Memoria y novela de 'la' artista
La mujer incierta - Piedad Bonnett
Alfaguara (2024)
Piedad Bonnett es, desde hace mucho tiempo, uno de los nombres fundamentales de la literatura mundial. Enormemente conocida por su obra poética (galardonada en 2024 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana) y por el desgarrador testimonio de Lo que no tiene nombre, la escritora colombiana es además autora de magníficas novelas, todas publicadas en Alfaguara. De 2021 es ¿Qué hacer con estos pedazos?, espléndido retrato de Emilia, periodista de sesenta y cuatro años inmersa en una crisis matrimonial puesta de relieve por la reforma de una cocina. El libro más reciente de Bonnett, La mujer incierta, pertenece a un género híbrido, que mezcla memoria, autobiografía y novela y podría ser un excepcional ejemplo (no exagero con los adjetivos, la obra de Bonnett es realmente excepcional) de la novela de la artista, inaugurada en 1807 con Corinne o Italia de Madame de Staël y consolidada a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI con obras fundamentales como La inquilina de Wildfell Hall de Anne Brontë, El despertar de Kate Chopin, Al faro de Virginia Woolf, El cuaderno dorado de Lessing, la trilogía de Elena Poniatowska Querido Diego, te abraza Quiela, Tinísima y Leonora, Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite, Mi amor en vano de Soledad Puértolas y, muy recientemente, Los nombres de Feliza del también colombiano Juan Gabriel Vázquez. Las protagonistas de la novela de la artista son escritoras, pintoras, escultoras, fotógrafas, cantantes, etcétera, con una firme apuesta por su vocación creadora, apuesta no exenta de tensión con otros ámbitos de su vida, como el amoroso o el familiar.
La mujer incierta representa en este sentido una originalísima mezcla de memoria, autobiografía, novela de formación (Bildungsroman), novela familiar y novela de la artista. El título es un pleno acierto: al recordar nos inventamos siempre (y al escribir el recuerdo operamos una reinvención porque trabajamos con un material ya ficcionalizado). Entre las citas que encabezan el libro hay una de Margarita García Robayo que sitúa con precisión este signo de lo incierto: "Aunque mucha gente cree que al escribir uno se desnuda, en realidad uno se disfraza". Hay que elaborar con exactitud y mano maestra el trayecto de lo incierto, especialmente en las complejas aguas de la narrativa personal, y eso es lo que hace aquí Piedad Bonnett, al ofrecernos la historia, la genealogía familiar, amorosa y, muy importante, literaria de una mujer que al mismo tiempo es una enorme escritora y cuya pasión por la literatura se imbrica al fluir narrativo de La mujer incierta, donde aparecen agudas reflexiones sobre otros libros, ya que Piedad Bonnett, también profesora universitaria, es una gran lectora. Infancia, juventud y madurez trenzan este híbrido relato familiar y de formación cuyo alcance es a la vez íntimo e histórico, personal y colectivo.
En este sentido es fundamental la breve pero decisiva introducción, Al lector, que ofrece una reveladora guía de lectura: "Como en todo libro de fondo autobiográfico, la escritura fue un camino de re-conocimiento, una inmersión en la memoria que me permitió revisar mi propia vida e ir llegando a otros temas. Pero lo que el lector encontrará en estas páginas no son unas memorias, pues en forma deliberada he dejado muchos aspectos de mi vida en la sombra. Lo subjetivo, lo íntimo, solo me interesan en el marco de una experiencia colectiva, del yo dentro de la circunstancia social e histórica. La que aquí habla, pues, es una mujer de una generación, que aspira a iluminar, desde la singularidad de sus vivencias, cómo nos determinan el origen, la política, la educación, la religión, el género, el momento. Y que se pregunta por el papel de la libertad, el azar y el destino en cualquier vida". El permanente movimiento pendular, desde lo íntimo a lo social, sostiene La mujer incierta, que se revela como un libro extremadamente ambicioso en el mejor sentido de la palabra: el de ser compendio a la vez de la construcción de un yo particular, una mujer que es una gran escritora, una subjetividad femenina generacional y una época.
