PREPUBLICACIÓN

‘Porque me da la gana. Ayuso, la nueva lideresa’

Portada de 'Porque me da la gana', de Alicia Gutiérrez.

Alicia Gutiérrez, periodista de infoLibre, publica Porque me da la gana. Ayuso, la nueva lideresa (Akal). Pese a ser subestimada en un principio y a la creencia de que las ayusadas (frases que denotan una inteligencia política muy superior a la que sus detractores desearían) acabarían por desgastarla políticamente, la presidenta madrileña ha mostrado una inagotable capacidad para esquivar asuntos de relevancia que, como los protocolos que impidieron derivar a hospitales a miles de mayores de residencias en los momentos más duros de la pandemia, habrían ahogado a otros dirigentes políticos. Lo anterior se conjuga, además, con una habilidad se diría que innata para lograr el efecto bumerán de todas las críticas de las que ha sido objeto la presidenta de la Comunidad de Madrid.

El libro estará a la venta en librerías el próximo lunes 27 de marzo. Reproducimos aquí el capítulo titulado La técnica del disco rayado.

La técnica del disco rayado

Respaldada como se sabe por Miguel Ángel Rodríguez, Isabel Díaz Ayuso ha hecho suya una de las técnicas más célebres en política de gestión de conflictos y usual entre muchos teleoperadores que atienden a clientes al borde de la ira: la que algunos de estos teleoperadores definen como la táctica del disco rayado. Esto es, repetir una y otra vez la misma respuesta aun si el interlocutor introduce cambios en lo que está pidiendo, preguntando o discutiendo.

De hecho, y con independencia de cuáles sean los datos oficiales, uno de los grandes mensajes-misil que Ayuso dispara con elocuencia y reiteración es el temor a que el Estado se quede con lo tuyo y actúe como un recaudador medieval a través de los impuestos, mientras que la Comunidad de Madrid los rebaja en pro de la ciudadanía. «Cuando se pasan de unos límites [los impuestos] son confiscatorios y al final lo único que hacen es matar el incentivo», espetó en mayo de 2022.

Y eso, viene a decir, también destroza a España: da igual que sobre la mesa esté el impuesto al minúsculo sector de los más ricos o si se trata de un tributo a los beneficios extraordinarios de las energéticas. Porque «no se trata de castigar al que prospera y tiene una gran fortuna. Se trata, evidentemente, de que pague más impuestos, solo faltaba, pero no de expulsarle».

Hasta la fecha, la presidenta ha tenido éxito total en su habilidad para combinar un discurso de libertad tributaria plena –o independentismo, si se quiere– con otro que denigra cualquier descentralización política o administrativa y la presenta como una muestra de sumisión del Gobierno de Pedro Sánchez hacia exactamente los independentistas.

En octubre de 2022, y en aquella entrevista del grupo periodístico andaluz Joly citada en el primer capítulo, Ayuso abundó en la idea de que subir los impuestos a quienes más tienen constituye un varapalo a la libertad de cada cual para conservar sus propiedades, un golpe destinado a repartir luego «pagas».

El socialismo lo que pretende es quitarte en impuestos tu propio dinero para devolvértelo en pagas. Y este ejemplo de [Juanma] Moreno [la rebaja impositiva] desbarata la política socialista, que se demuestra en todas partes que es un fracaso, porque mata el incentivo, expulsa patrimonios y es una política confiscatoria, porque tu propiedad es tuya. No hay por qué seguir castigando el ahorro.

Para entonces ya habían transcurrido dos semanas desde que Reino Unido, voceado desde distintos países como paradigma de la política certera en favor de la libertad económica, había anulado la rebaja del impuesto sobre la renta. En aquella entrevista, Ayuso se libró de explicar el porqué de tal marcha atrás.

Con la repetición deliberada de palabras-bandera (la primera de ellas, hay que repetirlo, siempre libertad) Ayuso ha erigido en axioma lo que deberían ser conclusiones sujetas al cumplimiento de premisas y susceptibles de refutación. Y aunque pueda considerarse reiterativo, en este punto hay que recordar que la presidenta es una formidable experta en lanzar afirmaciones breves con capacidad de quedar incrustadas en la ciudadanía con la ayuda de una parte relevante del sector mediático.

