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Poesía

Una generación de poetas ciber

Una generación de poetas ciber

El protagonista de Taipei es un joven de 26 años que vive sumido en la angustia de estar constantemente conectado, posteando y actualizando su perfil de Facebook. Taipei, publicada en España en Alpha Decay, es la cuarta novela del escritor estadounidense Tao Lin, el gran referente de lo que se ha dado en llamar Alt-lit o literatura alternativa. Un movimiento literario que nació hace un lustro y en el que Internet no sólo es una herramienta para promocionar nuevos textos, sino que permea su forma (se reproducen chats de Gmail o comandos de ordenador) y el fondo (la conexión constante al mundo virtual). Pero más que una revolución literaria, la Alt-lit parece ser una consecuencia lógica y, por otro lado, también coherente, con el contexto (y el presupuesto) cultural en el que trabajan los nuevos autores que crecieron como nativos digitales. Porque como dice el joven poeta Vicente Monroy, “la realidad virtual también es una realidad”.

Paralelamente al desarrollo de la Alt-lit, especialmente en Estados Unidos, han aparecido en España nuevas corrientes literarias que fagocitan el lenguaje 2.0 y lo incorporan sin tapujos en sus obras. Algo que favorece, según explica la poeta Ana Cibeira, que géneros como la poesía hayan dejado atrás la “solemnidad”. “Se ha perdido la barrera del pudor, tanto en los lenguajes como en los temas. Antes no te atrevías a hablar de sexo o de política si no sabías de ello”, añade. Cibeira es la coordinadora de Tinta Roja, un ciclo de recitales que se está llevando a cabo en la librería La Central, de Madrid, y que reúne a muchos de esos poetas de nueva hornada que beben de la tradición, pero la reinventan a base de códigos digitales, samples musicales, vídeos o memes. De hecho, Cibeira acaba de publicar junto dos de las participantes que han pasado por la tercera edición del ciclo, Elia Maqueda y Davidia Martín Saornil, un poemario titulado Papilas Analógicas. Paisaxe sur text, en el que los comandos del ordenador ocupan el lugar de las palabras (CTRL+Z sustituye a “deshacer” o CTRL+X a “cortar”). El ciclo también reúne a autores más convencionales como la argentina Noni Benegas, quien coordinó Ellas tienen la palabra, una antología de mujeres poetas de las generaciones de los 50 y los 70 que se convirtió en un clásico de la literatura en femenino.

La Alt-lit poética prolifera en blogs, tumblrs, en forma de micropoesía en Twitter o en cuentas de Facebook. En su página web, la cordobesa María Mercromina (1989), veterinaria y poeta, publicaba The'll be so lonely, the could die (Estarán tan desolados, que podrían morir) en el que se ejemplifica a la perfección cómo se produce esa imbricación entre tecnología y poesía: “*última hora de conexión 05: 49/ aplicación alarma pronto volverá la nueva sangre/ todas mis vidas volvieron junto a la cobertura y a la batería/ ajuste la hora y la fecha/ heartbreak hotel, so lonely, baby/ [00.00 desliza para cancelar]”.

La poeta Elena Medel, responsable de la editorial La Bella Varsovia, donde el grueso del catálogo lo componen jóvenes autores, es más cauta y asegura que este tipo de poesía es sólo una manifestación del protagonismo que han ganado las redes sociales en la forma de comunicar el género. “Yo entiendo que en la influencia de Internet (y sobre todo en las redes sociales) en la escritura actual de poesía hay varios compartimentos. Uno lo ocuparían, claro, quienes mantienen una relación meramente personal con ellas. Otro, quienes se sirven de la red para difundir su obra con más o menos suerte. Uno más, quienes están desarrollando proyectos y estrechando lazos en base a Internet: pienso en autoras como Luna Miguel, que gestiona Tenían veinte años y estaban locos (con versión impresa en La bella Varsovia), de poetas veinteañeros de todo el mundo, y que está implicada en el interesantísimo Los perros románticos, centrado en el diálogo de autores españoles y latinoamericanos. Y un cuarto, de autores cuyo discurso se desenvuelve principalmente en la red social, que están tejiendo una nueva escritura: poemas en formato de tuit, cercanos al aforismo, con el punto del haiku...”, explica.