La mujer incierta tiene una estructura compleja y de lectura ágil al mismo tiempo. Se nos cuenta, con precisos y minuciosos retratos, la historia familiar de Piedad Bonnett, su descubrimiento de que somos cuerpo –la propia alma aparece corporeizada, ya que el primer capítulo se titula Del alma (que es el cuerpo)–, su adolescencia rebelde y apegada a los libros, la temprana y clara conciencia de su vocación: "Por la misma época en la que me descubrieron la úlcera duodenal, a los quince años, supe que mi destino era ser escritora". La escritura del cuerpo estructura el libro, un perfecto ejemplo de lo que Hélène Cixous llamaba "escritura femenina" en el sentido de escritura atravesada por el cuerpo no solo físico sino también productor de cultura. El título de uno de los capítulos, Escindida, describe perfectamente a la universitaria Piedad Bonnett, madre muy joven, que registra con amargura el machismo, que describe la belleza y al mismo tiempo la crudeza del parto, que se define como "la mujer doble", "escindida", dividida entre la mezcla de alegría y agobio de la maternidad y el deseo de concentración y escritura. La mujer incierta es en este sentido la novela de la formación de una escritora, que desde muy pronto capta además la trampa tendida a las mujeres, las expectativas envolventes y asfixiantes que pesan sobre ellas: "Nos enseñaban la virtud del sacrificio, una virtud exclusivamente femenina". Destaca en este sentido el sobrecogedor fragmento sobre la mujer que un día antes de casarse "ha podido ver dentro de sí misma, con espantosa honestidad. Y lo que descubre la llena de terror […] Lo que supe, tiempo después, es que su matrimonio fue como ella lo vislumbró: un mundo de atrapamiento y de desdicha".
Las citas de otros autores y sobre todo autoras (Lessing, Cusk, Auster, Gornick, etcétera) son constantes en La mujer incierta. También encontramos reflexiones deslumbrantes por su exactitud sobre el oficio de escribir, la imbricación entre los libros, la vida y el proceso de escritura y el mecanismo de reelaboración de la experiencia. "El escritor hace tres movimientos mentales mientras escribe. Va hacia dentro, hacia su yo más profundo, buscando el filón de la memoria, en la que caben todas las lecturas convertidas ya en experiencia. Hacia afuera, hacia la página que se prepara ya para un lector, donde cada palabra aspira a la precisión o a la revelación. Y hacia los lados, en un incesante ejercicio de relacionar". Dichas reflexiones aparecen muy a menudo en la parte final del libro, en la que encontramos a una escritora ya muy consagrada, a la autora de magníficos libros de poesía y novelas y del desgarrador Lo que no tiene nombre, libro en el que describe la enfermedad y el suicidio de su hijo Daniel: "En cada lector que se conmueve con Lo que no tiene nombre Daniel está vivo de nuevo, por horas, por días. Y es así como ese libro me justifica".
La mujer incierta es la novela autobiográfica de formación de una escritora excepcional y de una época. Es también la lúcida constatación de que "no hay relato que diga quiénes somos". Ahora bien, "en la época de las redes y de la selfie, que intentan hacernos creer que la superficie es el fondo, los escritores hemos sentido la necesidad de apelar a otro yo, uno más hondo y conflictivo, para acercarnos a él a través de realidades que son de todos".
Memorias enfrentadas
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Encontramos en la mujer incierta una compleja y fascinante elaboración del yo femenino artista y una galería de memorables retratos, entre los que, para acabar, destacaré los de los padres. En su vejez, el padre "empieza a confesarme los pensamientos que lo asedian ahora que ya no puede leer, y que pasa mucho tiempo echado boca arriba, en reposo porque todo lo cansa. […] Yo agradezco estas pequeñas confidencias, y me admira descubrir que una serenidad triste ha venido a reemplazar la visión pesimista que siempre tuvo, su naturaleza impaciente, su temperamento nervioso". La madre "a ratos está de una lucidez que sorprende, aunque por momentos muy breves. Hoy, por teléfono, me dice que está pensando en cosas desagradables. ¿En qué mamá? En lo duro de la vida, dice, en la enfermedad y la muerte".
En ¿Qué hacer con estos pedazos? leemos que a la protagonista, Emilia, "la invade un extraño dolor: piensa que la vida pasa, que está pasando vertiginosamente". "Dentro de nosotros, en el lugar donde estamos más solos, hay unos poemas y una música cerca de una chimenea encendida que solo se apagará con la muerte", escribía Joan Margarit. Los libros de Piedad Bonnett habitarán siempre este lugar, nuestro cuarto propio y compartido.
* Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura.