Dios, country y sexo: un retrato americano a través de Dolly Parton

Detalle de la portada de 'Dolly Parton. Un retrato americano'

No puede ser (no lo es) casualidad que la primera canción del disco de debut de Dolly Parton lleve por título Rubia tonta (Dumb blonde). "Solo porque soy rubia no pienses que soy tonta, porque esta rubia tonta no tiene un pelo de tonta", canta en esta en realidad alegre tonadilla country de 1967 que deja las cosas claras desde un primer momento y que inaugura una discografía todavía en desarrollo con medio centenar de álbumes y más de cien millones de unidades despachadas a lo largo de casi sesenta años de canciones.

Con sus melenas (y pelucas) voluminosas y su perenne voluptuosidad, podría haberse convertido en el estereotipo perfecto para representar a Estados Unidos, pero ese sagaz sentido del humor, una inteligencia natural para venderse como producto al mundo entero y un fino olfato para los negocios la han convertido, más bien al contrario, en una figura indiscutible y un "símbolo nacional de consenso entre las dos Américas", la urbana de las grandes urbes y la rural de las profundidades sureñas, tal y como defiende Beatriz Navarro (Sabiñánigo, 1977).

Esa es la premisa sobre la que la periodista y escritora ha construido Dolly Parton. Un retrato americano (RBA Libros), un relato en el que, a través de su trayectoria artística nos permite a su vez entender mejor los problemas identitarios, raciales y de clase en un país tan excesivo y contradictorio como la propia cantante. ¿Qué nos dice de Estados Unidos el fenómeno Dolly? Esa es la pregunta del millón que la autora trata de responder repasando una trayectoria vital y creativa que ciertamente no tiene parangón. 

Porque la compositora de clásicos como Jolene, Nine to five o I will always love you, estrella indiscutible e icono global, nació en una cabaña sin agua corriente ni electricidad en los montes Apalaches. Concretamente en Sevierville, Tennessee, en 1946. Poco probable que la vida le tuviera preparado algo especialmente relumbrante, pero como el destino es así de juguetón y caprichoso, ha terminado convirtiéndose en la viva representación del sueño americano, referente feminista "por la vía de los hechos", defensora del colectivo gay y de los más desfavorecidos. Y sí, claro, también de los paletos hillbillies de las zonas rurales más olvidadas, de donde ella precisamente procede y bien orgullosa de ello que se siente).

"Viniendo de ese mundo, ella emergió como un símbolo nacional", resume a infoLibre la autora, corresponsal en Washington entre 2018 y 2021 para La Vanguardia, quien asegura que, aun interesándole su figura desde antes, fue al vivir en Estados Unidos cuando se dio cuenta de que había "mucho más talento y creatividad de lo que pensaba viendo solamente su imagen, que es lo que más se conoce en España". "Dolly Parton es una americanada, es así como se ve, pero una vez allí te das cuenta de que siendo súper americana, viniendo de donde viene, es muy singular que haya alcanzado ese estatus de símbolo nacional. Entender todo esto me llevó a mí a entender algunas cosas más sobre Estados Unidos", argumenta, apostillando que el suyo es en realidad un "libro sobre Estados Unidos personalizado en la figura de Dolly Parto".

A través de la reina del country, la autora habla del mundo de los votantes de Donald Trump, del paisaje político y social de aquel país, la pandemia o el clima de "desconfianza que hay hacia el poder y hacia el Partido Demócrata, que tiene muchos problemas para hablar con las clases populares que antes eran su base". Fue así, profundizando en la artista, como constató que tanto ella como Estados Unidos son un "cúmulo de contradicciones imposibles" que llevan en última instancia a Dolly Parton a ser un ídolo de la música cristiana y al mismo tiempo haberse convertido en referente de las jóvenes feministas. 

"Es una cantante idolatrada por la América cristiana, adorada por las jóvenes feministas y la comunidad gay, porque tiene también una larguísima trayectoria de defensa de los gays. Como siempre, a su manera, claro, porque Dolly no se deja manipular por nadie, no asume las banderas de otros y no hace pronunciamientos políticos. Ahora es evidente que su público está en las dos Américas, pero este ha sido un logro muy progresivo. Ella se dio cuenta de que no le venía nada bien mojarse en un sentido o en otro, porque iba a perder a la mitad de sus seguidores, algo que se ha hecho más evidente cuanto más polarizado está el país. Por eso cada vez es más difícil para Dolly mantenerse en esa equidistancia. Equidistancia relativa, porque ha defendido siempre a los transexuales, a las mujeres trabajadoras, a las mujeres del mundo rural a las que el movimiento feminista de los setenta no se dirigía", reflexiona Navarro.

Así, recuerda que Dolly Parton fue nominada al Oscar en 2005 por la canción Travelin' Thru, perteneciente a la banda sonora de Transamérica, película independiente estadounidense de temática LGBT. O que en 1980 compartió protagonismo con Jane Fonda en el film Nine to five -Cómo eliminar a tu jefe, en castellano-, sobre tres mujeres que fantasean, efectivamente, con matar a su despreciable jefe. Dos ejemplos de un activismo ejercido con cotidianeidad, aunque "ella nunca se ha definido y no se definiría ahora como feminista". "Ella dice 'si ser femenina me hace feminista, entonces soy feminista'. Este es lo máximo a lo que puede llegar", plantea la autora, enfatizando el conservadurismo imperante en un mundo tan de hombres como la música country de (principalmente) los sesenta, los setenta y los ochenta: "Dolly no podía abrazar ese feminismo, pero siempre ha jugado a estar en ambos sitios".

