Libros

Pero, ¿hubo alguna vez un IVA cultural?

Una estantería repleta de libros.

En julio de 2012, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, desveló los pormenores de un plan de ajuste para ahorrar 65.000 millones aprobado por el Consejo de Ministros.

Entre esos detalles: las actividades culturales en vivo pasaban a disfrutar (permítanme el verbo) de un IVA del 21% cuando, hasta ese momento, soportaban una carga del 8% de IVA.

Los promotores musicales pusieron el grito en el cielo y calificaron la subida de "inconsciente"... y de cosas peores. Como todos ustedes saben, casi tres años después siguen en ello, y así quedó demostrado esta semana con la jornada de protesta Un día sin música que dejó silentes garitos y salas.

"Tras más de dos años sufriendo un abuso fiscal injustificado, en forma de un IVA del 21%, y el abandono histórico que las administraciones públicas han mantenido sobre la música en directo ―el subsector cultural menos subvencionado en nuestro país― es el momento de reafirmar lo que valoramos y por lo que trabajamos", decía el manifiesto redactado para la ocasión.

Pero volvamos a ese instante fatídico de 2012, cuando al enfado por el aumento se sumó el desconcierto porque en cada sector cultural quedaba atrapado en un tipo de IVA diferente: 21% para los discos, CD y DVD, las entradas de cine, teatro, circo, conciertos; 10% para las entradas de museos, galerías de arte y pinacotecas, bibliotecas, archivos y centros de documentación... en fin.

Para complicar aún más las cosas, en 2014 el Gobierno decidió rebajar del IVA aplicado a la compra venta de arte, una reducción que (dijeron) equiparaba el impuesto al de otros países de la UE y (explicaron) suponía la vuelta al régimen tributario anterior por el que sólo tributan con el tipo general (21%) las obras que sean propiedad de una galería de arte.

En concreto: el tipo reducido de IVA (10%) se aplicaría a la venta de obras de artistas, tanto si lo hacen directamente con el cliente como si la compra venta se desarrolla con la intermediación de una galería, pero en el caso de que la venta sea de una obra de arte propiedad de una galería, el IVA seguiría siendo el general, situado en el 21 %. Es decir, la medida beneficiaba a los artistas, no a los galeristas.

¿Y los libros?

Sí, los libros. Porque quienes leen estos artículos dominicales saben que aquí se trata del mundo editorial, sus gentes y sus afanes.

Pues bien: los libros en papel han mantenido durante toda la crisis su tipo superreducido de IVA (un 4%), en tanto que los electrónicos soportan un IVA del 21% debido a la normativa europea, según la cual tributan igual que los soportes electrónicos donde se descargan y leen.

"El problema no es del libro electrónico ―sostiene Antonio Mª Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España― sino del conjunto de los contenidos digitales que, por una decisión no muy meditada (porque me consta que en la reunión se decidió en dos minutos), optaron por considerarlos como una prestación de servicios, con independencia del contenido. Es algo incomprensible". 

Incomprensible pero ineludible. De hecho, el pasado mes de marzo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea obligó a Francia y Luxemburgo a retirar el IVA reducido a los ebooks. Y de momento no ha servido de nada la queja de la Federación de Editores Europeos, cuyos portavoces se han cansado de repetir que lo que debe importar es el contenido, no el soporte. En ese sentido, la federación envió una carta abierta a los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el Consejo Europeo, Donald Tusk, y el Parlamento Europeo, Martin Schulz, para pedir un cambio: "Urgimos a la Comisión a que a que actúe rápidamente para enmendar la legislación pertinente para asegurar que refleja el progreso tecnológico y elimina un obstáculo serio al desarrollo del mercado del libro electrónico".

Un obstáculo que no tiene el mismo tamaño en todos los países, puesto que el IVA del libro electrónico en España (e Irlanda) es de los más altos de Europa (21%), sólo superado por los de Suecia y Dinamarca (25%), y seguido por Italia (20%), Alemania y Reino Unido (19%).

En efecto, a muchos choca que se conceda un tratamiento de privilegio... ¡al papel!, como lo demuestra el que en España periódicos y revistas también se sitúen en este tramo impositivo del 4%. La explicación es sencilla, a la par que incomprensible: los ebooks reciben la consideración de bien, no de servicio.

Sea como fuere, y por lo que fuere, la pregunta es por qué los libros tradicionales juegan con ventaja frente al cine, el teatro o la música. Un trato de favor que Ávila justifica así: "Es por tradición cultural. Es algo que está generalizado en todos los países. Está muy directamente relacionado con temas educativos tanto de enseñanza obligatoria como universitaria. Y, desde el punto de vista de Hacienda, es muy controlable, deja a los técnicos de Hacienda muy tranquilos". 

Iva y cultura

Consultados al respecto, en el Ministerio de Hacienda insisten en que, a pesar de las circunstancias especialmente difíciles que nos ha tocado vivir, "la inmensa mayoría de las actividades culturales tienen el IVA reducido, y lo que hace dos años se pasó al tipo general fueron las entradas a los espectáculos". Un incremento que se intentó compensar, nos dicen, "vía impuesto de sociedades, aumentando por ejemplo los incentivos fiscales a producciones teatrales, cinematográficas...".

Las fuentes consultadas recuerdan que el IVA es un impuesto armonizado a nivel europeo, aunque "Europa te permite aplicar algunos tipos reducidos, y cada país va escogiendo bienes y servicios" que considera más necesitados. En el caso de España, señalan, el turismo.

"Pero no hay un IVA cultural", nos dicen, al tiempo que evocan las informaciones publicadas hace unas semanas, según las cuales el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ya ha tomado la decisión de retrotraer el IVA que grava los espectáculos hasta el 10 % de hace dos años. "Hay que ver el margen que puede haber para próximas rebajas tributarias, veremos cómo evoluciona la recaudación."

Un apunte final

El IVA superreducido del que disfruta la industria editorial en papel, además de la envidia de sus pares culturales, ha merecido algún comentario, digamos, ético o moral. Y las exigencias impositivas del sector cultural también han provocado algunas suspicacias.

De entrada, porque todos los sectores industriales, todos los empresarios sea cual sea el sector en el que se desempeñan, sienten que el aumento del IVA les ha penalizado y piensan que ellos también se merecen un trato más compasivo.

También porque hay quien sostiene que antes que rebajar el IVA de los libros (o de los discos, o de los teatros) habría que rebajar el de otros productos más básicos para vivir.

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Y por último, debido a que no todos los libros (ni los discos, ni las obras de teatro) son cultura y, por lo tanto, no todos deberían beneficiarse de un IVA reducido o superreducido.

"En principio los productos que están con el IVA superreducido son los de primera necesidad, entre ellos los libros por su relación con la educación y la formación ―responde Antonio Mª Ávila―. Sólo en una concepción estrictamente materialista, eso que Marx diría que es materialismo grosero, daría preferencia a los puros productos materiales. El último interrogante, que yo no comparto, se encuentra con un problema grave, muchos vinculan el libro con la cultura, y, sin embargo, el cine lo vincula mucho más con el entretenimiento."

Y así están las cosas. Al menos, de momento.

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