Literatura española

Javier Pastor novela un truculento crimen de la España profunda

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Javier Pastor (Madrid, 1962) es un tipo que ha escrito tres novelas. Y hasta ahí se puede leer. Por deseo expreso, el escritor no quiere tener bajo su nombre, en la solapa de cualquiera de sus libros, un listado enorme de méritos, reales o aliñados con cierta dosis de ficción. Tras seis años de trabajo -reconoce que tarda mucho en escribir y es un corrector maniático- el autor de Mate Jaque acaba de publicar la que sería su cuarta novela, Fosa Común (Literatura Random House), una compleja obra de 450 páginas que gira en torno a al asesinato en 1975 de una madre y sus cuatro hijos a manos del padre, Victorino Moradillo, capitán del Ejército.

La madrugada del 29 septiembre de ese mismo año, en un barrio burgalés, Moradillo mataba a tiros a su mujer y a sus hijos; la mayor de 14 años y el menor de apenas dos meses. Según la crónica del diario ABC sobre aquel dramático episodio, la pareja había discutido acaloradamente horas antes del suceso y el capitán Moradillo “venía sufriendo un sensible desequilibrio nervioso”. Algunos vecinos comentaron haber escuchado gritos diciendo “a mí no, papá, a mí no”. Pastor era amigo y compañero de clase de la hija mayor de los Moradillo.

Fosa común

es, en realidad, tres novelas que según explica Pastor, cobran sentido completo al entenderse y leerse como un todo. Así, hay tres partes claramente diferenciadas en tono, estilo narrativo y punto de vista desde el que contar el truculento crimen. La primera de esas partes está protagonizada por Jaime Arzain, un adolescente, hijo de militar, que empieza a descubrir el amor, el sexo y la literatura a la vez que los españoles la democracia. Lo hace además en la ciudad de Burgos, fuertemente marcada por el espíritu castrense. No en vano, Pastor pasó varios años de su juventud en la ciudad castellanoleonesa y también es hijo de un militar, por lo que se podría decir que Arzain es un alter ego de Pastor –de ahí el juego de nombres entre Jaime y Javier-.

Todos los apartados de la novela, pero especialmente el primero, exigen que el lector no se despiste ni un instante, ya que abundan los párrafos infinitos, en los que se pueden resumir varios meses con un ritmo frenético y atropellado. “Por un lado, es un viaje desde la tercera a la primera persona [por los tiempos verbales usados en cada uno de las partes], y por otro lado es una alusión al pasado, al presente y una amalgama de ambos en la tercera parte, que es la investigación de eso que ya ha sido apuntado en las dos primeras”, explica el escritor.

Es en este último apartado, bajo el título Que sirva para algo, en el que Pastor se adentra en la investigación del parricidio, que quedó bajo secreto después de que el juez militar asumiera la causa. Así, entre sotanas y uniformes (dos de las obsesiones recurrentes en la literatura de Pastor) el caso quedó sepultado en la fosa del olvido. “Pensé en hacer algo [sobre el crimen] en los años ochenta y en los noventa, pero por otro lado me negaba, a pesar de lo truculento del caso, a hacer ficción con ella”, cuenta Pastor, “yo conocí a esta Cristina de la que se habla, era compañera y vecina, pero jamás se me habría ocurrido convertir su muerte y la de su familia en novelita. Así que llegó un momento -no sé si por acercarme al medio siglo- en el que volví sobre ese asunto”.

Literatura exigente y “prosita digerible”

En una ocasión, preguntado por su peculiar estilo literario, el escritor dijo que aspiraba a “sacar las cosas de cierto nivel y que no todo sea prosita digerida del estilo de Rosa Montero”. Una desafortunada declaración, valora ahora, aunque con matices, que choca con su odio manifiesto a las “biografías solaperas” (es decir, extensas y egocéntricas). “Esas son cosas que de vez en cuando suelto y confío en el periodista en cuestión para que las quite, pero siempre hay algún indiscreto que las mantiene ¿Para qué vamos a dar patadas gratuitamente? Aunque es indudable que Rosa Montero tiene una prosita de lo más digerible… y para mí eso es poco excitante, busco otra cosa en la literatura”.

-¿Y cree que su literatura es exigente?

-Yo creo que sí, para empezar lo es conmigo mismo mientras escribo

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- ¿Y no es un poco elitista buscar eso en sus libros?

-Sólo si piensas que la literatura de masas o la de mayor venta debiera desaparecer y no es mi caso. Tiene que haber literatura para todo el mundo y lo que lamentaría es que… como lo diría… Cuando yo era joven había bestsellers que eran de alta calidad literariabestsellers, aunque también había otros, los de toda la vida, que sólo pretendían atrapar al lector sin meterse en mayores berenjenales de vocabulario o exploración estilística. Cien años de soledad era un bestseller y era también literatura que estaba en cierto nivel, aun siendo de gran consumo. Bueno, pues eso creo que es lo que se ha perdido desde hace años. La literatura de gran consumo es una literatura escrita sin plantear ningún tipo de conflicto, libros muy correctos, eso que alguien ha llamado estilo internacional que imagino que está relacionado con los talleres de escritura, donde se enseñan determinadas pautas, pero que no me excitan lo más mínimo.

Si le preguntas quién es o era antes de publicar los cuatro libros que figuran ya en su biografía, Pastor responde “¿para qué?” y después añade que es un tipo que ha escrito varias novelas y poco más. Acaso que ha estudiado filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y que es “un amo de casa competente”. De él han dicho que es una de las voces más destacadas de la literatura española de los últimos años, por la singularidad de su prosa. Por su tono de voz grave, su labia, sus alusiones constantes a los clásicos de la Literatura bañadas de tacos, parece el cuarto hermano de la familia Panero. “Conocí a Michi a Leopoldo MaríaMichi ”, reconoce entre risas, “por fortuna, brevemente”.

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