Es por eso que Dolly Parton no encaja fácilmente en el feminismo actual en el sentido de que es "mucho más exigente en el tipo de posicionamiento que se pide a las figuras al pronunciarse y significarse". "Pero creo que también que hay que analizar el feminismo de Dolly Parton en su contexto histórico y social, y en los años sesenta, setenta y ochenta lo que ella hizo era una demostración activa de feminismo por la vía de los hechos", argumenta, aún agregando: "Sin pancartas, sin pasquines... sin grandes formulaciones teóricas que habrían sonado a chino en el mundo del que ella venía, pero lanzando mensajes y dando voz a las mujeres".

A su juicio, era incluso un poco "transgresora", pues en un mundo repleto de historias de hombres, desde sus primeras canciones ella fue "lanzando mensajes muy claros" y poniéndose en el lugar de las mujeres, hablando de temas tan inusuales como embarazos no deseados, infidelidades, el doble rasero a la hora de juzgar a hombres y mujeres y otras cuestiones como los problemas mentales o el suicidio. Temáticas y actitudes que convierten a Dolly Parton en lo más parecido que los estadounidenses tienen a nuestras folclóricas, tal y como refrenda la autora: "El símil con las folclóricas probablemente es lo más parecido a lo que ha significado la figura de Dolly Parton, con mujeres empoderadas con su arte, porque gracias a su talento pudo salir del hoyo donde nació. Además, las folclóricas españolas no se dejaron poner pancartas políticas tampoco, pero a su manera muchas han sido mujeres de armas tomar y símbolos de la comunidad gay".

De alguna manera en particular y de todas las maneras a la vez se puede identificar la presencia de Dolly Parton en cualquier rincón de Estados Unidos. Seguramente porque todo lo que ha hecho durante su vida ha sido bajo la unión de tres elementos que de alguna forma están de manera permanente en el imaginario estadounidense: Dios, música y sexo. "Ella hace la magia de hacerlos compatibles", apunta Navarro, rememorando a modo de explicación un episodio de la niñez de la artista: "A los doce años encontró una capilla abandonada en el monte que tenía un piano, y ella iba a cantar pero otros la utilizaban para cuestiones más pecaminosas. Cuenta que allí tuvo una especie de epifanía en la que sintió que todo iba a ir bien, que todo estaba bendecido, y descubrió a Dios. Ese capítulo de su infancia me parece interesante para entender al personaje y el milagro de que haya conseguido mantener ese equilibrio tan en la cuerda floja hasta ahora".

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Porque Dolly Parton sigue grabando temas cristianos (en 2020 recibió otro Grammy por su colaboración con el grupo de pop cristiano For King & Country) y, al mismo tiempo, vivita y coleando en el universo pop y presente como referente del feminismo y el colectivo LGTBI. "Ella es los versículos de la Biblia y al mismo tiempo los chistes sobre tetas, los bailes de granero y el góspel... es increíble", concede divertida Navarro, quien explica asimismo que "su vida es su mejor canción", pues la ha construido contando la parte que quería contar de sus orígenes paupérrimos o su deseo desde niña de ser una Barbie: "Sabemos un montón de cosas de ella y la percibimos como muy auténtica, pero también sabemos que forma parte del personaje".

Un personaje que "ejemplifica muchos de los rasgos clave de la sociedad americana", porque tiene su propio parque de atracciones Dollywood (en Tennessee, por supuesto) pero también su propia fundación para ayudar a los que menos tienen. "Estados Unidos es un país de extremos, como ella", resume la escritora y periodista. Y aún añade unas cuantas divergencias respecto a este viejo continente europeo nuestro aprendidas a través de la gran reina del country norteamericano: "Viviendo allí te das cuenta de que todo es más complicado de lo que parece y que se mira con mucho desdén a la América profunda del sur. Otra diferencia con Europa es que la religión tiene un papel bastante más importante allí, lo cual determina muchas cosas a nivel social y político. Además, también es un país mucho más clasista de lo que parece". 

Volviendo al Dumb blonde del principio para terminar cuadrando el círculo, afirma Navarro que "Dolly Parton nunca ha tenido un pelo de tonta, ni de rubia, como dice ella misma". Por eso, defintivamente, le ha venido "fenomenal que mucha gente lo pensara a lo largo de su carrera, porque ella tenía claro donde y cómo quería llegar, y ha demostrado ser una mujer muy inteligente en la forma que ha gestionado su carrera. Por eso, ella siempre dice eso de 'no me importa que digan que soy una rubia tonta porque sé que no soy rubia y que no tengo ni un pelo de tonta'", señala, poniendo como ejemplo que ella misma es dueña del 90% de su catálogo de canciones, algo no tan habitual y con lo que ha tenido severos problemas la estrella mundial del momento, Taylor Swift, posiblemente su heredera natural junto a Miley Cyrus (ahijada de Dolly). Pero esa es otra historia para otro momento, para cuando llegue ese momento de pasar definitivamente el testigo... y ya veremos cómo está para entonces Estados Unidos sin Dolly Parton.

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