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Poesía

Emily Dickinson: la historia de un encierro transgresor

Portada del tercer volumen de la obra de Emily Dickinson publicada por Sabina Editorial.

Conocida como una mujer aislada y solitaria, recluida en su casa y en sí misma, autora de casi 1.800 poemas, Emily Dickinson (1830-1886) fue una poeta que, más allá de la imagen que ha trascendido a través de su personaje, transgredió las normas sociales e incluso literarias de su época.

No se sabe de ella que, si se recluyó en su casa de Amherst (Massachusetts) fue, precisamente, para escapar del papel social que le correspondía como mujer en el siglo XIX. No se sabe que dejó de ir a la iglesia, algo impensable entre las mujeres de su época. No se sabe que su aislamiento fue una forma de rebelarse “contra las tareas y roles que le correspondían en el mundo que vivía”, asegura Carmen Oliart, una de las tres editoras de Sabina Editorial. “Cuando un escritor se aislaba para poder crear, nadie cuestionaba nada. Cuando lo hacían las mujeres, se las tachaba de excéntricas”.

Emily Dickinson, poemas 1202-1768. Nuestro Puerto un secreto es el último volumen de la trilogía que recoge toda su obra poética en español publicada por Sabina Editorial. En edición bilingüe y con un CD en el que las editoras leen todos y cada uno de los poemas, este último ejemplar se presenta al público el próximo 22 de abril, un día antes del Día Internacional del Libro, en el Teatro La Guindalera a las 19.30 horas (calle Martínez Izquierdo, 20, Madrid).

Carmen Oliart asegura que esta edición de Emily Dickinson “es tan especial porque las dos traductoras (Ana Mañeru y María Milagros Rivera) han querido ser lo más fieles posibles a las palabras, los recursos literarios y la puntuación que eligió Dickinson al escribir”. Unas elecciones que no siempre se han respetado en ediciones anteriores de su obra, “versiones edulcoradas” en las que “durante mucho tiempo se estuvo cambiando la sintaxis y agregando títulos a los poemas que Dickinson no había puesto”, pero que, a pesar de todo, la hicieron “inmediatamente popular”, cuenta Oliart.

“Es una de las poetas del olimpo americano”, opina la editora. Y no le falta un ápice de razón. En innumerables ocasiones, la grandeza de la obra de Dickinson ha sido equiparada a la altura de Edgar Allan Poe y de Walt Whitman. Con este último y su Hojas de hierba, a pesar de que coincidieran en contemporaneidad, la poeta aseguró: “No he leído el libro del señor Whitman, me dicen que es vergonzoso”.

“Como si el mar se retirase y mostrara un mar más lejano y al final solo viéramos la conjetura de series de mares no visitados por las costas. Puede que éste sea el efecto, o mejor dicho, la brisa Dickinson”, decía hace unos años Enrique Vila-Matas sobre la poeta estadounidense en el diario El País.

Oliart describe este océano de océanos con otras palabras: “La poesía de Emily nos eleva y nos descoloca, te lleva por un sitio, pero siempre hay un giro en sus poemas que te hace terminar por caminos insospechados”. Sus juegos con el lenguaje, sus evocaciones místicas y terrenales, su simbología hacen que nunca llegues a conocer el mundo interior de Dickinson.

Una de las personas que, tal vez, más se acerque al conocimiento de la poeta estadounidense es Ana Mañeru, editora y traductora de estos tres volúmenes de Sabina Editorial, junto a Milagros Rivera. Mañeru “se apasionó, buceó en su vida y en su obra y empezó a traducirla hace más de veinte años”, cuenta Oliart.

Sumergirse en los poemas de Dickinson supone descubrir la “relación emocional muy especial” que tenía con Susan Huntington, “su principal interlocutora literaria” y que acabaría siendo su cuñada: viviendo en la casa de al lado a la de la poeta.

“Yo que he leído sus cartas y los poemas que dedicó Emily a Susan, no tengo ninguna duda de la relación emocional que había entre ambas”, cuenta Oliart. “Si llegó a ser sexual o no”, es algo que ya no se atreve a asegurar, lo que sí es seguro es que en su poesía hay toda una simbología sexual, “un montón de símbolos eróticos” y elipsis que la poeta utilizaba para hablar de aquello sobre lo que no podía ser explícita.

La identidad sexual de Emily Dickinson poco importa, lo relevante es la personalidad transgresora “de una poeta que se negó a publicar porque estaba convencida de que el público no la iba a entender”. Dickinson sabía que ella era “rompedora con el mundo social que vivía, porque en el siglo XIX no estaba bien visto que las mujeres escribieran, que se dedicasen a la literatura”, dice Oliart. Otro gran ejemplo de la misma época fueron las hermanas Brontë y su dificultad para publicar en un mundo reservado para hombres.

Irónica, ácida, ingeniosa, profunda, mística, Dickinson es una “grandísima poeta” que empezó a mezclar los géneros literarios incluso “antes de que eso estuviera de moda, con las cartas poéticas que le escribía a Susan”. Una mujer para quien, más allá del amor, la eternidad y la transcendencia se encontraban a través de la inspiración. Una inspiración que halló, sin duda, en su encierro transgresor.

La poesía sí da de comer

Poema 1364

Huida es Palabra agradecidaque yo a menudo de Nocheme la considerosin espectáculo a la vistaHuida –ella es la Cestaen la que el Corazón es cogidocuando por alguna atroz Almenaes dejado caer el resto de la Vida–No es para divisar al salvador –es para ser la salvada–y por eso yo apoyo la Cabezasobre esta palabra fiel–

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