Y una de las muestras, incluso tal vez la principal, de esa estrategia se encuentra en la política tributaria del Gobierno de Madrid, donde su jefa también aplica la técnica que suele complementar la del disco rayado: la del banco de niebla. Por ejemplo, cuando tras su primera victoria electoral, la de 2019, la periodista Ana Terradillos le dijo en una entrevista emitida por Telecinco que la eliminación de impuestos –el de patrimonio– ha llevado a distintas comunidades a definir Madrid como un paraíso fiscal, Ayuso acudió al «banco de niebla». Es decir, que, sin quitarle por completo la razón a su interlocutora –en eso consiste tal técnica–, le dio la vuelta al asunto para transmitir un mensaje positivo: «Madrid es un paraíso en muchas cosas y yo no creo que un paraíso sea algo negativo para los ciudadanos».

Exactamente así omitió toda referencia a lo que de verdad significa paraíso fiscal: territorio con un régimen tributario opaco de impuestos muy bajos o inexistentes y al que suelen acudir quienes no desean entendérselas con la Hacienda de su país.

En septiembre de 2022, una vez Andalucía y Murcia anunciaron su decisión de sumarse a la eliminación del impuesto de patrimonio, Ayuso no solo había interiorizado el término paraíso –sin añadir el adjetivo fiscal, eso sí– sino que, con ironía, se jactaba de su existencia. «Andaluces: bienvenidos al paraíso», escribió en Twitter horas después del anuncio efectuado por el presidente andaluz, su compañero de filas Juan Manuel Moreno Bonilla.

Como escribe el periodista Pedro Vallín en su libro C3PO en la corte del rey Felipe, el modelo de los territorios que facilitan la elusión tributaria no lo ha inventado Ayuso, aunque sin duda se perfila como la lideresa que mayor rédito, más incluso que Esperanza Aguirre, obtendrá de su aplicación. Sin necesidad de fueros ni leyes dictados hace siglos, como Navarra o el País Vasco –se lee en C3PO– «hace dos décadas que los Gobiernos del PP en el distrito federal [Madrid] eligieron convertirlo en un paraíso fiscal para atraer recursos con aún más intensidad que la que ya proporciona su tamaño, centralidad y comunicaciones». Vallín prosigue así: «El modelo redistributivo del diseño territorial español es hoy salvajemente centrípeto, y las víctimas principales no son Euskadi o Catalunya, sino todos los demás».

En otro momento del libro, el periodista profundiza en esa idea:

El procesismo de la presidenta Isabel Díaz Ayuso y su súbita reivindicación de la soberanía fiscal –la misma que el PP lleva años cuestionando para los territorios forales– solo es consecuencia de la voracidad del diseño ideado por Aznar tamizada ahora por la sintaxis rústica del trumpismo.

La táctica del «disco rayado» ocupa sin duda un lugar de enorme peso en el discurso tributario de Díaz Ayuso, como se ve en esto que viene ahora y que dijo la presidenta de Madrid el 22 de abril de 2022:

Llevamos ahora mismo 17 años bajando los impuestos de manera consecutiva, hemos eliminado todos los impuestos propios y, sin embargo, recaudamos más y gestionamos los servicios públicos de la misma manera y encima con superávit y sin deudas para las generaciones futuras.

Como la persistente gota que cae y vuelve a caer sobre el mismo punto hasta horadarlo, el núcleo de aquel comunicado era el mismo de años anteriores. Por ejemplo, en noviembre de 2020, el diario La Razón publicó una información donde se lee lo siguiente: «La Comunidad de Madrid cerró 2019 con un aumento del 3,9% en la recaudación de los impuestos de gestión autonómica, el mismo año en el que entraban en vigor nuevas bonificaciones en el impuesto de Sucesiones y Donaciones para tíos, sobrinos y hermanos. A cierre del ejercicio, se recaudaron un total de 508 millones de euros, lo que supone un incremento del 23,5% con respecto a 2018, o lo que es lo mismo, 97 millones de euros más que el año anterior». La pregunta derivada de esos datos ya entonces quedó en las nubes: ¿y por qué, si se recaudaron 97 millones más, el gasto por habitante en educación, sanidad y servicios sociales no creció?

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