Borges, Gironès, el chófer y el barbero en la nueva novela de Juan José Flores

El combate interminable

Juan José Flores

Navona (Barcelona, 2022)

La novela comienza con la noticia del regreso a Barcelona, en abril del 2012, del protagonista, el exboxeador Germán Valdés, dos meses después de sufrir un aparatoso accidente de tráfico que a punto estuvo de costarle la vida. Ahora sesentón, con una cicatriz en la frente, chófer particular del millonario Marcel Carranda tras vivir unos años en París, decide visitar a su antiguo barbero, Arístides, para pedirle un favor. Se trata de un exiliado argentino, un fabulador que había sido maestro de escuela, pero acuciado por la pobreza, más que por motivos políticos, llegó de su país a Barcelona a principios de los setenta. Arístides desempeña un papel importante en la trama, al hacer de interlocutor de Germán. Juntos rememoran las hazañas de Josep Gironès, un viejo campeón de boxeo, quien en 1935 llegó a disputar sin éxito el título mundial, a la vez que comentan las disputas que Germán mantiene con su hija, a la que abandonó muy joven, tras divorciarse y dejar Barcelona. Pero, además, ambos intentarán descifrar el contenido de una vieja cinta magnetofónica que recoge las conversaciones que el chófer mantuvo en Barcelona con Borges, con motivo de una visita del escritor argentino en 1980, pues le encargaron que lo acompañara durante los paseos del escritor por la ciudad, llegando a intercambiarse diversas confidencias.

En la narración aparecen unas cuantas historias más, que acaban enlazándose con la trama principal: la del niño Samuel, huérfano, sonámbulo (como su bisabuelo Pedro), —ahora fascinado en Ibiza— por la pesca y el submarinismo; las complicadas relaciones que Germán mantiene con su hija, que ahora padece una mala situación económica, aunque tiempo atrás la había ayudado en secreto a estudiar enfermería; y la aparición de una patera con emigrantes en el Mediterráneo.

La novela se compone de 13 capítulos y de un breve prólogo, firmado por Ari Laguán, seudónimo del barbero Arístides, que se refiere a la estancia de Borges en Barcelona y a la leyenda según la cual el gran escritor argentino concibió un cuento que no llegó nunca a publicarse, pero del que existe una versión oral grabada, reproducida en el cuerpo de la novela. A su vez, es necesario llamar la atención sobre la importancia de los espacios físicos, de cuatro lugares en especial: la barbería, el coche que conduce Germán, con el que pasea a Borges por Barcelona, el velero de Otto y Jack, el Cormorán que navega desde Ibiza, y la habitación de Borges en el Hotel Majestic (recuérdese que en este hotel del Paseo de Gracia se alojaron Antonio Machado y Max Aub, entre otros escritores notables, que acabarían en el exilio, tras la guerra civil española). Diversos objetos adquieren también significado en la trama gracias a la maleta que guarda “recuerdos de otra vida”, donde conserva fotos, carteles, guantes, un batín de seda, de su pasado como pugilista, un ejemplar de El Aleph dedicado y unas cintas de casete. Y no quiero dejar de señalar la clasificación que hace Arístides de sus parroquianos, a quienes divide entre marmóreos (aquellos que pretenden tener una imagen inalterable de sí mismos) y arborescentes (que aspiran a poder modificar su rostro constantemente); o la misma que hace de los gemelos (páginas 125-128).

Esta novela, en fin, habla del triunfo y del fracaso, de la necesidad de contar, así como de un escritor y un boxeador reales y célebres. El púgil lo fue, al menos, en su momento, si bien tras exiliarse a México fue casi olvidado. Sin embargo, recuerdo haber oído hablar de él a comienzos  de los setenta en la prensa deportiva. También se ocupa Juan José Flores de la amistad, de la soledad y de la culpa, de la posibilidad que tenemos de rehacer la vida. Pero lo realmente difícil —más allá de recordar y hacerle justicia a Gironès, el viejo campeón de boxeo, héroe trágico, figura tan del gusto de Borges, acusado injustamente, al confundirlo con otro boxeador, conocido como Gironès II, de haber torturado a gente en una checa de la Barcelona republicana—, estribaba en darle voz a Borges, en hacerlo conversar y reflexionar, llegando incluso a entregarnos unos esbozos de cuentos que no llegaron a completarse y que nuestro autor remeda como un homenaje más.

En un momento dado de la novela, se hace un alegato en contra de la sobreexplotación de los recusos naturales del planeta, mientras que en otro esas dos hippies anacrónicas que son Frida y Úrsula pronostican, con escaso acierto, que “lo que se acabará en el 2012 será el mundo tal y como se conoce hasta ahora, y que ese final dará paso a una nueva era, de mayor libertad y justicia y paz y amor” (página 75), pero también se denuncia la indiferencia con que en ocasiones observamos la llegada de las pateras a las costas españolas. Esas subtramas, sin embargo, resultan ocasionales y me parece que hubieran necesitado un desarollo algo mayor.   

