinadores de intimidad.

Sí. Es una figura que no existía aquí. No tiene por qué estar en todas las películas, quizás en las que tengan una serie de escenas de intimidad, pero me parece híper necesaria porque nadie se encargaba de supervisar eso. Es una figura que da mucha tranquilidad y seguridad a las actrices y actores. 

Cambiemos de asunto para terminar. ¿Qué pasa si Robot dreams ya no gana más premios a partir de ahora?

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No pasa nada. El lenguaje de ganar y perder no me gusta. Hay tantas películas que me encantan que yo hubiera querido producir, que no emplearía un lenguaje de ganadores y perdedores. También te digo que a los Oscar vamos con todo, nos vamos a dejar la piel en la campaña, pero si nos volvemos de vacío, siendo tan histórico lo que hemos conseguido, yo personalmente no me voy a sentir defraudada ni perdedora ni nada.

Además, vais con Bayona y todo el equipo de La sociedad de la nieve, que optan a Mejor película de habla no inglesa y a Mejor maquillaje y peluquería.

¡Eso es buenísimo! Como no competimos al ser secciones distintas, Pablo y Jota Bayona se hicieron amigos ya cuando Blancanieves y Lo imposible en 2012. Yo soy muy amiga del equipo de La sociedad de la nieve, así que va a ser una fiesta para el cine español, para la industria española, y así lo vamos a vivir. Yo gritaré si gana La sociedad de la nieve y sé que ellos gritarán si gana Robot dreams. Me hace una ilusión enorme coincidir con ellos en Los Ángeles, ya estamos tramando una buena fiesta (risas).

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