Pero al margen este aspecto, la producción poética contemporánea es muy diversa tanto en temáticas como en formas de expresar el contenido. Una de las más populares es la combinación de diferentes disciplinas artísticas en una misma pieza de poesía. Cibeira cita a autoras como la gallega Estíbaliz Espinosa, que hace videopoesía mezclando textos, dibujos, fotografías, locución y música. O La estrella fundida, un programa de radio de 15 minutos ideado por Arturo Nicolás Mombiedro y Pelayo Sánchez (también pasaron por Tinta Roja) y en el que recitan sus poemas sobre una base musical. Aun así, Medel echa en falta “una mirada más consciente a la literatura en español, de aquí y de allá, frente al peso de las traducciones, y también una mirada a los clásicos, frente a los contemporáneos”.

La herencia de Rosalía de Castro

Poesía de periferia

Poesía de periferia

Ana Cibeira habla de una especie de excepcionalidad gallega, donde la producción de obras de este género ha sido más prolífica que en resto de España, sobre todo, entre las poetas mujeres. Lo achaca a que el gran referente literario de la región sea Rosalía de Castro, algo “atípico” dentro de la historia de la literatura y una “excepción felicísima” en palabras de Medel. “Es una poeta oscura, existencialista y feminista, no sólo costumbrista”, aclara. Su influencia ha marcado al grupo de poetas que producen bajo la etiqueta de Xeración dos 90, y entre las que se encuentra la anteriormente citada Estíbaliz Espinosa, además de otras como Olga Novo, Emma Couceiro o Yolanda Castaño.

Las cuestiones femeninas (también las feministas) y el tema del cuerpo, centran la atención de esta generación y determinan de manera notable a los jóvenes “poetas de los 2000”, como los llama Cibeira. Este recurso se trasladó después al ámbito nacional, algo que quedó reflejada en la antología Sangrantes, editado por Luna Miguel en Origami, y en el que se recogía un amplio número de obras de poetas mujeres sobre la sangre en diferentes formas: desde la menstrual hasta la producida por una enfermedad y la maternidad. Aunque la editora señala que quizás esa herencia visceral que comparten muchas de las jóvenes poetas provenga de los textos de Alejandra Pizarnik o Sylvia Plath. Siguiendo la tónica de la cuestión corpórea, escribía Annie Costello (1992) en su blog el poema El corazón está más arriba del que forma parte este fragmento: “Estoy demasiado acalorada para escribir en cualquier superficie que no sea: piel mojada, piel marmórea, piel finísima y candente”.

Cibeira y Medel también coinciden en que se están tejiendo cada vez más redes (muchas virtuales) entre jóvenes poetas, como son los ejemplos de Tenían veinte años y estaban locos, Los perros románticos o el seminario Euraca. Lo que conlleva que los editores sean cada vez más jóvenes (Medel nació en 1985, Luna Miguel en 1990) y que aparezcan editoriales como La Bella Varsovia, que acaba de cumplir una década. “Apuesto por autores jóvenes pero cada vez abro más el catálogo a autores de riesgo y calidad sin importar a qué generación pertenezcan, siempre y cuando desarrollen un discurso capaz de abrir grietas, y asomarse a ellas. Aquí entran poetas que están empezando, pero también escritores con varios libros a sus espaldas”, explica Medel. En marzo de este año publicaron Apuestas, un poemario en el que recogían los trabajos de nueve nuevos poetas y en el que aparecía esta pieza, firmado por Ellen Capriota, que pone de relieve eso que han bautizado como literatura alternativa o al menos, una forma de comunicarse de esta generación cibernética de autores: “Tratando de poner un nombre/ a nuestra relación/ la extensión sería .jpg/ a resolución baja”.

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