No escasean otros motivos habituales en la narrativa de Borges, tales como el del espejo, el doble, el laberinto (más vital que físico, en esta ocasión), la ceguera, los personajes que provienen de los sueños o el destino; en suma, algunos de sus motivos recurrentes. Sin que falte un enigma: por qué se retiró Gironès estando en la cima de su carrera y de su trayectoria vital.

Esta historia que Juan José Flores nos cuenta tiene un origen remoto, pues el nieto de Gironès, Toni Sastre Joan, fue compañero de clase del autor durante la infancia, dejando al futuro narrador sumamente interesado en la historia de un personaje exiliado que, además, fue vilipendiado. Estamos, por tanto, ante una novela, con mimbres reales, macerados en pura ficción, que yo le había oido relatar en diversas ocasiones. Verla ahora escrita, publicada, me satisface, pues en la escritura se ha enriquecido y hecho más compleja y matizada, respecto a la versión que yo conocía como relato oral.      

Así las cosas, la historia no tiene tanto su origen en la visita de Borges a Barcelona como en el interés del autor por la historia de Gironès. Y, sin embargo, el protagonista es Germán Valdés, exboxeador y ahora chófer de un coleccionista de arte que anda en negocios no siempre limpios (el tráfico de obras de arte antiguo y medieval, de piezas robadas, canjeadas en alta mar, página 36), pero también fundamenta la historia en su fascinación por el viejo campeón, y por el gran escritor argentino, a quien conoció en 1980, cuando acababa de cumplir 32 años y llevaba casi cinco retirado del boxeo. Por no mencionar los otros personajes secundarios que resultan importantes para el desarrollo de la historia: entre otros, el barbero Arístides, a quien ya nos hemos referido, el niño Samuel y Gabino, amigo del protagonista, cuyo padre le inoculó a Germán el veneno del boxeo, la pasión por Gironès.

Pero ¿a qué se refiere el título, de qué combate se trata? Quizás al que entabla Germán con su familia, sobre todo con su hija, y con el arte del boxeo, si bien desde la fascinación que siente por un viejo ídolo, Gironès, tras haber consolidado la amistad cómplice con el barbero Arístides y a raíz de la aparición en su vida de un nuevo amigo, nada menos que Borges, quien le confiesa: “deseaba que usted (...) se acordara de mí, más allá de haber sido un cliente peculiar, que por poco se le muere a bordo de su automóvil [episodio que se cuenta en la novela], un escritor al que tuvo que acompañar, el tipo al que secundó desde un rincón de un ring imaginario durante un combate difícil” (página 133). Pues combate es también el de Borges con su salud, recuérdese que murió en junio de 1986, y el que entabla Gironès con su familia y con el franquismo que lo expulsó del país.

Es esta una obra arriesgada que su autor compone con solvencia y que, como poco, pasará a formar parte de la historia de Borges y de la de Gironès, sin menoscabo de su condición de buena novela.

P.S. 1. Borges estuvo en Barcelona en 1980, tras recibir en abril el Premio Cervantes, para participar en las Jornadas Literarias Narradores de hoy, organizadas por Bruguera en el Instituto Francés, aunque su intervención —a la que asistí— se produjo en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, en la plaza de la Universidad, acompañado por Joaquín Marco y el escritor Marcos Ricardo Barnatán, quie le hacía de lazarillo. El rector Badia Margarit excusó su asistencia. Regresó a Barcelona cinco años después para presentar Los conjurados (Alianza), acto que se celebró en el Salón Sant Jordi, en esta ocasión en compañía de Jaime Gil de Biedma, Joaquín Marco y el conseller Joan Rigol. Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986, tras contraer matrimonio con María Kodama dos meses antes.

P.S. 2. Gironès se proclamó campeón de Europa del peso pluma al vencer al danés Larsen, y defendió con éxito el título en siete ocasiones entre 1930 y 1933. En 1935 peleó en Barcelona por el campeonato del mundo, siendo derrotado, por lo que se retiró.

P.S. 3. Durante la guerra civil perdió todos sus ahorros y tuvo que trabajar como guardaespaldas del presidente Companys. Se exilió, estuvo internado en Bram, un campo de concentración francés, y acabó en México, donde después de trabajar de conserje en una fábrica de galletas, murió en 1982, sin volver a ver ni a su mujer, ni a su hija, a la que dejó con 9 años, aunque durante esos años se carteó con su nieto.

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P.S. 4. Existe un documental de Joan López Lloret, 138 segons, l´enigma Gironès. Y es ese Gironès perdedor el que mitifica Germán, el personaje de Juan José Flores, el boxeador de origen humilde que triunfa por su propio esfuerzo, además de por sus habilidades en el noble arte.   

P.S. 5. El verdadero torturador fue un boxeador valenciano llamado Josep Gironès, Gironès II, quien abandonó a su familia: tenía dos hijas, una con 17 años y otra más pequeña, y una esposa con cáncer.

Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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