Memorias enfrentadas

Fontana di Trevi — Gabriela Adamesteanu

Traducción de Marian Ochoa de Eribe

Acantilado (2024)

La escritora rumana Gabriela Adamesteanu es uno de los nombres más importantes de la literatura europea. Su última novela publicada en España, Fontana di Trevi, está directamente vinculada a Vidas provisionales, cuya traducción al español también se publicó en Acantilado en 2022. Cabe destacar que ambos libros están espléndidamente traducidos por Marian Ochoa de Eribe. Si Vidas provisionales cuenta los amores clandestino de Letitia Arcan, una joven filóloga, con su compañero de trabajo Sorin durante la dictadura, en Fontana di Trevi, ambientada sobre todo en la transición rumana (desde el inicio de los noventa y hasta la entrada de Rumanía en la Unión Europea en 2007) y en la época inmediatamente posterior, Letitia ronda los sesenta años y vive en Francia con Petru, su marido de siempre (al que durante años engañó en el más absoluto secreto con Sorin), cuyo maltrato físico es recordado y a la vez deliberadamente olvidado por ella.

La novela se centra en los frecuentes viajes a Rumanía (sobre todo en uno) de Letitia para recuperar la herencia de sus tíos represaliados por la dictadura de Gheorghiu—Dej y para intentar publicar su novela, escrita con dificultad en Francia mientras trabaja como fisioterapeuta, después de jornadas agotadoras, en el contexto de un pequeño lugar en la Borgoña, Neuvy, en el que no tiene amigos y comparte su vida con un marido gruñón y físicamente dependiente de ella. En sus viajes a Bucarest Letitia se aloja en el apartamento de su antigua amiga y compañera de universidad, Sultana, y su marido Aurelian, ambos perseguidos durante el comunismo, ambos participantes ilusionados del entusiasmo febril inmediatamente posterior a la caída del régimen, ambos muy implicados políticamente en una importante organización cívica durante la transición y en las protestas de 1990 en la Plaza de la Universidad de Bucarest (donde acamparon varias semanas estudiantes, intelectuales y opositores no sólo al régimen comunista, también al gobierno de Iliescu, acusado de continuismo con la dictadura).   

Las conversaciones entre Letitia y distintos personajes en Fontana di Trevi revelan las tensiones del enfrentamiento de diferentes memorias con respecto a la dictadura y a la transición, memorias enturbiadas en algunos casos por la manipulación descarada o por la distorsión sentimental. Las pequeñas o grandes miserias cometidas durante la dictadura son cuidadosamente disfrazadas de actos inevitables para salvar algo o a alguien, incluso de disidencia, haciendo muy difícil establecer la verdad histórica entre la verdad sistemáticamente distorsionada y la verdad sentimental que reinventa una narración o una autonarración personal para arrojar una luz favorable sobre actos discutibles. En Fontana di Trevi encontramos tematizada la historia convulsa de los años noventa en Rumanía. El relato multiforme y contradictorio sobre la Revolución fue central en la transición rumana y lo es en la novela:

—Si no hubo revolución, ¿por qué ese millar de muertos?— le pregunté a Petru.

—¡Tú también! ¡Precisamente por eso! ¿Acaso no tenía que correr la sangre para poder bautizarla así?

—¿Quiere eso decir que los muertos entraron en sus cálculos desde el principio?

No me respondió, ¡pero yo ni siquiera hoy puedo creer que los que la pusieron en marcha fueron tan cínicos como para matar a un chiquillo inmaduro como Serban! O quizá se pusieron de acuerdo entre ellos después de la cifra de muertos, como parecía pensar Petru, que sacudió la mano, hastiado.

La tensión entre distintas memorias afectivas y también históricas es muy importante en la novela. Así, mientras Letitia ha adquirido con los años una desconfianza hacia muchas ilusiones y hacia el lenguaje en el que se articulan, que considera "grandilocuente", su amiga Sultana se muestra siempre partidaria de la ilusión generada por la resistencia en la Plaza de la Universidad:

Sultana me lanzó uno de sus eslóganes, algo como "la gente aprendió allí a ser libre".

—Yo aprendí la libertad en mi propia piel y me costó bastante cargar con ella— le respondí con acritud.

Escribir lo impenetrable

La sensación vital de fracaso que tiene Letitia por debajo de su mirada segura y su cuidadísimo aspecto físico tiene que ver con la época de la dictadura, con el amor por Sorin que acaba de manera desgraciada y con la sensación de extrañeza que siente frente al tiempo y el espacio de la transición rumana. Tiene que ver en cierto modo con la desconfianza hacia cualquier ilusión por creer (algo que es verdad) que muchas ilusiones colectivas esconden grietas y fuertes contradicciones: "Después de separarme de Sorin, comprendí que la verdad es una bomba de efecto retardado y de toxicidad permanente. ¡Y cuánto me ha costado callar! Solo el manuscrito que traje anteayer en el equipaje de mano me ha ayudado a guardar mis secretos". Amor, conocimiento, distancia de las ilusiones e historia colectiva se encuentran en la novela de Letitia, que sin embargo descubre con amarga sorpresa que las gestiones que delega en un amigo para encontrar editor no llegan a buen puerto. A nadie le interesan las historias sobre el comunismo en un país como Rumanía, le comenta el amigo que le ha dicho el editor.

Uno de los grandes temas de esta espléndida novela, y en el fondo de la vida, es cómo nos contamos nuestra historia personal y nuestra historia colectiva, cómo enfrentamos las distintas memorias y qué tensiones encontramos entre el imaginario afectivo personal y el histórico en épocas de grandes cambios.

* Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura.

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